Segundo Castillo: “Jugué dos mundiales sin antes ser titular”

Segundo Castillo tiene 36 años de edad y sumó un nuevo equipo, el número 12 en su carrera: Guayaquil City.

Antes, durante y después de la práctica del “Equipo de la Ciudad”, el “Mortero” no paraba de reír y de hacer bromas a sus compañeros.

A pesar de que se declara un fanático de El Nacional, aún tiene sus teléfonos celulares forrados con un diseño del escudo de Barcelona.

Sentado en una de las bancas de suplentes del estadio Christian Benítez, recuerda como a los 14 años tuvo que salir de San Lorenzo rumbo a Quito para probar suerte en el club Espoli. Jorge el “Alcatraz” Díaz le dio una mano y lo dejó hospedarse en su casa junto a otro compañero.

Uno de los peores días que tuvo en su carrera fue cuando se enteró del fallecimiento de su amigo Christian Benítez.

En ese momento estaba en Dubái concentrado con su club -Benítez en Catar- y tenía planificado pasar unos días con el “Chucho”. A pesar del dolor, no pudo viajar a su funeral porque estaba recién integrado al Al-Hilal, equipo de Arabia Saudita.

¿Cómo fue su niñez en San Lorenzo, Esmeraldas? ¿Hubo muchas carencias?

Fue una niñez muy buena en cuanto a todo lo vivido y disfrutado con muchos amigos. Unos están y otros ya no por ciertas circunstancias. Y sobre la infancia, a veces difícil, por no tener lo que uno habría deseado, pero los padres le dieron lo más importante a uno, que es ser una buena persona, con valores. Creo que eso es lo más importante para poder cumplir los objetivos.

¿Con quién vivía?

En ese momento con mis siete hermanos. Una mujer y seis varones. Tengo un hermano que fue futbolista, se llama Jairo Castillo, jugó en El Nacional. A los otros sí les ha gustado el fútbol, pero no llegaron a ser profesionales.

¿Usted vivió en la parte urbana o rural de San Lorenzo?

En la ciudad. Mis familiares, en el caso de mi mamá y mi papá, y la mayoría de mis tíos son de comunidades como la Boca, los Ajos. Tengo mucha familia por allá y otra que ya vive en San Lorenzo.

¿Recorrió todas las canchas del norte de Esmeraldas?

No todas. En lugares cercanos sí, como Tambillo, Pampanal, Limones, la Boca, Urbina, todos esos sectores. Mentiría si dijera que recorrí todos esos lugares. Es que antes era más difícil la movilización, todo era en lancha por los ríos y también en ferrocarril. Ahora es más fácil porque hay carreteras.

¿Y cómo le decían en su juventud?

(Risas) Muchos me conocen como Chayanne. Según dicen cuando había actividades de baile, lo hacía parecido a él. Aún muchos me dicen así porque esa es la “chapa” con la que me conocían en San Lorenzo. Pero ahora en el medio futbolístico, ya sabe, me dicen el “Mortero”.

¿Cuándo estuvo por última vez en San Lorenzo?

Recién, ahora en diciembre. Ahí lo primero que hago al llegar es visitar a la familia, a mis hermanos. Cuando tengo tiempo voy al campo a ver a mis abuelos que viven allá. Y luego no puede faltar la comida. Hay bastante.

¿Se pega un partidito con sus hermanos y amigos?

Sí, claro. Yo creo que en diciembre, cuando voy a Esmeraldas, es cuando más juego (risas). Hay muchos partidos y actividades. Varios compañeros organizan eventos, algunos de ellos son Béder Caicedo y Kénner Arce. A pesar de que es el mes de vacaciones, yo aprovecho para no perder la parte física.

¿Siempre fue volante de marca?

Cuando empecé en Espoli fui lateral.

Pero más atrás, en sus comienzos en San Lorenzo.

Allá lo hacía en varias posiciones. A veces de central (defensa), de lateral, de cinco. Y a veces me cansaba de marcar y me iba de delantero, pero eso con los muchachos jugando índor. En mi carrera me he dedicado más a la parte defensiva.

¿Quién le dijo que podía ser un futbolista profesional?

En San Lorenzo varias personas. Yo allá jugué en un club y en una escuela de fútbol que se llama Wacho Garcés. Él es una persona a la que queremos porque nos ayudó mucho en ese momento que era difícil. Lo sigue haciendo, ahora junto a su hijo. Recuerdo que a veces no había para el par de zapatos y él ayudaba.

