«El ‘Bolillo’ decía que yo era 5, 8 y 10 a la vez»

Alfonso Obregón Cancino fue un centrocampista completo. Marcaba, recuperaba el balón y lo distribuía con criterio. Por algo el “Bolillo” Gómez lo describió como un cinco, ocho y diez al mismo tiempo.

Se dio el lujo de estar en dos mundiales de fútbol: el de selecciones en 2002 y el de clubes de 2008. Después de su retiro del fútbol regresó a su natal Portoviejo para pasar con su familia.

Actualmente se mantiene vinculado al fútbol como entrenador de las formativas de Liga de Portoviejo y de la Selección de Manabí. Su lugar de trabajo es el Complejo de Picoazá, en la capital de la provincia. En ese lugar Obregón es una celebridad.

Jaime Iván Kaviedes asegura que gracias a usted se empató con Uruguay y se consiguió la clasificación al Mundial 2002.

Y no lo había visto de esa manera. Es que Uruguay se nos fue encima. Recuerdo que era tanta la euforia y la concentración y por eso decidí manejar un poquito la pelota. Además de que a Uruguay también le servía porque con ese marcador ellos iban al repechaje.

Pero en la parte final el juego se volvió lento. ¿Hablaron en la cancha con los uruguayos para aguantar el partido?

Sí, sí hablamos en la cancha… Con el “Chino” (Álvaro) Recoba, le dijimos que parara un poco porque ya había pegado un tiro al arco y nos asustamos un poco. Él nos decía en cambio que no le diéramos muy fuerte y recuerdo que Edwin (Tenorio) le daba con todo.

Es cierto que Kaviedes lo despertó el día del partido ¿Qué le dijo?

(Risas) ¡Ese flaco! Claro que lo recuerdo. Un día antes de los partidos uno hace un torito, un tenis con los pies, una pelota parada, el desgaste físico es mínimo.

El “Flaco” se había puesto a practicar penales de rabona, justamente con José Francisco Cevallos. Yo estaba acostado en la cancha viéndolos y ese “Flaco” se las mandaba todas (las pelotas) al ángulo, era un monstruo. Yo me fui con esa imagen. Al otro día a las siete de la mañana fue a levantarme y comenzó a caminar de un lado para el otro. Entonces me dijo: “soñé que iba a hacer un gol hoy y lo metía de penal y de rabona”. Yo me quedé pensando y le dije que fuera a descansar, que me dejara dormir.

¿Y lo creía capaz?

Sí, claro. Me levanté a las 10 y pensé bien. Si había un penal ese loco era capaz de cobrarlo de rabona y me iba a dar un infarto. Imagina, estábamos cerca de llegar a un Mundial y este loco la podía mandar afuera. Entonces yo le conté todo al “Bolillo”(Hernán D. Gómez). Él me dijo que lo dejara, que bien sabíamos que “él es un loco”. Pero luego nos dio el gol de la clasificación; lo soñó que lo haría de penal y de rabona, y lo hizo de cabeza. Eso nos llena de orgullo.

Antes del gol al “Nine” no le estaba yendo bien. Incluso el público pedía que lo sacaran.

No estábamos jugando un mal partido, a pesar de que íbamos perdiendo. Y sí, al “Flaco” no le estaba yendo bien. Hernán me informó que en cinco minutos más lo iba a sacar. Cuando me dijo eso me quedé helado. Pero (“Bolillo”) por sapiencia y ese don que tienen los grandes técnicos de esperar a los jugadores, a los goleadores sobre todo, lo aguantó. Tuvo razón.

Cuando el árbitro pita el final del partido el balón se queda en sus pies. ¿Qué hizo después?

Sí, yo me quedé con el balón, pero no recuerdo qué hice. De lo que sí me acuerdo es de la euforia de la gente; no lo podíamos creer. Fue histórico saber que formamos parte de esa selección que clasificó a un Mundial. Muchas veces no se lo dimensiona (cómo se debe) en ese momento.

Justamente la Tricolor es dirigida ahora por el entrenador que la condujo por primera vez al Mundial. ¿Cómo es la relación del “Bolillo” con los jugadores?

