Uno de los superordenadores más potentes del mundo ayuda a descubrir en Japón un ‘amplificador’ natural de terremotos oculto bajo la corteza terrestre
Una masa de rocas plutónicas del tamaño de una montaña y oculta debajo de la corteza terrestre, cerca de la línea costera de la isla Honshu (la más grande del archipiélago de Japón), amplifica la intensidad de los terremotos en la región, según comunicó este lunes un equipo de investigadores liderado por el geofísico Adrien Arnulf, de la Universidad de Texas.
Los científicos examinaron millones de datos sobre actividades telúricas registradas en esa área en el transcurso de más de dos décadas. Con ayuda de la supercomputadora LoneStar5, una de las más poderosas del mundo, se analizó cómo el carácter de las ondas sísmicas varía en función de la densidad y otras propiedades de este macizo rocoso encajado en la corteza, conocido como plutón Kumano. Además, los investigadores crearon en 3D la primera visualización completa de la roca.
En geología, se conoce como plutones a las masas de rocas que se originan por el ascenso del magma fundido desde el manto terrestre y que se enfrían y solidifican paulatinamente antes de alcanzar la superficie. Estos materiales tienen elevada densidad y contrastan con su entorno geológico.
El plutón Kumano se encuentra en el área de subducción de Nankai, una fosa donde han surgido algunos de los temblores más potentes de la historia. Fue descubierto en 2006, pero hasta ahora los científicos desconocían su tamaño real y su rol en las actividades sísmicas.
Los autores del nuevo estudio, publicado recientemente en la revista Nature Geoscience, concluyen que, debido a su enorme tamaño y extremadamente elevada densidad, este plutón provoca una deformación de la corteza terrestre. Esta flexión empuja al agua subterránea, haciendo que esta se filtre debajo de la corteza y amplificando aún más la tensión en las placas de la litósfera.
Como resultado, los sismos que se originan en la zona del plutón Kumano cobran más fuerza. Esto podría explicar, por ejemplo, la intensidad de los terremotos que se registraron allí en 1944 y 1946, con una magnitud superior a ocho.
«No podemos predecir con exactitud cuándo, dónde o de qué magnitud serán los futuros terremotos, pero si combinamos nuestro modelo con los datos de vigilancia, podemos empezar a estimar los procesos que se producirán en un futuro próximo«, explicó Shuichi Kodaira, director de la Agencia Japonesa para la Ciencia y la Tecnología Marina-Terrestre y coautor del estudio. «Eso proporcionará datos muy importantes para que el público japonés se prepare para el próximo gran terremoto», añadió.
Por su parte, Adrien Arnulf señaló que el hecho de que su equipo pudiera «hacer un descubrimiento tan grande en una zona que ya está bien estudiada […] abre los ojos a lo que podría esperar en lugares que están menos vigilados».
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