Las emisiones escondidas de nuestros hogares

Las emisiones escondidas de nuestros hogares

Las emisiones escondidas de nuestros hogares.  Al hablar sobre el cambio climático se piensa inmediatamente sobre la reducción de la huella de carbono en los sectores energía, transporte o industria. ¿Pero qué hay de los hogares y sus patrones de consumo? Es hora de identificar algunas de las acciones menos notorias, pero de gran impacto en el consumo energético. Si tienes alguna inquietud recuerda contactarnos a través de nuestras redes sociales, o regístrate y déjanos un comentario en esta página. También puedes participar en los grupos de WhatsApp. Si usas Telegram  ingresa al siguiente enlace.

Alcanzar la descarbonización total de la economía se presenta como el gran reto medioambiental de nuestro tiempo. Sin duda, las fábricas y el transporte son los campos donde mayor énfasis estatal y corporativo se evidencia a la hora de frenar el calentamiento global. No pasa así en el espacio familiar, donde regular la huella ecológica resulta complicado, más cuando el real impacto de varias actividades muchas veces ni se sospecha. Por ello, a continuación, estableceremos algunas de las fuentes de emisiones menos reconocidas de los hogares.

Perros, Gatos y Otros Animales Domésticos

“Si midiésemos las emisiones agregadas de los animales de compañía, terminaríamos con una cifra abrumadora de gases de efecto invernadero—señala Stefany Riofrío, gerente de la tienda de juguetes olfativos para mascotas, Olfateandog— Son sobre todo sus heces y flatulencias, y ello deriva directamente de la alimentación que se les brinde.” No solamente ha aumentado la cantidad de mascotas en los hogares, sino que ha cambiado la forma de relacionarnos con ellos. “Al tiempo que se ha empezado a llamarles también “hijos”, les hemos transferido hábitos de obesidad y sedentarismo” —acota Riofrío. Las emisiones escondidas de nuestros hogares

Las mascotas son responsables de la emisión de 64 millones de toneladas de GEI, como metano y óxido nitroso al año.

Un estudio de Vale & Vale, estimó que un perro de tamaño mediano tiene el doble de la huella de carbono, que un auto crossover, de modo que las mascotas son responsables de 64 millones de toneladas de gases como metano y óxido nitroso al año, los que representan un 20% de los gases que contribuyen al calentamiento global. Para comprender el porqué de esta circunstancia, se debe ver en perspectiva la cadena productiva de sus alimentos. Los perros y gatos son de origen carnívoro, y por lo tanto necesitan proteína. Así, si bien algunos dueños todavía alimentan a sus mascotas con sobras, ellas pueden ser peligrosas y difíciles de asimilar para el animal. Por ello hay una fuerte tendencia a nivel mundial a darles alimentos procesados. Las comidas premium, por ejemplo, son hechas con carne de mayor calidad y no, como solía hacerse, de vísceras. El problema es que esta práctica refuerza la presión ambiental contra el sector agropecuario: pastoreo, consumo de agua y emisiones de gas metano del ganado. Las emisiones escondidas de nuestros hogares

¿Cabe entonces dejar de criar animales de compañía? Stefany, quién también estudió Psicología Clínica, expresa que es poco probable que la gente reduzca su deseo por perros y gatos por razones ambientales: “actualmente, existen variables psicológicas complejas por las cuales las personas eligen tener estos animales. La posibilidad de hacer comunidad con personas de intereses similares, practicar deporte, viajar, etc. Se ha visto que también existen personas con diferentes psicopatologías a quienes les ha ayudado mucho la presencia de mascotas.”

¿Entonces que alternativas deben implementarse para aminorar su huella ambiental? La joven empresaria señala que no es distinto al simple ABC de la tenencia responsable. Lo ideal es verificar los ingredientes con los que se elabora la comida de nuestras mascotas; es adecuado preferir proteínas de origen vegetal antes que animal, y alimentarlo en la proporción y calidad justas, evitando las golosinas. Obviamente se debe visitar periódicas al veterinario, y controlar la reproducción. Pero el mejor hábito es permitir que el animal juegue y se ejercite. “Un animal sano, que tiene suficiente actividad física, digiere mejor.”

No obstante, es también necesaria la formulación de políticas públicas. “Al momento no contamos con datos oficiales respecto de la fauna urbana. Sin embargo, el censo del INEC (originalmente proyectado para noviembre 2020, pero postergado por la pandemia de COVID-19), por primera vez incluirá una pregunta para registrar perros, gatos y otras mascotas. Con esa información se podrán hacer estimaciones razonables también de sus emisiones en nuestro país.” —concluye Riofrío. Las emisiones escondidas de nuestros hogares

Chimeneas, BBQ y Hornos

El frío en la sierra es batallado desde la época de los ancestros indígenas con fogones, siendo actualmente también comunes en las viviendas las chimeneas y las estufas de hierro fundido. Igual, cuando los ecuatorianos evocan un buen momento junto a amistades y familia, seguramente piensan en una parrillada. Sin embargo, la gente no se percata que en los fuegos domésticos, al igual que en los automóviles, tanto el artefacto utilizado, como la calidad del combustible, marca la diferencia en las emisiones netas de CO2.