Muy buena, excelente. Primero la de un DT hacia un jugador y del jugador hacia el amigo, con mucho respeto. Te daba las posibilidades de poderle decir todo lo que tú sentías y tus problemas.

En mi caso, lo que hacía en la cancha nada más era retribuirle la confianza que me daba cuando me ponía de titular.

Pero algunos seleccionados perdieron la confianza del DT.

Él es un tipo que te da la mano y tampoco tienes que cogértele el brazo. Les sucedió a muchos jugadores que se estrellaron porque él era tan abierto y ellos pensaban que la cosa estaba muy linda y no era así. Había que saberlo llevar y tener un equilibrio.

¿Cómo califica su experiencia en el Mundial 2002?

Eso fue divino. Cuando sonó el Himno Nacional sentí que se me erizaba toda la piel, es algo increíble e indescriptible.

La forma en que cantas el himno, la euforia, con la frente en alto. Saber que estamos en el mejor escenario del mundo, que todos nos ven. Fue un privilegio, fue lo máximo que viví como futbolista.

¿Qué recuerda del debut?

Muchas cosas, esa selección (Italia) tenía grandes jugadores. Pero creo que el que más va a recordar ese partido será (Augusto) Poroso porque lo jodimos. Esas son las historias que no quisiera contar. El “Toro” (Christian) Vieri estaba en todo su apogeo, las metía todas. Y en un pelotazo lo cogió, lo arrimó, lo chispeó para allá y gol. Lamentable lo que le pasó a “Porosito”.

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¿Esa selección pudo hacer más?

Creo que era muy prematuro. Me parece que el desempeño que tuvimos fue el esperado. Nos faltaba mucho más para llegar hasta los octavos de final. Necesitábamos otro tipo de jugadores, más rápidos por las bandas. Dimos todo lo que teníamos.

Usted se conoció con su padre en 1996. ¿Tuvo algo que ver en su formación?

No, para nada, nunca tuve comunicación antes de 1996. Y en mi formación lo tuve solo como una referencia, lo veía reflejado porque me habían hablado muy bien (futbolísticamente) de él. Pero siempre quise saber dónde estaba este hijo de…

¿En qué momento comenzó a tomar en serio el fútbol?

Cuando me fui a Espoli (1991). Antes me entrenaba en Los Tamarindos en una cancha de tierra. Me acuerdo que el profesor Walter Farfán, que trabajaba en Deportivo del Valle, me vio jugar y me dijo que fuera a entrenar, que él era amigo de mi padre. Jugué el ascenso en ese equipo a los 15 años de edad.

¿Tuvo algún referente?

¡Híjole! No uno, algunos. Polo Carrera,José Villafuerte, Vinicio Ron, la “Fiera” Baldeón, Narváez, Ermen Benítez, yo vi mucho a El Nacional que ganó tres campeonatos, eso en Ecuador. A nivel internacional siempre me gustó mucho el juego de Fernando Redondo.

¿Siempre fue volante?

No. Inicialmente jugaba más adelantado, como delantero.

¿Quién lo retrasó?

(Carlos) Sevilla en Espoli, llegué de ocho y me puso a trabajar de cinco. En Deportivo del Valle era nueve.

Si le preguntan cuáles eran sus características, ¿cómo se define?

Me considero, como decía el “Bolillo”, un cinco, un ocho y un diez a la vez porque quitaba pelota, distribuía bien, generaba fútbol y metía pases en profundidad. Te cuento que una vez hicieron un estudio conmigo: ver cuántos pases buenos daba dentro de tres meses en todos los partidos y se dieron cuenta de que el porcentaje de error era del 1%. Algo así como Busquets.

¿Qué le faltó a Espoli en 1995 para quedar campeón?

Que jugara yo. Era titular y justo para esas finales ante Barcelona me lesioné en una práctica. No me acuerdo quién me pegó en el tobillo. Se me inflamó, se me hizo una pelota y no pude estar en las finales. Para la final en Quito tenía la oportunidad de infiltrarme y jugar, pero tuve miedo.

¿Qué le dejó el Espoli?

