Las tres fortalezas del sistema electoral de Brasil que Bolsonaro intenta desconocer
Como un último gesto antes de la contienda electoral del domingo, el Tribunal Superior Electoral (TSE) de Brasil abrió las puertas de la sala de escrutinio para que la visitaran los políticos y funcionarios del Gobierno de Jair Bolsonaro.
La visita, que se dio el miércoles, fue encabezada por el presidente del TSE, Alexandre de Moraes, quien reiteró lo que se ha cansado de decir en los últimos años para rebatir los constantes ataques del mandatario ultraderechista: el sistema electoral de Brasil es «transparente y auditable».
La actividad envía un mensaje muy contundente de lo que está en juego el domingo. Más allá de que las elecciones ocurren en un escenario ultrapolarizado entre la izquierda y la derecha, hay una preocupación real sobre la capacidad que tenga Bolsonaro para deslegitimar el proceso comicial, como lo ha hecho después de haber llegado al poder.
Las arremetidas del mandatario y sus cruces personales con las autoridades del TSE no solo le han valido una investigación judicial, sino que también levantan las alertas antes la posibilidad de que pueda llamar a emular el asalto al Capitolio que protagonizaron los seguidores de Donald Trump, en EE.UU., al desconocer el resultado que dio como ganador al demócrata Joe Biden.
Los puntos de conflicto
Bolsonaro dice que el sistema electoral de Brasil puede ser vulnerado, que el voto electrónico debería ser sustituido o complementado por una alternativa impresa, que las papeletas no pueden ser auditadas e incluso ha sugerido que hubo «fraude» en los comicios que lo llevaron a ocupar el máximo puesto de Gobierno. Según él, en 2018, sacó suficientes votos como para ganar los comicios en primera vuelta y evitar el balotaje.
Sus señalamientos tienen más balas mediáticas que sustento. A pesar de que a mediados de este año Bolsonaro convocó a buena parte del personal diplomático acreditado en Brasil para oficializar su desconfianza hacia el sistema electoral, sin presentar pruebas concluyentes, desde el TSE han rebatido sus señalamientos y alertan que lo que pretende el ultraderechista es socavar el sistema democrático.
Las pataletas de Bolsonaro no son nuevas, pero han obligado al TSE a hacer una serie de actividades para restarle fuelle a las acusaciones del presidente, quien a pesar de sus estrategias no ha logrado remontar en las encuestas al favorito: el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva.
«Hicimos una visita a la sala de totalización de datos exactamente para mostrar lo obvio, pero siempre importante, que es la actuación con transparencia, con lealtad a todos los que forman parte de este proceso electoral, para demostrar que una sala abierta, una sala clara, no es una sala secreta ni oscura«, aseveró Moraes ayer a la prensa.
Las palabras del presidente del TSE iban dirigidas a Bolsonaro. La semana pasada, el mandatario aseguró que en el tribunal existía una sala en la que «nadie sabe lo que sucede dentro», tras sugerir que la presencia de las Fuerzas Armadas y otras autoridades en el recinto podría disminuir «las posibilidades de desviación [de boletas] por corrupción».
Eso sí, solo disminuir. Para Bolsonaro, la única manera de llevar «a cero» las supuestas posibilidades de «fraude» es mediante el voto impreso, en un país que lleva décadas siendo pionero en la automatización de sus procesos comiciales.
Un país a la vanguardia
Aunque el voto electrónico en Brasil se introdujo en 1996, el país implementó un proyecto piloto en seis estados para el uso de medios automatizados de la totalización desde 1989.
Ya para el año 2000, el 100 % de las urnas electorales en Brasil eran electrónicas, lo que supuso un importante avance con respecto al resto de la región y le ha permitido al país suramericano perfeccionar su sistema comicial, reconocido como uno de los más rápidos, fiables y seguros. En los 25 años que lleva en funcionamiento, no hay ningún registro de fraude o vulneración.
Esa transición permitió dejar en el pasado los problemas del sistema manual, que durante muchos años se prestó en Brasil para el fraude, la proliferación de votos nulos por fallas humanas, la lentitud en la transmisión de datos y las inconsistencias a la hora de auditar.
Pero eso no ha impedido que Bolsonaro insista en defender el voto impreso y acuse al juez del Tribunal Supremo, Luís Roberto Barroso, de haber trabajado dentro de la Cámara para frenar su implementación. «Otra injerencia indebida de un miembro del STF dentro del parlamento», aseveró el ultraderechista la semana pasada.
Fiable, rápido y auditable
Las máquinas de votación en Brasil tienen un teclado numérico que el votante presiona con un código de dos cifras que corresponde a la opción de su elección. Una vez introducido el número, en la pantalla aparece la foto del candidato y el elector solo debe pulsar un botón verde para confirmar su selección.
La urna no está conectada a internet y solo tiene la función de contar los votos. Al cierre de la jornada comicial, los responsables de la mesa retiran la tarjeta electrónica de cada máquina y la entregan a la oficina local de la autoridad electoral, que después envía la data al sistema central en Brasilia, mediante una red independiente.
El proceso de transmisión de datos, generalmente, no tarda más de dos horas. Además, en zonas de difícil acceso, como la Amazonía, el envío de información puede hacerse a través de una conexión satelital.
Con este mecanismo, tanto las autoridades electorales como el Ejército y los partidos políticos pueden supervisar el proceso de contabilización de votos, es decir, auditable. Además, antes del evento comicial, todos los actores participan en simulacros con la compañía de expertos para revisar cada fase del proceso.
En la actualidad, Brasil está entre las 23 naciones del mundo que usa urnas electrónicas para sus comicios generales.
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