Un análisis de ADN sugiere que los antiguos mayas tenían imponentes parques alrededor de sus fuentes de agua
En lo profundo de las selvas tropicales del norte de Guatemala se encuentra la antigua ciudad maya de Tikal, una bulliciosa metrópolis que hace un millar de años comprendía carreteras, plazas pavimentadas, imponentes pirámides y templos y palacios, además de miles de hogares para sus residentes, todos apoyados en la agricultura.
A todo ello, investigadores de la Universidad de Cincinnati (EE.UU.) suman ahora que los embalses de Tikal, fuentes vitales de agua potable para sus habitantes, estaban bordeados de árboles y vegetación salvaje que habrían proporcionado no solo sustento sino una belleza natural en el corazón de la ajetreada urbe.
En marco de su estudio, cuyos resultados fueron publicados en la revista Scientific Reports, los especialistas norteamericanos desarrollaron un novedoso sistema para analizar el ADN de plantas antiguas halladas en sedimentos de los reservorios del templo y el palacio de Tikal.
Sus hallazgos dibujan la imagen de un oasis salvaje y exuberante: identificaronmás de 30 especies de árboles, pastos, enredaderas y plantas con flores que recubrieron las orillas de los flujos de agua hace más de 1.000 años.
David Lentz, paleoetnobotánico e investigador principal del estudio, detalló a Science Daily que los resultados de la secuenciación del ADN mostraron que la mayor parte del centro de la ciudad de Tikal estaba pavimentada y tenía una exuberante vegetación. Añadió que debido a las altas temperaturas, tenía todo sentido que la urbe dispusiera de «lugares bonitos y frescos» junto al embalse.
Nicholas Dunning, coautor del estudio, agregó que, dado que la de los mayas era una cultura forestal con una cosmología que incluía múltiples elementos relativos a los bosques, las sagradas arboledas adyacentes al manantial y su estanque, en el corazón de la ciudad, fueran un potente símbolo de su profundo respeto y consideración por la naturaleza circundante.