Todo. Hice muy buenos amigos, como Robespierre (Pinargote),Tigana” (Eugenio) Zambrano, “Bertoni”, “Pepe” Oleas, Guillermo Jauch, Wagner Rivera, Fernando Hidalgo, el finadito (Ángel) Buenaño.

Háblenos de Fernando Rodríguez Riolfo…

Muy alegre. Pero no es tan abierto como otros técnicos; era reservado. Muy trabajador, me enseñó muchas cosas que nunca había visto. Lo tenía de asistente a “Lucho” Granda, con quien siempre nos reíamos: Siempre el asistente debe ser el comodín entre el jugador y el DT y por eso debe tener esa química.

¿Cómo se dio su llegada a Liga?

En 1997 fue mi último año en Espoli y solo jugué los primeros seis meses del año, luego decidí pararme.

¿Pensó en retirarse?

No. Era el momento de cambiar de aires. Pero había un problema: en esa época los jugadores éramos esclavos de los clubes y para salir de un equipo uno debía pararse. Si me quería ir a otro equipo y el dirigente del club no quería, entonces debía retirarme dos años.

El año anterior (1996) me quisieron Barcelona, El Nacional y Liga, entonces me vine seis meses a mi casa y ahí fue cuando recibí la llamada de los dirigentes (de Espoli). Sabían que podían perder todo. Me manifestaron que me quería comprar Liga y que había las otras posibilidades. Y tras conversar decidí ir a Liga.

Luego de tres años, cuando Liga de Quito descendió, se fue a Delfín. ¿Qué pasó?

Habíamos descendido con Liga, y Hernán (Gómez) me dijo que me buscara un equipo de primera (serie A) para seguir viéndome ya que en la B era más difícil. Entonces hablé con la dirigencia y le dije que me iba a jugar un año a mi tierra y me prestaron a Delfín.

¿Cómo se vivió ese mal momento en Liga?

Fue medio tonto. Recuerdo que hasta Barcelona podía descender. Nosotros si ganábamos nos salvábamos, jugamos contra Olmedo en nuestra casa. Me acuerdo que íbamos perdiendo 3-0 con goles de “Pachegol” (Óscar Pacheco) y (Cristhian) el “Camello” Gómez y le empatamos 3-3. Al final pudimos ganar con un penal, pero un colombiano que no recuerdo el nombre (Jorge Díaz Moreno) lo falló y fue ahí cuando descendimos.

Yo no salí como una semana de mi casa en Quito. Fue terrible, la gente lloraba mucho, fue durísimo.

Regresa a Liga y el equipo cosecha éxitos, el más importante la Copa Libertadores de 2008. ¿Cuál fue la clave?

Mucha gente me pregunta eso. Yo creo que son muchos factores. Primero, arriba, los directivos espectaculares, no te faltaba nada en lo económico.

Segundo, teníamos a un técnico como (Edgardo) Bauza. Un año antes no le estaba yendo bien, no ganaba y la presión del hincha era fuerte, pero la dirigencia decidió dejarlo hasta fin de año para ver el rendimiento, incluso en una ocasión tuvo que salir en una ambulancia para que los hinchas no lo molestaran, pero luego de ese episodio comenzamos a ganar hasta quedar campeones (2007). Tercero, los jugadores estaban pasando por su mejor nivel: el “Beto” (Norberto) Araujo, Renán Calle, (Diego) Calderón, el “Pato” (Patricio) Urrutia, “Rambert” (Enrique) Vera,Alfonso Obregón. Él (Bauza) forma un 3-5-2 que el equipo llega a memorizar y mecanizar y era muy difícil que nos ganaran. Por último, aprendimos a jugar la Copa Libertadores, afuera empatando o perdiendo por un gol y en casa ganábamos 3 o 4 a cero. En nuestro estadio éramos muy fuertes.

Usted llegó con toda su experiencia mundialista a la final de esa Copa en el estadio Maracaná…

Teníamos un colchón (en el juego de ida Liga ganó 4-2), estábamos un poco tensos, pero confíabamos en que ellos (Fluminense) en Brasil se iban a ir con todo y los íbamos a contragolpear, con un gol los íbamos a liquidar porque en el contragolpe (Joffre) Guerrón y el “Chucho” (Luis) Bolaños te mataban. (Damián) Manso con su sutileza te hacía daño; (Claudio) Bieler era un guerrero que peleaba todas. Era un equipo muy compacto en todas sus líneas.

