Renovación vehicular con auto eléctrico. Entre el progreso tecnológico, las estrategias de mercado, y el espíritu de la época, la historia automotriz evidencia que nada es lo mismo por mucho tiempo. Si tienes alguna inquietud recuerda contactarnos a través de nuestras redes sociales, o regístrate y déjanos un comentario en esta página. También puedes participar en el WhatsApp. Si usas Telegram ingresa al siguiente enlace.
A la larga la práctica del “facelift” (reestilizar la carrocería como signo de novedad) que se generalizó en la industria, derivó en que tengamos autos con año como apellido, “Dodge Charger del 1969”, “Volkswagen Golf 1992”, o “Toyota RAV4 2019”; vehículos que sin duda pueden desplazarse de lugar a lugar, pero que están rígidamente congelados en el tiempo.
Para muchos analistas, la obsolescencia automotriz es un sello de identidad de la sociedad de consumo antes que del progreso tecnológico.
En otras ocasiones la obsolescencia viene programada desde la propia manufactura. La durabilidad de los materiales empleados, y el dejar fuera de stock refacciones vitales, fuerzan materialmente al consumidor a reemplazar su vehículo.
Empero, no es falso que otros factores inciden poderosamente en la caducidad de un automóvil. El primero y más obvio es la real innovación técnica. Las mejoras en prestaciones de rendimiento, consumo, seguridad o confort, han sido introducidos en la línea de alta gama, para luego normalizarse en la industria. 1930, el radio para autos; 1959, los cinturones de seguridad; 1988, los airbags; 2002, las cámaras reversas; 2020, el automóvil autónomo.
Otro importante factor va a estar dado por la prosperidad de los tiempos. Las recesiones son grandes maestras del ingenio, y ello pasó justamente en 1973. En las postrimerías del embargo petrolero que encareció la disponibilidad y precio de las gasolinas, EEUU debió rebajar el límite nacional de velocidad a 88 km/h, con el fin de reducir el consumo, y además promulgó las regulaciones CAFE (Corporate Average Fuel Economy) para reducir el cilindraje de los vehículos. Fue entonces cuando los autos largos y pesados, los “buques”, quedaron relegados como excentricidades de época.
Un tercer factor de obsolescencia automotriz es en cierta medida confluencia de los otros que hemos señalado, pero surgió como respuesta a la crisis medio ambiental. La contribución del transporte a la emisión de gases de efecto invernadero, reveló la importancia de descontinuar los motores contaminantes.
No obstante, la adopción de los motores sustentables como el nuevo estándar, no implica un punto de llegada para la innovación, sino de partida. La interrogante se centra hoy en si un vehículo eléctrico (VE), por ejemplo, al tener menos piezas, y por lo tanto generar menos desgaste de partes, puede alargar su vida útil en relación a los autos tradicionales.
La adopción de los motores sustentables como nuevo estándar, no es un punto de llegada sino de partida para la innovación. La interrogante se centra hoy en cuánto un vehículo eléctrico, al tener menos piezas, puede alargar su vida útil.
La respuesta a este desafío es todavía incierta, y lo es porque los vehículos contemporáneos son como hace 100 años habitáculos con ruedas, pero son a la par genuinas computadoras. Hoy todas sus funciones mecánicas están mediadas por complejos sistemas informáticos. De forma que los adelantos corren en dos vías, la del hardware y la del software. Se espera que todas estas características se incrementen con nuevos métodos como las baterías de estado sólido. Además, la posibilidad de carga inalámbrica podría dejar la extendida guerra de formatos de los cargadores, justamente, obsoleta.
Pero al mismo tiempo, la degradación de las baterías es el principal factor que induce al recambio vehicular.
El desarrollo informático es tan vertiginoso, que los fabricantes emiten actualizaciones constantemente. Para algunos la actualización asegura un sometimiento de los consumidores con la casa matriz que superaría por largo el sueño más ambicioso de Sloan. O podría pasar todo lo contrario, el origen de mejoras tan pequeñas e imperceptibles, que el conductor no las precise sino rara vez, y pueda disfrutar un VE sin cambios por un periodo relativamente extenso de tiempo.
Es muy pronto para avizorar como finalmente los VE decantarán sobre los patrones de consumo y la obsolescencia tecnológica. Es algo que se verá solo con el transcurso del siglo XXI, sin embargo, si existe ya una certeza, esta es que la movilidad sustentable llegó para quedarse.