Resuelven en España el asesinato de una mujer que desapareció hace dos décadas
19 años después de la desaparición de Juana Canal, una madrileña de 38 años que entonces tenía dos hijos de 16 y 18 años, comienzan a conocerse todos los detalles de lo sucedido aquel 22 de febrero de 2003.
Jesús P., quien era su pareja, confesó la pasada noche que la mató de un golpe después de una fuerte discusión, aunque esa no era su intención. Además, ha relatado que ante el temor de que le descubriese el hijo mayor de la mujer, que esa noche había salido, descuartizó el cuerpo en la bañera y lo transportó en dos maletas a su coche.
Con ese vehículo se desplazó a unos 100 kilómetros de la capital española, a un municipio en la provincia de Ávila en la que tenía una finca su familia. Allí, en mitad del monte, a unos dos kilómetros de la vivienda de sus familiares, cavó dos hoyos y enterró los restos mortales.
Detienen a la expareja de Juana Canal 19 años después de su desaparición https://t.co/TF83DMD215
— ALERTA DESAPARECIDOS (@sosdesaparecido) October 26, 2022
Antes, había dejado una nota en su domicilio para despejar las sospechas. Le decía al hijo de la mujer que ambos habían discutido fuertemente y que su madre se había marchado después de tomar una gran cantidad de pastillas.
Versión previa
Esta no fue la primera versión del detenido. Unas horas antes, sostuvo ante los agentes que se había encontrado a la mujer muerta cuando llegó a la vivienda, se asustó y procedió a descuartizar el cuerpo para posteriormente enterrarlo.
Con esta confesión, se cierran casi dos décadas de incertidumbre para la familia de Canal.
El caso volvió a ser investigado en 2019, cuando un senderista encontró por casualidad unos huesos que las pruebas genéticas posteriores determinaron que pertenecían a Juana Canal. Más tarde, ya este 2022, una jueza ordenó que se pinchara el teléfono de Jesús P.
El hombre se había casado con otra mujer seis meses después de la muerte de la que había sido su pareja. Había tenido cuatro hijos y se dedicaba a regentar un negocio ambulante de perritos calientes.
Sin embargo, cuando conoció que se habían encontrado algunos restos mortales de Canal y que había presencia policial en el pequeño pueblo de Ávila, acabó cometiendo una imprudencia por teléfono que llevó a su posterior detención: «A estas alturas ya no creo que la Policía me pille». Unas palabras que hacen sospechar que pudiera haber un cómplice o, al menos, un encubridor.