Una periodista de The Washington Post critica el sistema de antidopaje existente y afirma que «no hay ni una sola razón para penalizar a Valíeva»
El futuro en los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín de la patinadora rusa Kamila Valíeva cuelga de un hilo después de que la Agencia Internacional de Control (ITA, por sus siglas en inglés) anunciara que la prueba de dopaje que se le realizó el 25 de diciembre de 2021 mostró la presencia de trimetazidina.
El resultado del análisis llegó el 8 de febrero, tras lo cual la Agencia Antidopaje Rusa (RUSADA) impuso a Valíeva una suspensión provisional, aunque fue levantada tras la apelación de la deportista, presentada el 9 de febrero. No obstante, y a pesar de que el COR señaló que la patinadora, de 15 años, dio negativo en los test a los que se había sometido antes y después de la fecha mencionada, el Comité Olímpico Internacional, la Agencia Mundial Antidopaje y la Unión Internacional de Patinaje sobre Hielo solicitaron impugnar la decisión de la RUSADA y quieren que se restablezca la suspensión.
A día de hoy, no está claro qué decisión puede tomar el Tribunal de Arbitraje Deportivo en torno a la participación de Valíeva en próximas pruebas olímpicas ni si se denegará la medalla de oro al combinado del COR, en el que exitosamente compitió la joven. En relación a la polémica que desencadenó su caso, la periodista del diario estadounidense The Washington Post, Sally Jenkins, mostró su apoyo a la patinadora rusa en un reciente artículo y criticó el sistema de antidopaje existente.
«Es una acusación del sistema, no de ella»
«La historia de Valíeva ha expuesto a la Agencia Mundial Antidopaje una vez más por su toxicología de mala calidad, persecuciones arbitrarias y espirales legales interminables», escribió Jenkins. La periodista señala que «no hay evidencia firme» de que una pequeña dosis de trimetazidina le diera a Valíeva una ventaja adicional en las competiciones o de que la patinadora tomara «deliberadamente» la sustancia.
«Hay pruebas abrumadoras de que ya es la mejor patinadora artística de su tiempo, y tal vez de cualquier otro. Ella sobresale. No hay sustancia, ninguna, que explique su arte, la impresión de que ella es llevada en alto por las cuerdas de Dios, excepto la inspiración», reza el artículo, agregando que «la AMA es como un gato enloquecido por este caso, enredado en sus habituales madejas de ilógica conflictiva, y eso es una acusación del sistema, no de ella«.
Jenkins recalca el hecho de que el 25 de diciembre Valíeva acudió a un laboratorio de la AMA en Estocolmo (Suecia), donde los resultados de su muestra debían de estar listos en unos 10 días. Sin embargo, tardaron «inexplicablemente» dos meses y no se anunciaron hasta este martes, tras su triunfo en los Juegos Olímpicos. Mientras tanto, las otras pruebas que se tomaron antes y después de esta, incluso en Pekín, «aparentemente estaban limpias». «Esto es típico de la intolerable desidia de la AMA (y tal vez politización) de la que los atletas se han quejado durante años», asegura en la nota.
«Este caso debería ser simple. El sistema de pruebas se equivocó, y no hay ni una sola razón para penalizar a Valíeva«, destaca Jenkins, enfatizando que los organismos deportivos «son incapaces de resolver el asunto con sensatez, porque son estructuras falsas que imponen sobre atletas individuales una política de ‘en caso de duda, castigar’, para que parezca que tienen ética, aunque no tienen ninguna».
Un medicamento para las anginas
La autora del artículo señala que la trimetazidina es un medicamento que se receta en Europa en caso de anginas, pero está incluido en la lista de prohibiciones de la AMA debido a la teoría de que los atletas pueden usarlo para obtener «algún tipo de beneficio a la máxima frecuencia cardíaca».
Para contrastarlo, Jenkins citó a la experta Emily Giambalvo, de The Washington Post, quien declaró que «hay poca literatura médica que demuestre su efecto en los deportes«. Lo mismo se destaca en un estudio publicado en The American Journal of Therapeutics, que asegura que el fármaco «no ejerce ningún efecto sobre el flujo coronario, la contractilidad, la presión arterial o la frecuencia cardíaca. No tiene propiedades inotrópicas o vasodilatadoras negativas significativas en reposo o durante el ejercicio».
Mientras tanto, los posibles efectos secundarios de la trimetazidina pueden generar «ardor gástrico o esofágico, calambres musculares, mareos, molestias inducidas por el esfuerzo, depresión, sedación y/o somnolencia, palpitaciones, trastornos visuales, anorexia e hiperorexia», así como «posibles trastornos motores que incluyen temblor y rigidez muscular». «Sí. Eso es lo que quiere un patinador artístico«, ironiza Jenkins, aseverando que, en su opinión, el caso de Valíeva está plagado de «rumores, sospechas y resentimientos por parte de otras naciones».
Asimismo, la autora recordó que en una ocasión más de 100 atletas, la mayoría de ellos rusos, ya fueron acusados de dopaje por tomar Meldonium, un medicamento que se puede adquirir libremente en Europa oriental. En aquel entonces, «sus prohibiciones fueron revocadas porque los policías payasos de la AMA no sabían lo suficiente al respecto, ni siquiera tenían datos confiables sobre cuánto tiempo tarda el cuerpo en excretarlo». «Puede suponer que sus datos sobre la trimetazidina son casi igual de confiables», remarcó.
«Solo se puede esperar que la obvia pureza de la actuación de Valíeva, sus aliviadoras líneas limpias, su ligereza suprema en el aire y su arte insuperado lo venzan todo y se le permita hacer aquello para lo que nació, patinar«, señala Jenkins.
«La criminalización de la virtuosa Kamila Valíeva, de 15 años, es el desastre moral que los seudopuritanos […] del movimiento antidopaje llevan todos estos años pidiendo con su ‘tolerancia cero’. Ha llevado a la condenación de un inocente», aseveró.
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