“Zola” es la mirada más vívida de la cineasta Janicza Bravo
No es fácil entender del todo el cine de Janicza Bravo. Al describir su trabajo, que ahora abarca nueve cortometrajes y dos largometrajes, incluida la nueva película “Zola”, pueden usarse adjetivos como surrealista, perturbador, satírico, absurdo, de otro mundo.
“Todas estas son palabras muy buenas y sexys para mí”, dice Bravo, riendo.
“Zola”, que A24 estrena en cines este miércoles, es la mirada más vívida de la realizadora de 40 años como una cineasta emergente. La película, que debutó en Sundance en enero de 2020, es una de las más esperadas del verano (boreal). Es muy posible que sea el primer largometraje adaptado de una cadena de publicaciones en Twitter: un hilo tristemente célebre, en su mayoría verídico, de 148 tuits de 2015 en los que A’Ziah “Zola” King escribió sobre un viaje por carretera en Florida a un club de striptease que terminó de manera violenta.
En manos de Bravo, la tormenta viral de tuits es un cuento de hadas estilo “El mago de Oz” que se torna en una pesadilla: una aventura alucinógena pero clara por el trabajo sexual, las redes sociales, la raza y la violencia que es a la vez fantástica y oscuramente real. La comedia y el terror se entrelazan. Lo mismo ocurre con el cine y la internet.
“Creo que todavía es en gran medida un paseo”, dice Bravo. “Sólo que no sé si es agradable todo el tiempo”.
Incluso para algunos de los colaboradores más cercanos de Bravo, explicar el sentimiento y el estilo de sus películas de ensueño y desorientación puede resultar complicado. A la mitad del rodaje de “Zola”, su diseñadora de producción, Katie Byron, se volvió a ella y le preguntó si había consumido mucha ketamina.
“Desafortunadamente, soy un poco recta”, dice Bravo. “Me atrae mucho crear una obra que se sienta un poco más grande que la vida. Está justo ahí. Es algo familiar, pero nos pasamos del volumen máximo”.
El estilo de Bravo le ha merecido muchos admiradores. Su segundo cortometraje, “Gregory Goes Boom” de 2013, fue protagonizado por Michael Cera como un parapléjico amargado. Jeremy O. Harris, el dramaturgo de “Slave Play”, lo vio en Sundance y se enamoró. En ese momento pensó que Bravo, por su nombre, era polaca, pero Bravo de hecho nació en Nueva York y creció en Panamá antes de mudarse a Brooklyn cuando tenía 12 años. Sus padres eran sastres, una fuente del estilo de Bravo.
“Lo que me encantó de esa película y de todas sus películas desde entonces es que tiene esta manera muy astuta y caótica de lidiar con las verdades más oscuras de la historia estadounidense al tiempo que te hace reír”, dice Harris mientras se recupera de una resaca y compra unos batidos tras una proyección de celebración de “Zola” en Fort Greene, Brooklyn.
Harris se hizo amigo de Bravo hace unos siete años. Cuando surgió la posibilidad de hacer “Zola”, Bravo le pidió que la escribiera con ella. Para Harris, “Zola” representa más que el logro promedio de Hollywood.
“El trabajo que ha estado haciendo ha sido tan consecuente que creo que la gente no tenía un (programa de) Rosetta Stone para entender el idioma en que ella hablaba”, dice Harris. “No estamos acostumbrados a escuchar a una mujer negra hablar en idiomas tan complejos dentro del cine independiente”.
“Zola” iba a ser dirigida originalmente por James Franco. Esa versión de la película, dicen los realizadores, era más despreocupada. Bravo y Harris abordaron la cadena de King en Twitter — una historia narrada de manera colorida y a menudo divertida — con más reverencia. Para Bravo y Harris, la cadena de publicaciones era una epopeya homérica moderna. Querían cimentar la película en la perspectiva de Zola y capturar la forma en que las mujeres negras pueden ser tratadas como desechables, y las consecuencias traumáticas de la apropiación blanca de la negritud.
“Cuando Janicza se unió, se centró más en mi voz”, dice King, quien es productora ejecutiva de la película y cuyos tuits se publicaron en un libro de tapa dura.
En la película, Zola (interpretada por Taylour Paige) es una camarera de Detroit cuya nueva amiga, una clienta a la que atiende, Stefani (Riley Keough), la insta a que pase un fin de semana con ella en Florida para divertirse y ganar dinero desnudándose. Keough interpreta a Stefani como imitando a Zola al adoptar sus gestos y sus frases. Para Harris, es una especie de cara pintada sin maquillaje negro; una escena que compara con “Bamboozled” de Spike Lee. Observamos cómo Stefani arrastra a Zola a una situación infernal.
“Zola” vira la cámara hacia la blancura. Es un tema presente en todo el trabajo de Bravo, incluido su largometraje anterior “Lemon” (sobre un actor fracasado poco atractivo, realizado con su exmarido y colaborador frecuente Brett Gelman); y una serie en desarrollo con Jake Gyllenhaal como Dan Mallory, el exitoso novelista conocido por su seudónimo de A.J. Finn que se inventó un pasado trágico que incluía un tumor cerebral. Para Bravo, la blancura a menudo es tratada como invisible y neutral. Su experiencia es lo opuesto.
“Quería establecer una conversación con la blancura y quería hablar de eso porque realmente no había visto a nadie hacerlo, especialmente en la comedia”, dice Bravo. “Por lo general, cuando se trataba de cuestiones raciales, se trataba explícitamente de razas. Y estoy interesada en incorporar la raza a mis circunstancias cotidianas. Así es para mí. Es mi propio procesamiento de sentirme limitada o sentirme menos y lo que es llevar esta piel y este cuerpo”.
Pero “Zola” oculta sus meditaciones reflexivas. A lo largo de la película, cada vez que un diálogo coincide con los tuits de King, un tintineo de Twitter suena como campanadas de una máquina tragamonedas. Es un toque que King considera “invaluable”.
“Cuando veo la película, es como un viaje en el tiempo, como si de repente me olvidara de dónde estoy y estuviera de vuelta en 2015. Ella realmente pinta esa imagen”, dice King. “La película se siente como Twitter. No sé cómo explicarlo, pero así es. Desde las comillas hasta las campanillas y la iluminación, se siente como si estuvieras en internet”.
Sea por su identidad, su infancia internacional o su instinto artístico, la habilidad de Bravo para hacer que lo familiar luzca extraño parece perfectamente compatible con “Zola”, una película con un pie en la vida real y otro en una realidad digital extraña y etérea. La película, dice, es una carta de amor al lugar de nacimiento de la historia: internet.