Quiñónez: “No hubiera jugado en Barcelona ni por toda la plata del mundo”

Carlos Andrés Quiñónez se decepcionó del fútbol. Cuando el técnico argentino Gustavo Quinteros decidió no contar con él en su primera temporada en Emelec (2012), el “Mellizo” recibió propuestas de otros clubes para seguir jugando, pero no las aceptó y se retiró.

Lo llamaron de El Nacional, Deportivo Cuenca y Liga de Loja, pero no hubo acuerdos por irregularidades en las negociaciones con las que no estuvo de acuerdo. Se hartó. Tenía 32 años cuando decidió alejarse definitivamente del fútbol profesional.

¿Qué pasó exactamente? ¿Qué hizo que te retires?

La corrupción que existe en el fútbol. Cuando los futbolistas buscamos equipos aparecen muchos intermediarios que quieren sacar provecho de la desesperación que uno tiene por jugar. Me ofrecieron contratos a cambio de coimas. Yo no estuve de acuerdo y dije ¡no más!

¿Quiénes te pidieron coimas a cambio de contratos?

Los empresarios e intermediarios. Pero en el medio futbolístico todos sabemos que en esto están involucrados también dirigentes y gente vinculada con los clubes.

¿Incluso directores técnicos?

Sí, eso lo sabe todo el mundo, pero nadie se atreve a decirlo.

¿Te atreves a dar nombres?

No, porque no tengo pruebas. Ese tipo de ofrecimientos y acuerdos siempre son verbales, no se firma ningún papel para no dejar rastros. Así que si doy nombres podría ganarme un problema. Pero eso es normal. Personalmente nunca pagué un centavo a nadie para jugar fútbol.

Jugaste toda tu carrera en Emelec (desde 2000 hasta 2012), pero tu salida del equipo no fue en buenos términos.

¿Qué pasó?

Después de vivir tantos buenos y malos momentos me tocó salir del equipo por la puerta de atrás. A mí me dijeron de un día para otro que no contaban conmigo, por lo que no tuve tiempo para buscar otro equipo. Lo que vivió Osbaldo Lastra hace poco, yo lo viví en carne propia en 2012.

¿Influyeron en tu salida de Emelec los problemas que tuviste con Gustavo Quinteros?

Tuve algunos cruces de palabras con él porque nunca me quedé callado. En ese tiempo tenía en la banca a Enner Valencia, Fernando Gaibor y Ángel Mena. Quinteros los alineaba los últimos 15 o 10 minutos y en ese tiempo quería que ellos les resolvieran los partidos. En los entrenamientos yo lo enfrentaba y le decía que eso que pedía era imposible. Responsabilizaba de las derrotas a quienes habían jugado poco. Yo le pedía que le llamara la atención a quienes jugaron los 90 minutos. A Quinteros no le gustaba que lo encararan.

¿Guardas resentimiento con Emelec por lo ocurrido?

No porque mi sueño siempre fue jugar en ese club. Soy hincha de Emelec desde pequeño, por eso jugué toda mi carrera allí. Toda mi familia es emelecista. En 2008 Barcelona me ofreció cuatro veces más de lo que ganaba en Emelec. Liga de Quito me ofreció tres veces más de mi sueldo en 2004. Mis compañeros me decían que estaba loco, que por qué no aceptaba esas propuestas. No sé si hubiera ido a Liga, pero en Barcelona no hubiera jugado ni por toda la plata del mundo.

Estuviste muy cerca de fichar por el Ajax de Holanda.

Estuve tres veces a prueba, pero Omar Quintana, presidente de Emelec en ese entonces, no quiso vender mis derechos deportivos. Ajax estaba dispuesto a pagar $ 500.000, pero cuando quisieron cerrar el negocio Emelec pidió

$ 800.000.

Pero Quintana fue fundamental en el inicio de tu carrera. ¿Es cierto que tenías un problema en el talón y que él te compraba unas plantillas especiales para que pudieras jugar?

Mi problema principal es que tengo el pie muy pequeño. Calzo 35 y medio. Cuando Emelec entregaba los “pupos” a inicios de año me tocaba regalarlos y comprarme unos de mi talla. Hasta ahora cada vez que me quiero comprar zapatos tengo que ir a la sección

de niños.

El interés de Ajax surgió antes de que firmes contrato con Emelec, durante el Campeonato Sudamericano

sub-17 que se realizó en Uruguay, donde fuiste figura junto con tu hermano Andrés Quiñónez…

Mientras jugábamos el Sudamericano, un empresario se nos acercó a tres jugadores de la selección ecuatoriana y nos ofreció llevarnos al Ajax. Nos dijo que dentro de dos meses iba a viajar a Ecuador para hablar con nuestros padres para concretar el fichaje porque éramos menores de edad. Pero ese empresario se demoró mucho. Omar Quintana envió un emisario a Quinindé, donde nací y ahí se tomó la decisión de vincularme a Emelec.

