Violaciones de DD.HH. y más de 2,5 millones de refugiados: la guerra en Tigray, el brutal conflicto que quedó olvidado en medio de la crisis en Europa
Mientras todas las miradas del mundo se dirigen hacia la crisis en Europa, en la región septentrional etíope de Tigray sigue produciéndose un brutal conflicto que ha desencadenado un drama humanitario abismal. Con denuncias de atrocidades equivalentes a crímenes de guerra, masacres, hambrunas y más de 2,5 millones de desplazados, la guerra en esta región no solo se fundamenta en la violencia política sino también en la división racial.
Si se compara la situación de Tigray con otros conflictos armados en curso, las cifras son escalofriantes. Respecto a las muertes de civiles, por ejemplo, el conflicto en Ucrania se ha saldado con cerca de 4.700 muertos a finales de junio, según la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, mientras que en Tigray se cree que han fallecido hasta 500.000 personas, según estimó en marzo la Universidad de Gante (Bélgica). Además, como resultado del conflicto en Etiopía, 13 millones de personas necesitan ayuda alimentaria, de acuerdo con datos de las Naciones Unidas.
Sin embargo, en los últimos días surgió una nueva ventana de esperanza para dar fin a este conflicto, ya que las autoridades etíopes nombraron un equipo de siete negociadores para posibles conversaciones de paz con las fuerzas de Tigray. El anuncio se produce después de que el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, anunciara a principios de junio la formación de un comité para gestionar las negociaciones con el partido gobernante de Tigray, que el gobierno declaró grupo terrorista el año pasado.
«El Partido de la Prosperidad, en el poder, ha trazado planes para resolver la guerra en el norte de Etiopía de forma pacífica», dijo el ministro de Justicia, Gedion Timothewos, a los medios de comunicación estatales a última hora del lunes.
La guerra de Tigray
En noviembre de 2020, en el norte de Etiopía estallaron enfrentamientos bélicos entre el Gobierno central (respaldado por las Fuerzas de Defensa de Eritrea) y las Fuerzas de Defensa de Tigray (FDT), integradas por las Fuerzas Especiales del gobierno regional de Tigray y miembros de partidos políticos como el Frente de Liberación Popular de Tigray (FLPT), entre otros. El conflicto provocó miles de muertes entre los civiles.
Pero la violencia no es meramente política, sino también racial. Existe un antiguo conflicto entre los tres principales grupos étnicos de Etiopía (Oromos, Amharas y Tigrayanos), así como el deseo de los eritreos de saldar una vieja cuenta pendiente con Tigray tras décadas de conflicto fronterizo. Las tensiones étnicas resultantes han provocado una violencia que no se limita a Tigray, ya que la etnia tigresa sufre ataques por todo el país.
A finales de marzo del año pasado, la ONU ya reportaba más de 500 casos denunciados de violación sexual en la zona. Asimismo, en mayo de ese mismo año, el patriarca de la Iglesia ortodoxa etíope, Abune Matías, denunció un «genocidio» en la región.
Un mes después, la FDT reconquistó gran parte de Tigray, y luego presionó hacia Amhara y hacia la capital de Etiopía, Addis Abeba. Las fuerzas tigresas regresaron bruscamente a Tigray y pidieron acceso humanitario inmediato. A día de hoy, los combates continúan, y las fuerzas etíopes siguen bloqueando el acceso a los necesitados.
Además de la implicación de Eritrea en la guerra de Tigray, el gobierno etíope de Abiy ha internacionalizado el conflicto de varias maneras. Los mortíferos enfrentamientos fronterizos y las disputas territoriales entre Etiopía y Sudán han aumentado, lo que ha provocado tensiones entre los dos países, ya que los etíopes acusan al Gobierno sudanés de colaborar con los rebeldes. De igual forma, durante las hostilidades, Etiopía ha logrado recuperar territorio con la ayuda de aviones no tripulados de otros Estados, como Turquía, Emiratos Árabes Unidos e Irán.
«Desastre humanitario» y reacción internacional
Responsables del Programa Mundial de Alimentos de la ONU (WFP) advirtieron el pasado 14 de enero que la región de Tigray se encuentra al borde de un «desastre humanitario» debido a la imposibilidad de llevar alimentos a la zona. A causa de los brutales enfrentamientos, un convoy con ayuda humanitaria no pudo arribar a Mekele, la capital de esa región, durante meses, antes de poder hacerlo a mediados de abril. En consecuencia, los alimentos nutricionalmente enriquecidos para niños y mujeres desnutridos ya se agotaron.
«Ahora tenemos que elegir entre quién pasa hambre para evitar que otros mueran de hambre», expresó en enero el director regional para África oriental del WPF, Michael Dunford, quien agregó que necesitan «garantías inmediatas de todas las partes» para que puedan establecer corredores humanitarios seguros.
Posteriormente, en febrero una histórica denuncia legal presentada ante el máximo organismo de derechos humanos de África determinó que Etiopía ha cometido una amplia gama de violaciones de los derechos humanos en su guerra contra las fuerzas rebeldes tigresas, incluyendo asesinatos en masa, violencia sexual y ataques militares a civiles.
«Tengo que ser contundente y honesto al decir que el mundo no trata a la raza humana de la misma manera. Algunos son más iguales que otros«, declaró el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, de etnia tigresa, en una conferencia de prensa celebrada el 13 de abril. Recalcó:
«Ucrania es muy importante, pero ni siquiera una fracción de esa atención se le está dando a Tigray, Yemen, Afganistán, Siria, y otros».
«En Etiopía, 6 millones de personas de Tigray llevan casi 500 días bajo el bloqueo de las fuerzas etíopes y eritreas. El 83 % de la población sufre inseguridad alimentaria. Casi no hay combustible, dinero en efectivo ni comunicaciones. La situación es catastrófica. La gente está muriendo», aseguró Tedros en marzo de este año.
A pesar de que las organizaciones transnacionales humanitarias se han pronunciado ante el genocidio y los crímenes de guerra en el Tigray, los principales gobiernos del planeta han brillado por su poca asertividad. El profesor Mulubrhan Balehegn, de la Universidad de Florida, recuerda que, apenas dos meses después del inicio de la operación especial de Rusia en Ucrania, el presidente de EE.UU., Joe Biden, y los legisladores canadienses ya habían utilizado el término «genocidio» en sus críticas hacia Moscú. Sin embargo, estos mismos gobiernos no solo restan importancia a un genocidio real y una limpieza étnica ampliamente documentada en la región de Tigray, sino que siguen prestando apoyo diplomático al gobierno etíope, agrega el analista.
La prisa de los líderes occidentales por declarar que se está produciendo un genocidio en Ucrania y evitar hacerlo en el caso de Tigray, cuando ya han transcurrido veinte meses de guerra, según Balehegn, puede ser el síntoma de un orden mundial neoliberal cuyos principios básicos y prescripciones de política global producen atrocidades masivas para luego provocar respuestas selectivas basadas en intereses políticos, económicos y de seguridad.