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Las tortugas viven tanto

Las tortugas viven tanto. Con 190 años, Jonathan, la tortuga gigante de las Seychelles, fue noticia hace unos meses por ser el animal terrestre vivo más viejo del mundo. Si tienes alguna inquietud recuerda contactarnos a través de nuestras redes sociales, o regístrate y déjanos un comentario en esta página. También puedes participar en el WhatsApp. Si usas Telegram  ingresa al siguiente enlace.

 

Los rasgos químicos o físicos -como armaduras o caparazones- y la capacidad para desactivar la senescencia -proceso gradual de deterioro celular y de las funciones corporales- podrían estar detrás de esta longevidad en muchas especies de tortugas, incluidos galápagos, concluyen sendos artículos publicados en Science.

Uno de estos estudios está liderado por la Universidad del Sur de Dinamarca y se centra en el proceso de senescencia.

El estudio constata que el patrón de envejecimiento en estos animales no se asemeja al de los humanos u otros animales: la mayoría de ellas envejecen más lentamente y, en algunos casos, su senescencia es insignificante.

De las 52 especies analizadas, el 75% mostró una senescencia extremadamente lenta, mientras que en el 80% era más lenta que en los humanos.

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Esta compensación implica, entre otras cosas, que tras alcanzar la madurez sexual los individuos dejan de crecer y comienzan a experimentar la senescencia, un deterioro gradual de las funciones corporales con la edad.

Sin embargo, se cree que los organismos que siguen creciendo después de la madurez sexual, como las tortugas, tienen el potencial de seguir invirtiendo en la reparación de los daños celulares y, por tanto, se consideran candidatos ideales para reducir e incluso evitar los efectos nocivos de la senescencia.

No obstante, el hecho de que algunos de ellos muestren una senescencia insignificante no quiere decir que sean inmortales; solo que su riesgo de muerte no aumenta con la edad, pero sigue siendo mayor que cero. En definitiva, todos ellos acabarán muriendo por causas inevitables de mortalidad, como la enfermedad, afirma Fernando Colchero.

«El mayor apoyo a la hipótesis del fenotipo protector lo encontramos en las tortugas. De nuevo, esto demuestra que las tortugas, como grupo, son únicas».