Eso pasó en la escuela, y en los clubes que me comentó.

Jugué en varios, pero más en el club Macará, que es el equipo de San Lorenzo. Fue en esa época, con 14 años más o menos, que comenzó el sueño de llegar a un equipo de primera, algo que se fue cumpliendo de a poco.

¿Qué cosas le motivaron para salir de San Lorenzo y buscar oportunidades en Primera?

La motivación de uno era superar las dificultades económicas. Entonces se sabía que el fútbol era una posibilidad importante para salir adelante y sacar a la familia también de esa situación. Esa era la mayor motivación. También uno veía a otros jugadores que ya estaban triunfando a nivel nacional.

¿En esa época quiénes eran sus referentes en el fútbol?

Varios jugadores de El Nacional y de Barcelona. Iván Hurtado, por ejemplo.

Y a nivel internacional admiraba al argentino (Fernando) Redondo. Esa era la ilusión que como joven tenía. Y para dar ese paso era necesario salir de casa y emigrar a la capital.

¿Fue duro abandonar su tierra para buscar oportunidades en Quito?

Sí. Iba a cumplir 14 años. Era difícil para los padres, ya que no había quién lo cuidara a uno en Quito. Y en los clubes, en esa época, era difícil que te den hospedaje. Mi mamá no quería, pero mi papá, que en paz descanse, me impulsó. Él fue quien le dijo a mi mamá que me dejara ir. Cuando estaba en la Sub-17 de Espoli tenía 15 años y mi papá falleció. Fue un momento durísimo, pero a la vez fue un motivo más para querer ser profesional. Me dijeron que iba a ser el encargado de ayudar a la familia.

¿Usted es el mayor?

No, soy el segundo, por eso también me dicen “Segundo” (risas). Pero todo eso me impulsó, saber que era el indicado para ayudar a que mis hermanos y mi mamá pudieran mejorar su situación financiera.

¿Quién lo lleva a Espoli?

Fui solo, con otro amigo de San Lorenzo. Llegamos a Espoli a jugárnosla. Pero nos encontramos con el “Alcatraz” (Jorge) Díaz, que es de San Lorenzo. Él nos dio una mano, nos ayudó dejándonos estar un tiempo en su casa. Y como fuimos elegidos para seguir en el equipo, teníamos la posibilidad de quedarnos en la casa club que tenía Espoli. Pero decidimos quedarnos ahí en su casa para ayudarlo también. Llegó un momento en que su familia iba creciendo y tuvimos que dejarlo para que estuviera más cómodo. Entonces nos fuimos a la casa club.

¿Qué recuerda de su debut?

Tenía 17 años. Debuté ante El Nacional en el estadio Olímpico Atahualpa. Ese año nos ganaron 3-0. Recuerdo que también ese año debutó Jorge Guagua para El Nacional. Realmente fue un buen debut de la mano del profesor (Fernando) Rodríguez Riolfo. Eso fue en septiembre y desde ahí jugué hasta el final; no clasificamos a la liguilla, pero terminé jugando.

En esa época (2001) la selección Sub-20 clasificó al Mundial de Argentina. ¿Cómo fue esa experiencia?

Yo el Sudamericano (donde clasificó Ecuador) no lo jugué. Fui directamente a la Copa del Mundo y se abrió una nueva posibilidad.

El cuerpo técnico de esa selección tuvo varios cambios.

Es verdad. Primero estuvo José María Andrade, que en paz descanse. Luego él sale y viene el profesor Hugo Gallego, que llegó con el “Bolillo” (Hernán Darío) Gómez. La verdad es que en ese momento crecimos mucho en esa selección Sub-20 porque el profesor Gallego demostró excelencia con buenos trabajos. No te miento, en poco tiempo el equipo ganó mucho y esa base -sin desconocer lo que hizo el profe (Fabián) Burbano- nos ayudó para llegar bien al Mundial. Se hizo un muy buen mundial.

¿Es verdad que la diferencia física con los jugadores africanos era abismal?

(Risas) Es cierto. No tanto con Etiopía, ellos eran más flaquitos, pero rapidísimos. La diferencia estaba con Ghana. Jorge Guagua, Félix Borja y yo, que éramos los más robustos, nos veíamos pequeños al lado de ellos, eran enormes. Yo iba a chocar y rebotaba. Ahí estaba (Michael) Essien que es conocido y jugó en el Chelsea. Pero más recuerdo que había un delantero que tenía músculos hasta en las orejas, se llamaba (Razak) Pimpong.

