Municipio normará la seguridad en parques de diversión infantil

La seguridad en los centros de diversión infantil ocupó esta semana parte de los temas de conversación en la capital. El accidente ocurrido el viernes en que ocho niños resultaron heridos cuando el inflable en el que jugaban cayó seis metros a un barranco, puso el tema del control a este tipo de establecimientos sobre el tapete.
Cinco niños hospitalizados, tres con huesos rotos, un menor con un hematoma en el hígado, una niña con una herida en el rostro que requirió cirugía plástica y un grupo de padres indignados sacaron a la luz la inexistencia de un reglamento que norme específicamente la seguridad en centros de diversión infantil. Sin esa normativa, todo control resultaba insuficiente.
Juan Zapata, secretario de Seguridad del Municipio, asegura que luego del incidente se decidió tomar una medida urgente: desde el lunes, para poder funcionar, los locales requerirán un informe de riesgos de la Secretaría de Seguridad. El protocolo detallará ciertas exigencias que garantizarán la seguridad de los usuarios, generalmente niños que cuando se divierten, no miden el peligro cuando están cerca a pendientes, cables, vidrios… Mario Guayasamín, concejal del Distrito, explica que es necesario tener los permisos al día, pero es fundamental que la autoridad regrese a realizar un control del cumplimiento de las medidas de seguridad.
La solución, para el concejal, no es ir a todos los parques y desinflar los saltarines, sino cumplir con las seguridades y ejercer un control eficiente. Es necesario entender que inflables, carruseles, y en general los juegos pueden volverse peligrosos cuando no son instalados adecuadamente o no hay supervisión. El inflable más grande mide 5 metros de alto y unos 4 de ancho, y resiste sin problemas unos 15 niños de hasta ocho años, de máximo 70 libras cada uno. Pero si el saltarín va a ser usado por niños de 12 o 13, solo podrán subir ocho.
La durabilidad de un inflable depende del material con el que fue elaborado. Uno hecho de lona textil campero (la más recomendada) dura máximo cinco años y puede costar en el mercado hasta USD 3 500. Sin embargo, hay quienes lo venden a USD 2 000, pero su calidad y durabilidad es menor.
Para Christian Rivera, director del Centro de Operaciones de Emergencia de Quito, la participación de los padres de familia en la supervisión es clave pero también la autorregulación de los centros. Fernando Melgarejo, subgerente de Mr. Joy, una cadena de centros de diversión que cumple con las normativas, indica que todo su personal es capacitado y calificado, con brigadas para primeros auxilios, evacuación y bomberos.
Melgarejo asegura que su equipo puede evacuar en tres minutos a 1 200 personas gracias a su preparación: cada mes hacen un simulacro. Si un niño se cae o choca, cuentan con un área de atenciones médicas. Además, su personal fue capacitado por la Cruz Roja en primeros auxilios, y si el caso fuera grave, tienen un convenio con una empresa de asistencia médica prehospitalaria.
Todas las áreas están señalizadas. Tienen extintores y botiquín, y cada día el personal hace inspecciones de seguridad y revisan los juegos, forrados con esponjas que evitan lesiones y retardan el fuego. Malgarejo ve con buenos ojos la implementación de un protocolo municipal.
Esas medidas rigurosas, dice, es lo único que garantiza la seguridad y evita que las risas de los pequeños usuarios, se vuelvan llanto.