Un excirujano confiesa que estranguló a su esposa y la arrojó «desde un avión al océano» tras proclamarse inocente por más de tres décadas
Robert Bierenbaum, un excirujano plástico y experimentado piloto que fue condenado por asesinar en 1985 a su esposa, Gail Katz, confesó, después de más de tres décadas de proclamar su inocencia, haberla matado y arrojado su cuerpo desde un avión.
El hombre, que fue sentenciado en 2000 a cadena perpetua, hizo la confesión en diciembre de 2020 ante la junta de libertad condicional, según informó este jueves ABC News, que obtuvo acceso a la transmisión de la audiencia.
«Quería que dejara de gritarme y la ataqué», admitió finalmente Bierenbaum, citado por el medio. Cuando se le preguntó cómo mató a su mujer, declaró que la «estranguló». «Estábamos volando. Abrí la puerta y lancé su cuerpo desde el avión al océano«, explicó, añadiendo que la asesinó porque era «inmaduro» y «no sabía cómo manejar la ira», según la transcripción.
Su confesión conmocionó a todos los implicados en el caso. «Me quedé en plan de ‘Santo cielo, ¿me estás tomando el pelo?'», dijo en el programa ’20/20’ Dan Bibb, uno de los fiscales que inculparon a Bierenbaum. «Me quedé atónito, porque siempre pensé que nunca llegaría el día en que confesara y que asumiera la responsabilidad de haber matado a su mujer», agregó.
Actualmente, Bierenbaum sigue en prisión y a la espera de su próxima audiencia de libertad condicional, que está prevista para el venidero noviembre.
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— 20/20 (@ABC2020) October 20, 2021
El caso
Gail Katz desapareció el 7 de julio de 1985. Su marido dijo a la familia y declaró a la Policía que habían tenido una pelea en su apartamento y la mujer se había marchado, mientras él se había quedado en casa. La hermana de la mujer, Alayne Katz, no se creyó su historia. Tras unos meses, la Fiscalía inició la investigación.
Al saber de la afición de Bierenbaum a volar, Andy Rosenzweig, investigador jefe de la Oficina del Fiscal de Distrito de Manhattan, consultó con el aeropuerto de Nueva Jersey, donde al cirujano le gustaba alquilar aviones, y descubrió que había rentado uno el 7 de julio de 1985, para luego trucar el registro de vuelo y hacer parecer que había volado al día siguiente. La hipótesis del oficial era que el médico había matado a su mujer y luego arrojó su cuerpo al océano Atlántico.
Sin embargo, sin un cadáver de por medio, la Oficina del Fiscal dijo en aquel momento a la familia de Katz que no tenía suficientes pruebas para presentar cargos contra Bierenbaum y cerró la investigación, lo que permitió al sospechoso seguir viviendo como un hombre libre.
En mayo de 1989, casi cuatro años después de la desaparición de Katz, se halló un torso en costas del distrito Staten Island de Nueva York. Era una época anterior a los análisis forenses de ADN, y los investigadores solo pudieron utilizar viejas radiografías de tórax para determinar si pertenecía a la desaparecida. «Un técnico de rayos X comparó esa radiografía con el torso y dijo: ‘Esta es Gail‘», narró la hermana de la fallecida. «Ahora (…) tenemos un cuerpo que enterrar. Tenemos un cierre», agregó.
El caso seguía sin avances en 1998, cuando Rozenzweig volvió a ponerse en contacto con la familia de la víctima. Para entonces ya existían las técnicas forenses del ADN, por lo que el investigador convenció a los parientes de Katz para que se exhumara el torso y se le sometiera a pruebas. «Para nuestra sorpresa, el resultado fue que Gail Katz había sido eliminada como contribuyente de esa muestra«, dijo Dan Bibb.
En 2000, un gran jurado acusó finalmente a Bierenbaum de asesinato en segundo grado. «Sabíamos que iba a ser el juicio más duro que habíamos tenido. Sin pruebas forenses, sin testigos oculares, totalmente circunstancial», señaló el fiscal. «No había ninguna conclusión previsible para ese caso, ni mucho menos», agregó.
Uno de los mayores obstáculos en el juicio, para los fiscales, fue convencer al jurado de que Bierenbaum podía pilotear una avioneta y al mismo tiempo empujar un cuerpo fuera de ella, por lo que filmaron una recreación de tal escenario. Tras cinco horas y media de deliberación, el jurado declaró al hombre culpable de asesinato.