¿Con quién compartía cuarto en esa selección?

En ese Mundial con el “Canguro” (Félix) Borja. Siempre tuve la oportunidad de compartir con él, en selecciones juveniles y de mayores. Él es de mi zona y es mi “compa”. Y éramos los que le metíamos alegría y gozábamos.

¿Cómo ve a la selección Sub-20 que participa en el Sudamericano de Chile?

Muy bien. En cada partido se ve que mejora. Tiene una idea clara del juego y esperamos que los chicos clasifiquen. Además esperamos que puedan seguir en sus clubes y ser grandes aportes, porque ese es un problema a veces: hay chicos que han brillado en estos torneos, terminan desapareciendo o no jugando al mismo nivel que lo hicieron en selecciones.

¿En esta selección ha visto algún jugador con sus características?

Sí, he visto a (Sergio) Quintero, que precisamente es coterráneo. Él es de un pueblo cerca de San Lorenzo de donde son mis abuelos, de Urbina. Espero que siga así y que lo ratifique en su club, el Imbabura, para que luego dé el paso a otro equipo de Primera División.

Su mejor año en Espoli fue en 2002, jugó 31 partidos y marcó nueve goles.

Así fue. Ese año estaba con el profesor José Jacinto Vega y luego vino Víctor Riggio, un argentino que me dio más libertad para desprenderme mucho más al ataque.

Y luego se da su paso a El Nacional.

Recuerdo que habían opciones de Barcelona y El Nacional. Lo de Barcelona era con opción a compra y lo de El Nacional fue compra directamente.

¿De qué equipo es hincha?

(Risas) He sido fanático de El Nacional, siempre me ha gustado, pero hice respetar a todos los clubes en los que estuve. Las personas (dirigentes e hinchas) de los equipos donde jugué saben que he sido profesional.

Pero en el interior de su carro tenía cosas de Barcelona.

Sí, claro, por lo que estaba en el club, pero igualmente tengo un gran aprecio por Barcelona y todo lo que me dio en tres años. Uno tiene que ser agradecido con los clubes que te dan oportunidad y te tratan bien. Siempre voy a estar agradecido con todos los clubes por donde he pasado.

Justo en ese momento suena uno de los dos celulares que tiene en el bolsillo. Al sacarlos puede verse que ambos tienen los forros del escudo de Barcelona.

En 2003 se vincula a El Nacional, que tenía un equipo plagado de estrellas.

Tenía un equipazo. Y lógicamente me tocó esperar. Imagínese, estaba Juan Carlos Burbano, el “Pepo” (Santiago) Morales, David Quiroz, Antonio Valencia, “Kinito” (Édison) Méndez, Carlos Gruezo, el “Cuchillo” (Ángel) Fernández. Entonces me tocaba esperar, pero cuando me daban minutos me sacaba el aire y aportaba.

¿Cuándo se gana la titularidad definitivamente?

En 2004 pude jugar mucho más, cuando llegó Manuel Keosseian, un DT uruguayo. Jugamos la Copa Libertadores, no nos fue tan bien, y luego de eso es que viene Carlos Sevilla. Con él tuvimos una mejoría, se logró clasificar a la liguilla. Para 2005 llegó Éver Hugo Almeida y ese año también algunos jugadores estaban gastando sus últimos cartuchos, pero aportando mucho, como fue el caso de Kléver Chalá y Wellington Sánchez, por ejemplo.

Y ganó sus primeros títulos.

Claro, teníamos un equipazo con jugadores jóvenes como Jorge Guagua, Christian Benítez, Antonio Valencia, Pedro Quiñónez y Félix Borja. Con ellos gané mis primeros dos títulos en Ecuador, en 2005 y 2006.

Recuerdo que me fui y el equipo siguió ganando.

Usted era muy amigo del “Chucho” Benítez. ¿Dónde recibió la noticia de su muerte?

