Parque en Guayaquil pasó a ser un refugio de venezolanos

“Dormimos mal y todo, pero estamos comiendo; allá en Venezuela ni eso”, asegura el migrante Alexánder González. Él llegó junto con su esposa y dos hijos a Guayaquil, después de 22 días de caminata desde la frontera con Colombia.

Uno de sus dos pequeños tiene asma y últimamente su respiración se complica por el frío de las noches.

Su esposa Irene lamenta el trato recibido por los voluntarios de la Cruz Roja, a quienes identificó como compatriotas que no les brindaron atención oportuna.

Ellos, al igual que otros 100 migrantes, permanecen en el Skatepark o parque de Patinaje, cercano a la Terminal Terrestre de la ciudad.

Sin embargo, el número es mayor si se cuenta a quienes permanecen en lugares aledaños al parque.

Los mismos extranjeros explican que la mayoría inicia su jornada laboral a las 04:30, de manera que al momento de la visita muchos de ellos ya estaban en su lugar de trabajo, sea como comerciantes informales o, en otros casos, pidiendo caridad en los semáforos.

Los transeúntes del barrio describen la zona como Venezuela chiquita. “Usted pasa a cualquier hora y ve la ropa tendida en los cordeles que han puesto. O gente saliendo de las duchas luego de terminar su aseo personal. Cada vez son más”, comenta Óscar Zambrano.

Él trabaja en uno de los edificios contiguos a la zona y pasa por allí todos los días.

La Terminal Terrestre de Guayaquil tiene un punto de atención al migrante en sus instalaciones, pero solo para quienes están de paso en la ciudad. No obstante, brindan ayuda si la solicitan.

La oficina tiene ya un año de funcionamiento y ha brindado más de 8.000 atenciones exclusivas para personas provenientes de Venezuela.

Ronald Borges, encargado del lugar, representante de la Fundación Hogar de Cristo y venezolano, es crítico.

Está radicado en Ecuador hace tres años y explica que la población que ha llegado últimamente es de zonas empobrecidas de Venezuela. Afirma que los recién llegados tienen altas expectativas de las ayudas en Ecuador.

“Vienen con una actitud demandante y esperan ser ayudados. Eso genera una situación de impotencia por las vivencias cargadas de muchas frustraciones, como robos, violencia, entre otras situaciones. Los recursos no nos alcanzan para cubrir todas sus necesidades”.

El director de Terminales Terrestres de Guayaquil, Klider Campos, detalla que el Municipio trabaja en la solución al problema. Se han reunido 65 instituciones estatales y privadas para ejecutar un proyecto integral.

“Hace un año está el punto de atención para ellos. Desde 2017 vimos el incremento de venezolanos”, explica.

Yosbely Quinteros ya tiene ocho meses viviendo en el parque. Se apropió de una de las bodegas de limpieza y adecuó con sus pocos enseres una habitación para su bebé de dos meses.

Comenta que no la atendieron en los centros de salud porque no tenía un registro de control médico.

“Una señora se paró en el semáforo donde yo trabajo y al siguiente día me llevó al hospital. Y resultó que mi niño se me venía, pero con alto riesgo y en ese rato me hicieron la cesárea de emergencia”, dijo Quinteros.

Las personas que habitan en el parque no hablan con facilidad. Irene Oliveros, madre de familia venezolana con dos niños, uno de 8 y otro de 6 años caminó 22 días desde la frontera con Colombia.

Ella justifica su actitud por el estigma creado por los guayaquileños.

“Nos tratan como indigentes y no lo somos. Los que ya tienen tiempo acá nos hacen el feo como si solo ellos tuvieran derecho a vivir en Guayaquil. Todos salimos de Venezuela para buscar un mejor futuro para nuestros hijos”.

“Queremos llegar a un acuerdo, queremos hablar con la alcaldesa, no queremos ni pedir plata ni limosna”, dijo otra migrante venezolana, Yahaira Arteaga. (I)