Cuéntenos de su experiencia en el Mundial de Clubes

Estuve en la banca en todos los partidos, no jugué. Tenía una pequeña lesión, pero sí viajé. Recuerdo que en la final ante el Manchester United estaba calentando atrás de uno de los arcos, expulsaron a un jugador rival (Nemanja Vidic) y yo decía: “Bauza, arriesga un poco más, mete un delantero”. Pero no lo hizo.

¿Por qué no dio el salto a un equipo de otro país?

Tuve algunas ofertas, pero siempre elevaron la pluma (el valor de sus derechos). Me pidieron del Cruzeiro, de Cobreloa… Y aquí en el país siempre me quiso Barcelona.

¿Y si le hacían una buena oferta se iba a Barcelona?

Una vez le dije a don Rodrigo Paz que me iba a Barcelona, pero me subió el valor.

¿Qué técnico lo marcó?

¡Uff! Muchos, cada uno dejó una enseñanza. Pero si me preguntas por uno, puede ser (Jorge) Fossati, era un monstruo, muy amigo de los jugadores, de las familias y ahí va el compromiso.

¿Con qué jugador se dio duro?

Con Edwin cuando él jugaba en Aucas. Peleábamos bastante. Cómo es la vida, llegamos a ser compañeros y seleccionados. También me acuerdo del “Chino” (Eddy) Guerrero. Ese te pisaba, te pegaba puñete, era duro.

¿Con quién se sentía más seguro jugando, con Urrutia o Tenorio?

Con los dos. Fueron grandes jugadores. Con Edwin sabías que se iba a partir y a correr por ti y con el “Pato” tenía más salida.

Si tuviera la oportunidad de volver a ser futbolista, ¿qué cosas no repetiría?

Salir mucho a discotecas. Más que todo cuando fui joven, salía martes o miércoles, que eran días de entrenamiento. En las concentraciones nunca.

¿Farreaba mucho?

Fui muy moderado en ese tema. Yo trabajaba durante la semana, entrenaba, jamás llegué borracho. Pero después de los partidos, cada 15 días o cada mes, me gustaba tomar cerveza en mi casa, en mi departamento, con mi familia sin que nadie me molestara y así no daba de comer a nadie.

¿Tomaba cerveza en Quito?

Me gustaba mucho la Corona con limón y sal. Era la única que tomaba.

¿Cuál fue el mejor gol?

El último de mi carrera. Se lo metí a Libertad en la Copa Libertadores (2008). Me llevé a varios jugadores. Y otro a Delfín en 1999, cuando me llevé a siete jugadores desde la media cancha.

¿Se retiró en el momento adecuado o pudo dar más?

Creo que me retiré en el momento ideal. Ya sentía que llegaba a destiempo, ya los muchachos más jóvenes te pasaban, cometía faltas más seguido, había subido de peso, ya no tenía las 150 libras, estaba en 170 y me costaba bajar.

¿Está jugando actualmente?

Hace cuatro meses que no. He subido de peso un poco porque estoy trabajando con los chicos en la escuela de fútbol, en la selección de Manabí, y en las formativas de Liga de Portoviejo.

¿Qué cosas les pide y recalca a sus dirigidos?

Una de mis preocupaciones con los jugadores manabitas que he visto acá es que son muy débiles de la cabeza, no tienen carácter fuerte. Hemos llevado muchos chicos a la Sierra y se regresan a los 15 días por la “mamitis” o el “papitis”. Todavía no hay ese compromiso para lograr cosas más importantes. Deberían ser más perseverantes.

¿El fútbol le dejó recursos?

Sí, me ha dejado una estabilidad económica que me permite vivir bien. Supe invertir, tengo bienes.

¿Qué cambiaría del fútbol ecuatoriano?

Yo le daría más valor a los técnicos nacionales para que puedan dirigir en la serie B sin la presencia de técnicos extranjeros. Esa es una forma de valorar a nuestros entrenadores. (I)