Éramos muy buenos amigos. Justo él estaba en Catar y yo en Dubái. Habíamos planificado vernos, ya que en avión solo estábamos a dos horas. Recuerdo que estaba descansando ese rato, época en la que jugaba un torneo previo al inicio del campeonato local y me escribieron desde Ecuador. Tuve que pedirle a un compañero que me ayudara a buscar la noticia y así lo confirmé. Fue durísimo porque yo estaba recién llegado y no pude venir. Me tocó desde allá seguir todo, ya que mi esposa aún no había viajado y estaba en Ecuador. Ella me informaba y yo trataba de ayudar desde allá en lo que se pudiera.

Usted juega el Mundial de Alemania 2006, sin ser titular en las Eliminatorias.

Así es. Yo había tenido alguna oportunidad, pero no era titular. Mi debut como titular fue ante Chile, en el último partido de esa Eliminatoria, ya estábamos clasificados al Mundial. En ese partido, el profesor (Luis Fernando) Suárez nos dio la oportunidad a los que no jugábamos de titulares.

Fue titular en dos mundiales sin haber sido el estelar en los procesos clasificatorios.

(Risas) Así fue. El fútbol es así. En esas eliminatorias para Alemania los titulares eran Marlon Ayoví y Edwin Tenorio; también estaba el “Gordo” Lucho (Luis Caicedo). Pero gracias a mi trabajo y a los minutos que me dio el profe, logré estar en la lista para el Mundial.

La titularidad me la gané en un partido contra Colombia en Nueva Jersey, antes del Mundial; quedamos 1-1, yo hice un golazo: la bajé de pecho y le pegué de volea.

Háblenos de ese Mundial. Hicieron historia al clasificar a los octavos de final. ¿Inglaterra mereció el triunfo?

Fue lindo empezar ganando. (Ecuador venció 2-0 a Polonia en el debut). Recuerdo que antes del Mundial, nos enfrentamos a Polonia en un amistoso en España y nos ganó por tres goles. Ese día la cancha estaba malísima porque el balón no rodaba y nos ganaron por la pelota parada. Pero nosotros teníamos buen juego y sabíamos que si nos aplicábamos podíamos clasificar.

Y luego le ganamos a Costa Rica porque, sin desmerecer el juego de Centroamérica, somos mejores.

¿Cómo fue ese partido contra los ingleses? ¿Quiénes fueron los más difíciles de marcar?

Durísimo. A mí me tocó marcar a (David) Beckham y chocar con (Wayne) Rooney, que era un toro. También me enfrenté a (Frank) Lampard. El partido estuvo para cualquiera, pero ellos tenían a un especialista como Beckham que nos liquidó con ese tiro libre. Repito, el partido fue parejo y ellos aprovecharon esa jugada.

En 2014 se lesiona a menos de un mes del Mundial de Brasil, después de chocar con el mexicano Luis Montes en un amistoso. ¿De qué manera se sobrepuso de ese momento?

¡Uy! Sí. Yo, más allá del dolor del momento, pensé que ya no iba a jugar más al fútbol. El Mundial ni se me vino a la mente, sino la carrera, porque a uno le gusta jugar fútbol y en ese momento estaba en una etapa de madurez. Pensé que se me terminaba la carrera; lo de disputar el Mundial en Brasil era lo de menos. Lo que más me impactó fue que la pierna se me fue toda para atrás, pero luego pude estirarla y me tranquilicé al saber que podía operarme y volver a jugar. Yo creo que con unos 15 días o un mes más podía llegar a Brasil.

¿Ese grupo de jugadores se rompió en el Mundial?

No. Los resultados (malos) no se dieron y eso hizo parecer que el grupo se rompió o que hubo roces e inconvenientes. Pero no pasó nada. Lamentablemente algunos de los jugadores importantes no estuvieron en su mejor nivel.

¿Le mandaron malas energías?

(Risas) No, para nada. Yo no puedo juzgar algo que no he visto, así la gente corra el rumor; eso para mí es falso.

Jugó en Serbia, Inglaterra, México y Arabia Saudita. Pero en 2016 lo ficha Barcelona.

El primer contacto fue con Carlos Alfaro Moreno.

En ese momento tenía contrato con Dorados de Sinaloa, estaba bien y era incluso capitán, pero se dio ese reto de estar en un club grande. Pude lograr entrar a la historia del club con un título (2016) y cerca de una final de la Copa Libertadores.

¿Cómo fue su relación con la hinchada de Barcelona?

Muy buena. Es una hinchada exigente, como la de todo equipo grande, que quieren ser campeones. La verdad es que estoy muy agradecido por el apoyo que me brindaron. (I)