¿Y qué pasó con el empresario?

Llegó a Ecuador un día después de haber firmado mi contrato con Emelec. Igual me llevó a probarme a Ajax, pero la negociación ya no era directa. Estuve en Holanda tres veces porque el club quería ver cómo me adaptaba a los diferentes climas que hay en esa región.

Y allá te encontraste con figuras como Wesley Sneijder, Frenkie de Jong, Maarten Stekelenburg y Rafael van der Vaart…

Con el que mejor relación tenía era con Sneijder, un excelente ser humano. Sabía de Ecuador por las Islas Galápagos y me preguntaba mucho por el país y su gente. A mí me decía que era del país de la banana.

¿Cómo fueron tus días en Ámsterdam?

Yo vivía con una familia holandesa como hijo adoptivo, un programa que tiene el club para que los extranjeros que llegan a probarse al club no se sientan solos. Yo terminé siendo el profesor de español de ellos (risas). Un tiempo viví con una pareja de esposos adultos mayores que no tenían hijos. Tanto se encariñó la señora conmigo que hasta me quería bañar (risas). Después viví con una familia cuyo hijo era arquero en las divisiones formativas de Ajax. Tuve contacto con ellos muchos años después.

Todas esas grandes experiencias quedaron opacadas después por el escándalo de una supuesta adulteración de identidad e inscripción tardía. Una investigación de la Federación Ecuatoriana de Fútbol determinó que Andrés

Quiñónez y tú no eran mellizos y ni siquiera eran hermanos. Tú habías sido inscrito el 12 de marzo de 1985, pero con fecha de nacimiento 18 de agosto

de 1985, es decir que fuiste inscrito antes de nacer.

Nosotros quisimos demandar a la Federación Ecuatoriana de Fútbol porque nunca nos mostraron un documento que compruebe las acusaciones que nos estaban haciendo. Nunca hubo una adulteración como decían, por eso yo utilizo hasta ahora mi misma cédula y pasaporte. Andrés Quiñónez es mi hermano. Cualquier persona puede ir cuando quiera a mi casa y comprobarlo porque él vive aún con mi mamá en Quinindé.

Carlos Quiñónez (izq.) supera la marca de Hólger Matamoros durante un partido del Campeonato Nacional 2009 entre Emelec y Dep. Cuenca.

¿Cuánto perjudicó tu carrera ese episodio?

Cumplí los seis meses de suspensión y continué con mi carrera normalmente. Mi hermano sufría de “mamitis”, por eso cuando yo me fui a Holanda él dejó Emelec y se regresó a Quinindé. Tenía condiciones para jugar y por eso llegamos a la selección sub-17.

En tu ficha técnica apareces federado por Brasilia de Quinindé, pero nunca jugaste en ese equipo.

Estar federado era un requisito para ser llamado a la selección y jugar el Sudamericano sub-17. A mí me vieron en un torneo cantonal jugando por Quinindé. Ese torneo lo organizó la Federación Ecuatoriana de Fútbol para escoger a los mejores talentos. El profesor Alfredo Encalada me vio a mí y a mi hermano y nos convocó.

¿Y en la selección absoluta tuviste tres convocatorias pero con poca fortuna?

Mi primer llamado fue gracias a Hernán Darío Gómez. El “Bolillo” me sugirió dejar Emelec para que vaya a jugar en un club de Quito y así poder adaptarme a la altitud. Me decía que iba a triunfar en la selección si corría en el Atahualpa lo mismo que corría en el Capwell. Pero yo no quería dejar Emelec. Omar Quintana también me hizo la misma sugerencia.

¿Te arrepientes de no haber aceptado esas recomendaciones?

No porque Emelec me dio muchas alegrías y yo en la selección tenía que ganarme un puesto.

Una de esas alegrías seguramente fue el bicampeonato de 2001 y 2002.

Esos fueron mis mejores años en Emelec. El primer título lo conseguimos de la mano de Carlos Sevilla y el segundo con Rodolfo Mota , dos grandes entrenadores que tuve en mi carrera. El equipo era una verdadera familia.

Compartías habitación en la concentración de Emelec con Otilino Tenorio (+). Seguramente conoces la historia de la máscara de Spiderman…

La historia empezó justamente en la habitación. Una noche Otilino me dijo que su hijo iba a ir a dormir con él. Eso estaba prohibido, pero habló con el profesor Sevilla y este lo autorizó. El niño llegó con una máscara y se la dio al papá y le dijo que se la pusiera si marcaba un gol. Y justamente Otilino hizo un gol y cumplió el deseo de su hijo. De ahí en adelante practicábamos las celebraciones. Walter Ayoví sabía tocar los tambores que se utilizan en los arrullos afroecuatorianos. Nos divertíamos mucho en las concentraciones. Otilino inyectaba alegría al grupo. Su papá estaba preso, pero nunca dejaba notar que le afectaban los problemas.

