Un héroe del 95 y especialista en contrainsurgencia

La patrulla de boinas rojas, el cuerpo élite del Ejército, llegó a la selva del Cenepa el viernes 16 de diciembre de 1994.

Ese día había intranquilidad en la Cordillera del Cóndor en la frontera con Perú. La guerra aún no se desataba, pero los comandos del Grupo de Fuerzas Especiales 26 fueron enviados a precautelar la integridad de las bases: Cueva de los Tayos, La Y, Base Sur, Coangos y Tiwintza.

El capitán Luis Lara vistió su traje de fatiga conociendo que esa orden cambiaría su vida. Él nació en la frontera sur, en la pequeña Sabiango, una comunidad de agricultores y ganaderos del cantón Macará, en Loja.

Su padre Luis era de Ibarra y fue enviado a la cálida comunidad sureña para evitar el contrabando de alcohol. Allí conoció a Hilda Jaramillo de quien se enamoró.

Por el trabajo de su padre se mudaron a Quito. Pero Luis no olvidó sus raíces lojanas y su devoción por la Virgen del Cisne a quien encomendó su vida militar.

Los paracaidistas de las Fuerzas Especiales se adentraron al Cenepa al mando del coronel Luis Aguas y del mayor Wagner Bravo. La consigna era no perder ningún puesto de la línea de frontera.

En el teatro de operaciones, Luis Lara lideró el escuadrón destinado a precautelar Base Sur, uno de los puestos militares que sufrió un constante ataque de los militares peruanos, recuerda Bravo, quien llegó a general y hoy está en servicio pasivo.

Con el general Lara le une la amistad y compañerismo. Él recuerda que cuando los ataques se calmaron, todos los militares se reunieron en el coliseo de Patuca. Allí, los jefes, Aguas y Bravo, preguntaron a cada escuadra quién merecía ser condecorado.

En el turno de los militares de Base Sur, la respuesta fue al unísono “Lucho Lara”. Él lleva en su pecho la Medalla al Mérito en la Guerra, en el Grado de Caballero, con encomio solemne. En la jerga militar un encomio es un reconocimiento adicional.

Los fusiles de guerra se guardaron, pero los paracaidistas se quedaron hasta julio de 1995 en el Cenepa.

Solo entonces, Lara volvió a su casa donde esperaba su esposa Jenny Rosas y la pequeña Alexandra, que hoy es una arquitecta. Con el paso de los calendarios el hogar se completó con la llegada de Estefanía y de Pamela.

Las cuatro, junto con su madre Hilda, se convirtieron en el motor de la vida del ahora Jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, el más alto rango que puede aspirar un militar.

En el Ejército reconocen al general Luis Lara por su amabilidad, la relevancia que da a la planificación y el cuidado de cada una de sus acciones.

Esos principios fueron fundamentales para que salvara una dura prueba durante el gobierno del expresidente Rafael Correa. Lara presentó una demanda de inconstitucionalidad a la reforma del Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas.

Los cambios en este organismo y en la Policía fueron considerados fundamentales por el anterior régimen y la respuesta de sus autoridades fue inmediata.

El exministro de Defensa, Ricardo Patiño, sostuvo que era “un sinsentido que un general activo presente una demanda contra el Presidente de la República”.

Para Patiño, uno de los hombres más fieles del correísmo, no era admisible que un subalterno contradiga al Jefe de Estado y su comandante en Jefe. Por eso, él advertía que el Consejo de Generales se preocupara por resolver esos temas.

Sin embargo, Lara dejó sin piso el intento de sancionarlo. Presentó la demanda despojándose de su rango militar, tampoco detalló que entonces era el Jefe de la IV División del Ejército.

La querella fue entregada como un ciudadano y así evadió contar con los permisos previos de sus superiores, entre ellos del propio Patiño.

Eso no frenó la carrera militar de Lara y el 16 de octubre pasado el presidente Lenín Moreno lo eligió para dirigir el Comando Conjunto de las FF.AA.

Esta acción fue aplaudida por el excoronel y jefe de Inteligencia, Mario Pazmiño. Él sostuvo que esa una evidencia del cambio de estrategia del Gobierno para colocar a oficiales con un perfil más operativo en las comandancias de la Fuerza Terrestre, con Luis Altamirano, y de las Fuerzas Armadas con Lara.

El criterio de Pazmiño se ratifica al verificar la hoja de vida del general Lara.

Él nunca dejó su boina roja de los paracaidistas de las Fuerzas Especiales. Fue Comandante del Grupo Operaciones Especiales del Ecuador (GEO), que recluta a soldados especialistas en operaciones contraterroristas y que protegen a los presidentes de la República.

Además, lideró el Grupo de Fuerzas Especiales 53 Rayo, el Batallón de Infantería Motorizado 39, Jefe de Estado Mayor en el Ejército.

El general Lara fue el Jefe de Estado Mayor Operacional del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, durante las protestas de octubre pasado.

Justamente en estas protestas se registró la acción de grupos violentos, que según las autoridades, fueron subversivos, que pretendieron fracturar la democracia.

En su primer discurso oficial, el Comandante ratificó que las amenazas contra el país no solo son los cárteles de droga y grupos irregulares del otro lado de la frontera con Colombia. Ahora están dentro del país.

Ante eso, Lara advirtió que no permitirá que intenten otra “asonada”. Una advertencia que al mismo tiempo es un duro reto para el más alto oficial de las FF.AA.

Sus coterráneos están seguros de que logrará cumplir con su misión. El alcalde del cantón fronterizo, Alfredo Suquilanda, es uno de ellos.

El burgomaestre impulsó que el Municipio del cantón fronterizo reconozca la trayectoria de Lara, semanas antes de que fuera nombrado Jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas.

Suquilanda cuenta que propuso su nombre por su trayectoria en las FuerzasArmadas, por su profesionalismo y el cariño que evidencia hacia su provincia.

Esa moción pasó por unanimidad y se le otorgó el reconocimiento al “Mérito Patriótico”. Lara acudió a la ceremonia, compartió con todos los invitados y aprovechó el viaje para ver a la Churonita, la Virgen de Loja. (I)