Pedro Castillo rechaza la campaña de «racismo» en su contra y considera superada la etapa de «contradicciones» en el seno de su Gobierno
El presidente de Perú, Pedro Castillo, rechazó el tratamiento que ha recibido por parte de periodistas y la mayoría de los medios de comunicación de su país, que a su juicio han promovido campañas racistas y discriminatorias dirigidas incluso para atacar a su familia.
En una conversación con Mario Valdivia Rodríguez, director del diario La Noticia, el mandatario le preguntó al entrevistador: «¿No se da cuenta de que un periodista incita mi muerte a través del Twitter?«, con referencia al trino de Jimmy Daves Hernández, duramente rechazado por los tuiteros y los ministros del gabinete, que decía: «Un héroe nacional que se acerque al chotano de mierda y le meta un balazo, a lo J.F. Kennedy».
Para Castillo, esa violencia es alentada por los medios de comunicación de su país, donde aseveró que proliferan opiniones sesgadas y posturas discriminatorios contra su condición de maestro rural. «Es un tema de racismo, se burlan hasta de mi esposa y de mis hijos, a eso hemos llegado», agregó el mandatario.
«La oposición ideológica es una cosa y el odio, la venganza y la no aceptación de mi condición de hombre de campo es otra cosa», insistió el presidente peruano, quien consideró que la razón de esos discursos tienen su origen en el hecho de que la derecha no acepte su triunfo electoral. «Nunca lo aceptará», zanjó.
«Hemos cometido errores»
Al ser consultado por la autocrítica que podría hacer a su gestión en estos seis meses, el mandatario aseguró que ya había culminado «el proceso de contradicciones» y que ahora viene uno de «unidad nacional», donde el «tema principal» serán los campesinos, maestros y trabajadores.
«Hemos cometido errores, lo acepto, pero en seis meses no cambiaremos lo que la derecha en el Perú dejó: profesores mal pagados, alumnos desnutridos, escuelas destruidas, peruanos marginados», agregó.
En menos de un año de mandato, en el país suramericano ha habido una fuerte presión mediática sobre los miembros del gabinete y una constante amenaza del Congreso por impulsar una vacancia presidencial contra Castillo, tal como ocurrió con sus predecesores.
Por otro lado, el líder del partido oficialista Perú Libre, Vladimir Cerrón, y el expresidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, constantemente acusan a Castillo de alinearse con la «izquierda caviar» y aseguran que esos factores políticos podrían darle la espalda.
El mar para Bolivia
El presidente peruano también se disculpó por haber dicho en una entrevista a CNN que estaría dispuesto a consultarle a la ciudadanía sobre la posibilidad de otorgarle una salida al mar a Bolivia.
«Me expresé mal, pido disculpas a nuestro pueblo. Quiero nuevamente decirle que nada haré en mi gobierno sin consultar al pueblo», puntualizó. Y agregó: «Le juro que nunca en mi vida podría ceder un centímetro del territorio peruano a otro país».
Castillo recordó que a finales del siglo pasado se otorgaron cinco kilómetros de playa y 800 metros de ancho a favor de Bolivia, que pueden ser utilizados por 99 años. La propuesta actual del mandatario es ampliar Boliviamar, como es denominada esa zona, y «desarrollar un polo de crecimiento económico y turístico».
Una de las posibilidades que podría abrir ese proyecto sería la obtención de gas barato boliviano a menor costo, «que serviría para la zona sur de Perú, con precios más ventajosos», según Castillo. No obstante, en la entrevista insistió en hacer una aclaratoria: «Tengan por seguro que seré el primero en defender la integridad de nuestro país y que nuestra propuesta de concesión marítima no contempla soberanía nacional».
Antes de matizar sus palabras, las declaraciones iniciales del mandatario generaron un intenso debate y provocaron la emisión de un comunicado por parte de la Cancillería peruana, en el que se afirmaba contundentemente que la «posición histórica» de Lima de «brindar mejores condiciones para el tránsito de personas y mercaderías bolivianas a través del territorio y puertos peruanos», no podían interpretarse como una «afectación» de la soberanía.