El uso de una chimenea por 24 horas iguala las emisiones del recorrido de un auto promedio en un año

Precisamente, el impacto ambiental de una chimenea encendida por un día entero equivale a un recorrido de 15.000 Km. en un vehículo de motor convencional. Esto se debe a que, mientras los métodos de captura de carbono en los escapes de los vehículos modernos controlan que se emita apenas 1 milésima de gramo por Km, los ductos de las chimeneas no utilizan catalización alguna, por lo que emiten hasta 2.5 gramos de particulado por hora. Es decir, en 24 horas igualan las emisiones del recorrido de un auto promedio en un año.

Sin embargo, no es que todas las chimeneas o las parrillas contaminen igual. La tecnología de estos aparatos está siendo revolucionaria. Las estufas ecoeficientes, de doble cámara, por ejemplo, queman la leña dos veces. Los modelos híbridos han incorporado la posibilidad de usar pellets o gas como combustible. Además, las nuevas estufas están reemplazando el tradicional recubrimiento interno de ladrillos refractarios, por tubulares que reducen el consumo de madera hasta en un 75%, y mejoran la disipación de calor.

Pero pese a los adelantos, el problema principal en el país es la mala calidad de la biomasa que utilizamos. En las ciudades no siempre es sencillo obtener leña. A pesar de que existen personas dedicadas a su expendio, las más de las veces la gente emplea palos de descarte (desechos de construcción, carpintería) o troncos caídos. El problema es que esta madera tiene ocasionalmente rastros químicos (pinturas, lacas, tríplex, aglomerados) que son extremadamente tóxicos, y no deben incinerarse jamás. Por otro lado, es necesario que la leña haya sido secada suficientemente. Cuando un madero está húmedo significa que retiene altas cantidades de carbono, genera más humo y es más contaminante y perjudicial para la salud. Además, la quema de leña húmeda aumenta la formación de creosota, un subproducto de la combustión, que se adhiere a las paredes interiores de los cañones de desfogue, la cual, si no es deshollinada de vez en cuando, puede encenderlos peligrosamente.

Países como Chile, han adoptado regulaciones crecientemente estrictas con miras a reducir la polución de chimeneas. No solamente los aparatos deben cumplir estándares tecnológicos, sino que las leñas que se comercializan deben ser certificadas, avalando un grado de 25% o menos de humedad. Ecuador sin embargo carece de este tipo de marco regulatorio.

Desperdicios de Comida Rápida

“¿Cuántas veces pediste comida en el último año?” —pregunta Esteban Pazmiño— “Por la pandemia quizá más que antes, ¿cierto?” La comida rápida adjunta cubiertos de plástico, platos, envases y sobrecitos de salsa. “Van automáticamente a la basura, y demasiadas veces sin ningún uso. Ese es un lujo absurdo desde un punto de vista energético.”

Pazmiño, catedrático de la USFQ y socio fundador de la agencia de publicidad Orange Juice, es también un activista pro-reducción del desperdicio de comida. “Descubrí la problemática en España, fue mi tema de máster; creamos un proyecto que estamos tratando de aplicar en Quito.”

Los condimentos de la comida producida en masa generalmente vienen en sobres monodosis llamados packets. La razón por las que hay tantos es porque son baratos de fabricar (estimaciones hablan de una producción global de 855.000 millones al año), pero también porque forman parte de nuestro patrimonio culinario. “No es simple prescindir de los condimentos —explica Esteban— son una cultura fuertemente arraigada. Hay que recordar que ya en el siglo XV, europeos como Colón se lanzaron a mares desconocidos en busca de especias. Es bastante viaje por un frasco de pimienta…” —sonríe. Las emisiones escondidas de nuestros hogares

La producción anual de sobres de comida equivale a la circulación anual de 10.000 autos en un año, aproximadamente el 5% del parque automotor de Quito.

La dificultad estriba en que estos empaques combinan materias primas complicadas de extraer y energía costosa de generar. Mientras botellas, cubiertos desechables y sorbetes son plásticos, los sobres de salsas son laminados multicapa que acoplan papel de plástico y una hoja metálica de aluminio para asegurar la resistencia y preservación. Pero el desperdicio no se recicla fácilmente, ya que las capas son difíciles de separar, y los sobres son pequeños y escurridizos. Estas consideraciones han obligado a fabricantes como Heinz, primero a rediseñar sus packets en favor del “Dip & Squeeze”; y anunciar que para 2025 estos serán 100% reciclables, reutilizables o biodegradables. “Pero dudo que tengamos una reversión significativa. Se hacen en todo el mundo y el volumen es elevadísimo.”

Otra cuestión es que “no hay cifras sobre los packets que aun cerrados, se lanzan al tacho” —puntualiza el catedrático. Hay quien refiere que un tercio e incluso la mitad de los sobres, unas 58.000 toneladas de salsas perfectamente comestibles llegan a los vertederos. Si estas estimaciones son correctas, su huella de carbono (aun descontando el impacto mismo del empaque) equivalen a la circulación anual de 10.000 autos en un año, aproximadamente el 5% del parque automotor de Quito.

Sin embargo, los sobres de salsas son apenas uno de tantos desperdicios ineficientes de los anexos de la comida rápida. Su uso efímero; el papel recubierto para evitar el traspaso de grasa, el riesgo para la salud de plásticos al contacto con el calor de los alimentos, son algunos de los problemas. “Para mí es importante resaltar también el tema urbano. Se ha probado que la basura de comida rápida constituye la mitad de la dejada en las calles.” —concluye Pazmiño. Las emisiones escondidas de nuestros hogares

La huella de carbono en los hogares es también un problema apremiante, donde entra en juego la voluntad de cada ciudadano por mesurar su impacto. El cambio está en cada uno de nosotros.