Hablemos ahora de los directores técnicos que te dirigieron. ¿Cuál de ellos dejó más enseñanzas?

De todos he aprendido algo. Pero destaco a Carlos Torres Garcés por su capacidad de hacernos creer que podíamos ser campeones pese a no tener grandes figuras en el equipo. Tuvo la inteligencia para crear un equipo fuerte con jugadores con poca experiencia en el fútbol profesional.

¿Cómo era Carlos Torres Garcés?

Después de cada partido el equipo se quedaba concentrado en el estadio Capwell. Un día, después de ganarle a Macará 1-0, Armando Paredes quería irse de la concentración. Paredes se me acercó para que intercediera con el entrenador para que nos dejara libres. Yo era el capitán y podía hacerlo, pero ya eran las 11 de la noche. Por eso le dije a Paredes que esperara hasta el siguiente día puesto que después de la práctica íbamos a quedar libres. “Yo tengo que salir de acá, ya ganamos. No puedo quedarme encerrado”, me respondió Paredes.

Como no intercedí, se fue a hablar con Torres Garcés. El profesor le dijo que no podía irse por respeto al resto del equipo. Paredes se molestó e increpó al técnico: “¿No me vas a dejar ir, yo que te salvé con mi gol y que te hice ganar?”. Torres Garcés cogió una silla plástica y se la lanzó por la cabeza a Paredes. Tuvimos que quitárselo porque el entrenador quería matarlo.

El de Carlos Torres Garcés fue un gran equipo, tan bueno como el que armó Jorge Sampaoli en 2010 pero que no pudo ganarle la final a la Liga de Quito de Edgardo Bauza…

Ese año no fuimos campeones por problemas internos. El equipo llegó a esas finales mal de la cabeza porque Sampaoli marginó al arquero Marcelo Elizaga del equipo titular. Muchos compañeros no querían jugar la final en solidaridad con nuestro arquero.

Con Marcelo aún seguimos en contacto, es uno de los mejores amigos que me dejó el fútbol.

Un año después, en 2011, perdieron otra final, esta vez ante Deportivo Quito. ¿Qué pasó en esa ocasión?

Ese año llegó el uruguayo Juan Ramón Carrasco, pero el equipo tenía un enemigo en lugar de técnico. Emelec tenía equipo para ganar el título sin la necesidad de disputar finales. Nadie quería jugar, ni los que eran titulares. Íbamos a los entrenamientos por cumplir nuestros contratos.

Intentó implantar una forma de juego, pero no tenía los jugadores para desarrollar esas ideas. A mí, por ejemplo, me ordenaba que no pasara la mitad de la cancha. No me dejaba desarrollar todo mi juego. Así también ocurría con otros compañeros. Juan Ramón Carrasco es lo peor que le pudo haber pasado a Emelec. Nadie se llevaba bien con él.

Cuando se fue sentimos un alivio.

Te caracterizabas por tu velocidad por la bandas y tu fuerte marca. Pero debe existir un jugador al que te costó frenar…

Franklin Salas era muy escurridizo e impredecible dentro del área. Para cualquier zaguero era difícil marcarlo. Siempre me decía que acepte jugar en Liga, es un gran amigo.

Otro delantero difícil de detener era Ebelio Ordóñez, en el juego aéreo era incontenible.

El 19 de octubre de 2005 le marcaste un golazo de larga distancia a José Francisco Cevallos en un clásico en el Monumental. ¿Es ese el mejor de tu carrera?

Sin lugar a dudas. Fue un remate fuerte a ras de piso que nos permitió empezar ganando. Al final terminamos empatando 1-1.

Aparte de esas alegrías, ¿te dejó el fútbol las posibilidades económicas para vivir un retiro tranquilo?

Aunque no ganaba una millonada invertí mi dinero para darle tranquilidad a mis hijas, que viven en Cali (Colombia) con la mamá. Por ahora trabajo en una escuela de fútbol llamada Fusión, la cual abrimos con José el “Flaco” Aguirre y Marco Quiñónez. Tengo un amigo en Estados Unidos que esporádicamente me invita a trabajar en una escuela de fútbol que abrió allá.

Pero mi más grande error fue ser exageradamente bondadoso. Me gustaba ayudar a todo mundo y cuando yo necesité ayuda nadie me la brindó. (D)