Portugal pone en marcha un nuevo proyecto para ayudar a personas mayores
Se llama Margarida, tiene 18 años y desde su confinamiento obligado por la COVID-19 ha adoptado a Luzia, una anciana de 89 años que vive sola en la ciudad lusa de Abrantes y no tiene con quién hablar. Es parte del proyecto «Adopta un abuelo», que cada vez tiene más demanda entre los mayores portugueses.
«Es importante que las personas mayores sientan que alguien se preocupa de ellos», explica a EFE la psicóloga Teresa Valente, una joven de 23 años que lanzó el reto «Adopta un abuelo» entre la comunidad cristiana de Abrantes, en la región Centro de Portugal, con el fin de ponerse al servicio de los demás en tiempos de confinamiento.
El objetivo inicial, emparejar a jóvenes con ancianos a través del contacto telefónico para ayudarles a sobrellevar su soledad mientras dure el confinamiento.
«Cada vez hay más personas mayores en Abrantes que quieren ser adoptadas por algún joven», apunta Valente.
De hecho, tras la primera semana, una docena de jóvenes han hecho posible que otros tantos abuelos tengan «un nieto» para pasar mejor la crisis del coronavirus.
João Galveias, estudiante de ingeniería informática en Lisboa, señala a EFE que su «abuela» Madalena, de 70 años, afronta esta situación «de forma muy positiva» y que todos los días conversa con ella alrededor de veinte minutos sobre los temas que más le preocupan.
La conversación es muy variada, continúa Valente, y en algunos casos pueden estar colgados al teléfono durante dos horas porque los abuelos tienen mucha necesidad de sentirse escuchados.
Hablan de todo, de la vida, de sus recuerdos, las dificultades de los ancianos durante el confinamiento, los programas de la televisión portuguesa o de Dios.
«Queremos que los abuelos sientan que pertenecen a una comunidad, que no están solos y transmitirles que vamos a pasar esto juntos», explica la psicóloga.
Margarida, estudiante de psicología de 18 años en Covilhã (norte), tiene «muchas ganas» de que se levanten las restricciones para abrazar a su «abuela» Luzia, de 89 años, a quien no conoce en persona aunque conversan por teléfono a diario.
Se trata de ancianos que, en la mayoría de los casos, no tienen familia, padecen algún tipo de dolencia y en estas semanas de confinamiento por el estado de emergencia decretado por el Gobierno para frenar la expansión del virus no tienen tampoco a nadie que pueda ayudarles con las tareas más básicas domésticas.
«El hecho de que ellos tengan alguien para hablar, aunque sea por teléfono, ya es muy positivo», insiste Valente.
Son personas que estos días no pueden salir en ningún momento de casa y «nadie se preocupa de ellas».
El número de voluntarios crece y «ya tenemos seis jóvenes en lista de espera dispuestos a adoptar a más abuelos que estén solos», añade Teresa Valente, que trabaja en Lisboa pero ha decidido regresar a su tierra natal, Abrantes, para «teletrabajar» mientras dure el estado de emergencia en Portugal.
También la lista de abuelos aumenta a medida que van conociendo la experiencia de otros, como ha ocurrido con una anciana que, tras escuchar de boca de su hermana cómo se relaciona con su «nieto», no ha querido ser menos y ha pedido ser «adoptada».
Valente no sabe cómo continuará esta iniciativa tras la cuarentena, aunque los «nietos» preparan una fiesta sorpresa para abrazar a sus «abuelos» cuando se levante el confinamiento.EFE