Ferrari Purosangue ha sido tal éxito de ventas
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El Ferrari Purosangue ha sido tal éxito de ventas que es un problema. La solución: ya no se puede comprar
Cumplía ya la mitad del mes de septiembre de este mismo año cuando Ferrari presentó oficialmente lo que ya era un secreto a voces: su primer SUV. El Ferrari Purosangue se mostró al mundo como una de las alternativas más brutales y capaces de la firma italiana. Pero, al mismo tiempo, sí, era un SUV. Un dato que, a los compradores, no parece haberles importado lo más mínimo.
O sí. Y precisamente por eso Ferrari ha decidido entrar en un mercado al que se ha resistido durante muchísimo tiempo. Mientras que Lamborghini siempre ha tenido menos complejos para la experimentación, cada gran cambio en Ferrari es una lucha intestina por equilibrar finanzas, obligaciones medioambientales, exclusividad y gustos del consumidor.
Una herejía bien hecha
¿Que tenemos ante nosotros con el Ferrari Purosangue? Un SUV. Un deportivo. Un deseo. Un motor. El primer modelo cinco puertas que sale de Maranello. Horror para los más puristas y una máquina de hacer dinero.
El principal problema (bendito problema, dirían algunos) para Ferrari es que sus cuentas marchan. De hecho, avanzan sin freno. Cuando Porsche lanzó su Cayenne fue toda una revolución que salvó la marca pero también era un salvavidas desesperado al que agarrarse. Aston Martin vive una situación parecida con su Aston Martin DBX. Y lo mismo sucede con el Maserati Levante.
Lamborghini no pasaba por ese problema cuando ha lanzado el Lamborghini Urus. El SUV ha conseguido las 20.000 unidades vendidas en menos tiempo que el Huracán, uno de sus modelos estrella. Con muchos menos complejos de los que ha tenido Ferrari, su marca rival no dudó que tenía que entrar en el mercado para ampliar su número de ventas.
Con los clientes adinerados aceptando al vehículo SUV en el mercado, con una base de clientes potenciales altísima, a Ferrari no le ha quedado más remedio que ceder. Básicamente porque cada unidad vendida genera una buena bolsa de euros, mientras que la tradición no genera un impacto inmediato en las cuentas de resultados.
Lo que sí supieron entender en Ferrari es que, ya que traicionarían parte de su esencia, lo haría siguiendo una de las frases de Enzo Ferrari, una de esas que parecen esculpidas en piedra en la mente de los seguidores de la marca: «Cuando usted compra un Ferrari, está pagando por el motor. El resto se lo doy gratis».
No es de extrañar que Ferrari optara por ofrecer un producto con un motor a la altura. La única manera de ganar a los reticentes era ofrecer un propulsor como el salvaje V12 de aspiración natural, casi 6.500 centímetros cúbicos y 725 CV de potencia (el más potente de la historia de Ferrari en un cuatro plazas). Uno de esos motores ya en peligro de extinción.
Los números lo respaldan
El mercado del coche de ultralujo está encontrando un buen mercado en el SUV. Además de todas las firmas ya señaladas, marcas como Rolls-Royce o Bentley también están ofreciendo esta carrocería. Saben que quienes pueden pagarlo ya no buscan los salvajes coches de antaño, el mercado se está moviendo a priorizar el confort.
Esto mismo sabe Ferrari. Pese a que sus modelos han sido durante años una oda a lo vehículos potentes y difíciles de llevar, hace tiempo que el mercado se ha domesticado. En parte por gustos de los clientes y en parte por las obligaciones en materia de seguridad que se han ido sucediendo.
No es de extrañar, por tanto, que el Ferrari Purosangue se venda con un motor brutal pero que pocos le sacarán todo el partido. Lo mismo sucedía con el impresionante Ferrari GTC4Lusso que también podía esconder un formidable V12 bajo el capó.
Dos meses después, la lista de espera para recibir un Ferrari Purosangue está cerrada. Se calcula que se entregarán entre 2.000 y 3.000 unidades anuales. Y la marca italiana podría aumentar su volumen de fabricación, pero no están por la labor.
Siguiendo otra de las máximas de Enzo Ferrari, la marca tiene claro que «Ferrari siempre producirá un coche menos de lo que el mercado demande». La estrategia en ese sentido siempre ha sido clara: conseguir generar deseo en el público a través de un mercado escaso.
Ya en 2021, Ferrari consiguió su récord de ventas. Sus 11.155 unidades colocadas en el mercado supusieron un aumento del 22% respecto a 2020 y, sobre todo, un 9,18% más que en 2019, cuando la producción no estaba aún afectada por la crisis de coronavirus. Se calcula que el SUV aumentará la producción de vehículos en un 20%. Y todo porque ha sido la marca la que ha cerrado pedidos.
También se dice que quien dio vida a la marca se refería a sus superdeportivo como «un sueño, sueño para los pocos afortunados que lo tienen y para la mayoría de las personas que no».Por eso, ahora la firma italiana tiene que lidiar con un problema, cómo aumentar su volumen de ventas sin diluir la marca, sin que Il Cavallino pierda el aura místico que desprende en cada coche. Bendito problema.