Más de dos meses sin rastro de Enoc, el niño de 12 años residente en España que fue a visitar a su familia a Honduras y desapareció
El pasado 2 de diciembre fue secuestrado en Honduras Enoc Misael Pérez, de 12 años. Lo sucedido en torno a este hecho es aún, en gran medida, una incógnita. Cuando la Policía inspeccionó la casa donde se perpetró el rapto, a las afueras de la ciudad de Tela, registró abundantes signos de asalto violento, y los cadáveres de su tío y de su abuelo fueron hallados en las proximidades de la vivienda. Días después apareció también el cuerpo de una asistenta que solía lavar la ropa de la casa y ejercer de niñera. Del pequeño Enoc, sin embargo, aún no hay rastro.
Tras más de dos meses de angustia, su madre, Karina Chinchilla, sigue encabezando una movilización social que clama por el retorno del menor. Mientras, la Policía hondureña trabaja con la hipótesis de que el niño sigue secuestrado y con vida, aunque no logra obtener declaraciones del principal detenido por el rapto, un hombre de 29 años en cuyo domicilio aparecieron las ropas ensangrentadas del abuelo del niño.
«Me está costando la vida»
Enoc y su madre tienen su residencia en Badalona (Cataluña), al nordeste de España, país al que la mujer emigró hace ya una década, huyendo de la severa pobreza que asola el poblado caribeño de Campo Elvir, en el que vivía entonces.
El pasado 19 de noviembre, poco después de que su hijo cumpliera 12 años, le regaló un viaje a Honduras para que conociese a su familia y pasara allí unas largas navidades. Sin embargo, dos semanas después de aterrizar en el país, el niño fue violentamente secuestrado.
La madre de Enoc se encuentra ahora en Honduras y no piensa regresar a Barcelona hasta que su hijo aparezca. «La verdad que esto de haberlo mandado a este país, solo para que él se sintiera bien con sus abuelos, me está costando la vida», indicó recientemente a la emisora hondureña Radio América, donde también aseguró que no cesaría en su empeño de recuperar a su hijo: «Yo como madre no voy a parar, yo soy el pilar de todo esto, porque si yo me rindo, todo el mundo se rinde», aseveró.
Investigación y esperanza
Según mandos policiales consultados por el diario hondureño La Prensa, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional del país centroamericano han unido sus esfuerzos en la búsqueda del menor, que se extiende ya fuera del término municipal de Tela, en especial hacia los terrenos montañosos circundantes.
Los investigadores están convencidos de que si el niño hubiera sido asesinado, su cadáver ya habría aparecido. Los responsables de los asesinatos de sus familiares y de su niñera apenas pusieron cuidado en ocultar los cuerpos, que aparecieron semi-enterrados en diversos puntos cercanos a su domicilio. Por eso, el hecho de que aún no haya rastro del menor constituye a día de hoy el más firme motivo para mantener la esperanza en que aún se encuentre con vida.
Sin embargo, a medida que se extiende la agónica espera, el estado de ánimo de su madre sufre un desgaste muy considerable. «Como madre estoy pasando un sufrimiento que no se lo deseo a nadie, esto es agonizante, mis días saben horrible», dijo este martes a Radio América.
Mientras tanto, se suceden las movilizaciones solidarias en apoyo de los familiares del pequeño Enoc, tanto en Honduras como en España. Un colectivo de hondureños residentes en el país ibérico ha puesto a la venta camisetas para recaudar fondos con los que apoyar a la familia, y en los últimos días se han celebrado diversas manifestaciones y actos benéficos con el mismo propósito.
La historia del pequeño Enoc pone de manifiesto varios aspectos de la crisis social y económica que atraviesa Honduras, un país depauperado hasta niveles extremos y que exhibe uno de los niveles de criminalidad más altos del mundo. La emigración casi forzosa es una de las causas inmediatas de esta situación.
Además, las autoridades locales aseguran que las familias que tienen algún miembro emigrado (y por lo tanto enviando ingresos desde el exterior) suelen ser un objetivo prioritario para extorsionadores y secuestradores. El caso de Enoc podría estar encarnando perfectamente esta brutal realidad.