Un experimento determina que el sueño nocturno más prolongado no siempre implica más beneficios (pero la siesta, sí ayuda)
Dormir más tiempo durante la noche no necesariamente se traduce en un efecto beneficioso para la salud y el bienestar de una persona, sugiere un reciente estudio publicado en la revista The Quarterly Journal of Economics.
La investigación se enfocó en personas de bajos recursos que residen en zonas urbanas de países en vías de desarrollo, cuyo ambiente de vida puede resultar poco apropiado para conciliar un sueño de calidad a raíz de múltiples interrupciones.
Los autores del trabajo estudiaron los patrones de sueño de 452 voluntarios, habitantes de la ciudad india de Chennai, en el transcurso de un mes. Para ello, utilizaron dispositivos de actigrafía, un mecanismo de sensores — por lo general ajustables a la muñeca— que permite monitorear los ciclos de sueño en condiciones caseras, prescindiendo de equipos de medición complejos.
Una baja eficiencia de sueño
Gracias a los dispositivos, los expertos pudieron determinar que los voluntarios se despertaban aproximadamente 31 veces por la noche y dormían un promedio de 5,5 horas, aunque permanecían alrededor de ocho horas en la cama. Los resultados concluyeron que la eficiencia de sueño es similar a la de personas que padecen desórdenes de sueño tales como el síndrome de apneas obstructivas o insomnio.
«En Chennai puedes ver a gente durmiendo en sus ‘rickshaw’ [triciclos motorizados]. Con frecuencia hay cuatro o cinco personas durmiendo en la misma habitación donde hay mucho ruido, ves a gente durmiendo entre segmentos de la calle próximos a una autopista», explicó Frank Schilbach, economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts (EE.UU.) y uno de los autores de la publicación.
«Es increíblemente caluroso por la noche y hay un montón de mosquitos. Esencialmente, en Chennai puedes encontrar cualquier [fuente] potencial de irritación o factores adversos de sueño», añadió.
Sin efectos beneficiosos
Los científicos lograron que los participantes incrementaran en promedio unos 38 minutos el tiempo de descanso nocturno, aportándoles información pertinente, alentándolos a dormir más y mejorando su ambiente de sueño, aunque esto solo produjo una media de 27 minutos adicionales de sueño efectivo.
A lo largo de todo el experimento, los especialistas evaluaron la atención, la productividad, la toma decisiones y el bienestar psicológico de los participantes empleando los datos en un programa informático especialmente diseñado para el estudio.
Sin embargo, el tiempo extra de sueño nocturno no conllevó ninguna mejora en ninguno de esos parámetros.
Calidad vs. cantidad
Por otra parte, la mitad de los voluntarios durmieron además una siesta de media hora durante su jornada laboral y en este caso sí se observó una mejora sustancial en la productividad, las funciones cognitivas y la sensación de bienestar.
Los investigadores concluyen que el ambiente de vida, así como el estrés y las preocupaciones que con frecuencia experimentan las familias de bajos recursos, pueden limitar el sueño más profundo y regenerador.
Además, instan a realizar más estudios en los países en desarrollo, centrados en la calidad de sueño más que en su duración. Y advierten de tener cuidado al extrapolar las investigaciones sobre el sueño hechas en condiciones de laboratorio en países ricos al resto del mundo.
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