Leopoldo López se destapa como alfil de la ultraderecha para minimizar el fracaso del interinato y «venezolanizar» el debate político en Chile

El líder de la derecha venezolana, Leopoldo López, ha llegado a Santiago de Chile con el fin de intervenir en la campaña electoral, darle un espaldarazo al derechista José Antonio Kast y buscar la forma de criminalizar y meter en «estado de sospecha» tanto al candidato de izquierda Gabriel Boric como a su equipo de trabajo.

A pocas horas de su llegada al país austral fue recibido por el candidato conservador, con quien tiene una abierta filiación ideológica.

López acostumbra a dar este tipo de respaldos a la derecha. Viene de estar en los momentos culminantes de las presidenciales en Ecuador y Perú para impulsar las candidaturas del actual presidente Guillermo Lasso y de la derrotada Keiko Fujimori, respectivamente.

Es una figura que a los movimientos de la derecha les gusta utilizar en estas coyunturas, puesto que explotan la situación en Venezuela, la migración venezolana, la figura de Nicolás Maduro, para desde allí, atacar a las fórmulas progresistas en la recta final de las campañas electorales.

El objetivo de la visita de Leopoldo López no tiene equívoco: está en Chile para entorpecer el camino de Gabriel Boric a la Moneda.

«Sabemos del sufrimiento que ha tenido que vivir por la falta de libertad que hoy día se vive en Venezuela. Él ha sido una víctima de la violencia, de la persecución, de la intolerancia, en su país, y hoy día se ha transformado en un líder por la libertad», dijo Kast, y añadió: «Viene de ese futuro al cual nosotros no queremos ir como chilenos. Ese es un futuro de dictadura, es un futuro de represión, y nosotros queremos un futuro de libertad, un futuro de emprendimiento y de crecimiento para nuestra nación». Unas palabras que sorprenden de un político que públicamente defiende la dictadura de Pinochet.

Pero López se mete en honduras: no solo viene a participar en la campaña sino que llega a Santiago a criticar el propio proceso constituyente que se abrió en Chile a partir del estallido social, que ha sido consensuado por todos los partidos y que lleva adelante la redacción de una nueva Constitución. El político, además, ha comparado este proceso con el venezolano: «Un proceso hace 21 años que comenzó, precisamente, con una constituyente, y en Venezuela tuvo tremendas consecuencias: fue el comienzo del fin de la democracia. No es una opinión, es un hecho objetivo».

Leopoldo López con Kast y su equipo de campaña, Santiago, 7 de diciembre de 2021Ivan Alvarado / Reuters

«En Venezuela se reventó la democracia desde la democracia y aquí podría ocurrir lo mismo porque los actores coinciden. He visto claramente los mensajes de apoyo que en el pasado ha dado el candidato Boric a Maduro», añadió.

El objetivo de su visita no tiene equívoco: está en Chile para entorpecer el camino de Boric a la Moneda.

El ‘rebranding’ de Leopoldo

Una vez derrotado el interinato de Juan Guaidó, del cual es uno de los principales impulsores (y el único en la actualidad, después de la renuncia de Julio Borges), López se ha permitido ser menos diplomático y más efectista políticamente hablando.

Más que un político y hombre de consenso en Occidente para la toma del poder en Venezuela, es ahora un activista de la derecha.

Recordemos que López, mientras estuvo preso, fue coordinador del gobierno autoproclamado de Guaidó, una especie de cargo preferencial al que tuvo que renunciar por ser la manzana de la discordia entre los partidos. Una vez liberado de ese compromiso, en el que tenía que socializar con izquierdas y derechas del mundo, ha quedado también liberado para asumir su posicionamiento ideológico.

López ya no está haciendo política exterior desde un gobierno virtual, sino que está perfilándose como un activista de la derecha radical que trata de articular experiencias neoconservadoras en el continente.

Digamos que, una vez ya no tiene que ser potable para sectores moderados y «correctos», su discurso se va deslizando más hacia el partido de derecha radical Vox que hacia el del PSOE, quien fue el que lo cobijó en España cuando todavía esperaban que su pupilo Guaidó se convirtiera en presidente de verdad.

Por ejemplo, hace pocos días, calificó al Gobierno boliviano como una «dictadura», pidiendo la libertad de la expresidenta de facto Jeanina Añez. Ningún país europeo cataloga a ese gobierno de esa forma, pero ya Leopoldo no está haciendo política exterior desde un gobierno virtual, sino que está perfilándose como un activista de la derecha radical que trata de articular experiencias neoconservadoras en el continente.

Desde Chile aprovechó también para cargar contra Podemos y el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero.

Así, el opositor se ha convertido en un ventilador que la derecha populista puede ubicar en los epicentros para, desde allí, intentar «venezolanizar» el enfoque sobre cualquier gobierno progresista o izquierdista, así sea moderado, como el que intenta llevar a cabo Boric.

Su actual sinceridad política permite entender también que la franqueza es una capitulación en relación a su intento de ser presidente en Venezuela o de imponer a Guaidó.

Interinato en llamas

López llega a Chile minimizando la derrota del interinato. No tiene que responder preguntas incómodas como las denuncias de corrupción que han realizado sus aliados políticos (como Borges) y que lo señalan de mal manejo de las empresas que están bajo su mando gracias a Washington y Bogotá.

El peor escándalo sucedió cuando se comprobó que la empresa en la que trabaja su madre se benefició de contratos en Monómeros, una empresa venezolana que le cedió Bogotá y que parece ser utilizada como caja chica para mantener el nivel de vida de los actores del interinato.

Muchas voces y periodistas opositoras le han pedido que aclare los fondos con los que puede viajar por el mundo y mantener un alto estándar de vida en la localidad de Salamanca, España, rodeado de viejos y nuevos corruptos de la política venezolana, exiliados o huidos del país.

Ociel Alí López es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.

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