La tierra de los guerreros del ring: cómo Japón borró las líneas entre lucha libre y MMA y convirtió peleas ‘falsas’ en verdaderas pruebas de dureza

No es un secreto que Asia ha dado al mundo un sinfín de distintas artes marciales. Pero un país en particular ha desempeñado un papel clave en el desarrollo de dos tipos de lucha que, sin exageraciones, pueden ser considerados los más populares de hoy en día: las MMA y la lucha libre. En concreto, se trata de Japón, que ha visto nacer a estrellas que han podido no solo divertir al público sino también asombrarlo con la pura brutalidad de las peleas, tanto de artes marciales mixtas como de lucha libre, una industria que muchos se niegan a considerar como un deporte real.

Entonces, ¿cómo empezó todo? Después de la Segunda Guerra Mundial, Japón vivió una avalancha de ‘importaciones’ culturales desde los países que fueron sus rivales en ese conflicto bélico, y en primer lugar desde EE.UU. Entre otras cosas, los espectáculos televisados de lucha libre –o ‘puroresu’, como se denomina en ese país– atraían cada vez más al público local, pero la verdadera revolución se produjo a principios de los 1950 con el meteórico ascenso a la fama de un solo luchador.

¿Quién fue ‘el padre de la lucha libre japonesa’?

A partir de 1953, los japoneses ya no siguieron los espectáculos de lucha libre por los combates de estrellas extranjeras, sino para ver a Rikidozan. Mientras el país atravesaba cierta crisis de identidad derivada de las consecuencias de la guerra, él logró convertirse en un héroe nacional y un ejemplo a seguir, que representaba la fuerza del espíritu japonés.

Antonio Inoki durante una sesión de entrenamiento con RikidozanSports Nippon / Gettyimages.ru

Irónicamente, Rikidozan no nació en Japón sino en el territorio de la actual Corea del Norte, durante su ocupación nipona. Inicialmente luchador de sumo y a pesar de tener bastante éxito, en un momento dado se dio cuenta de la falta de oportunidades que, debido a su origen, le auguraba el futuro en ese deporte, ya que en aquella época Japón se esforzaba mucho para preservar el sumo como un deporte puramente suyo, dándole preferencia a los deportistas originarios de las islas. Entonces Rikidozan viajó a EE.UU. para entrenarse en la lucha libre, y a partir de su regreso a Japón, en 1953, atrajo todas las miradas del público local al protagonizar combates contra luchadores extranjeros y –lo más importante– derrotarlos. Asimismo, abrió su propia escuela, donde entrenó a futuras leyendas como Antonio Inoki, otra figura clave de la que hablaremos más adelante.

Además de ganar varios campeonatos, Rikidozan estableció récords de audiencia en los eventos que protagonizó: dos de sus combates están entre los 10 programas que más televidentes han atraído en la historia de Japón. Pero su trayectoria también tuvo un lado oscuro: trataba de mantener en secreto su vida privada –entre otras razones, por seguir en contacto con sus parientes en Corea del Norte–, pero a menudo se volvía protagonista de artículos en los tabloides. Se reporta que abusaba de los analgésicos, especialmente en los años finales de su vida, y frecuentaba clubes de mala fama, lo que a menudo lo llevó a cruzar caminos con los yakuza. Y uno de tales altercados resultó ser fatal para el icónico luchador, que falleció a finales de 1963 tras ser apuñalado por un joven yakuza a raíz de una disputa en un club.

Rikidozan dejó un enorme legado, se convirtió en la primera gran estrella del ‘puroresu’ y hasta ahora es considerado ‘el pardiño de la lucha libre japonesa’.

Su atacante, Katsuji Murata, terminó sentenciado a ocho años de prisión por el asesinato. Cabe destacar los diversos reportes que indican que desde el momento de la agresión, ofrecía anualmente sus disculpas a la familia del legendario luchador. El propio Murata falleció en 1995 a causa de diabetes.

‘El espíritu ardiente de la lucha’

Luego de la muerte de Rikidozan, uno de sus discípulos se encargó de continuar su legado y llevar el ‘puroresu’ a nuevas alturas: se llama Antonio Inoki. A finales de los 1950, el joven Inoki se mudó con su familia a Brasil, donde practicaba deportes como el lanzamiento de disco o de bala cuando conoció al legendario luchador y, bajo su tutela, se volvió muy conocido luego de regresar ambos al país del sol naciente. Con el transcurso de los años se obsesionó cada vez más con la idea de demostrar que la lucha libre es un deporte real y una variante de las artes marciales como cualquier otra.

Con esta idea en la mente, empezó a organizar –y protagonizar– combates con representantes de varios tipos de artes marciales tradicionales. Aunque se habla de que en ciertas ocasiones se había acordado de antemano quién resultaría ganador, la iniciativa como tal fue bastante insólita para su tiempo. Y en 1976 llegó el momento que lo inmortalizó en la historia de las MMA: se enfrentó en el ring con nada menos que el legendario boxeador Muhammad Ali.

Antonio Inoki durante el combate contra Muhammed AliKeystone Press Agency / www.globallookpress.com

A pesar de que han pasado tantos años desde aquella inusual pelea, todavía sigue rodeada por todo tipo de especulaciones. La idea del encuentro nació un año antes, cuando Ali desafió a «los luchadores orientales» a enfrentarse con él. Cuando Inoki se enteró de ello, su equipo contactó al del boxeador y comenzaron los preparativos. Mientras que Ali lo veía como otra oportunidad para demostrar cuán dominante era en el ring sin importar quién fuera su rival (y además ganar una cantidad astronómica de dinero), para Inoki fue la pelea perfecta para llevar la lucha libre a un nuevo nivel de realidad ante los ojos del público.

El 26 de junio de 1976, luego de una enorme campaña de publicidad, todas las miradas se posaron en Tokio. Pero el encuentro resultó no ser lo que se había esperado: a pesar de durar 15 asaltos de cinco minutos, carecía de acción y ambos contrincantes se lanzaban más insultos verbales que golpes. En concreto, en el transcurso de la pelea Ali conectó tan solo seis izquierdazos, mientras que Inoki pasó la mayoría del tiempo tirado de espaldas sobre la lona luego de lanzar patadas casi idénticas a las rodillas del boxeador. En cuanto a daños sufridos, Inoki salió del combate básicamente intacto, mientras que el impacto de sus más de 100 patadas a las rodillas de Ali jugaron un gran papel en el posterior deterioro de la carrera del boxeador. En lo que respecta al resultado, el combate terminó con un empate y dejó al público preguntándose qué tipo de cosa rara era lo que acababan de presenciar.

Para entender por qué ambos actuaron de manera tan peculiar y por qué, pese a ello, el encuentro es considerado como histórico, hay que tomar en cuenta lo siguiente. En cuanto al raro comportamiento de Inoki en el ring, se habría debido a cambios inesperados en las reglas, casi en el último momento antes del combate. Se cree que el equipo de Ali pensaba desde el principio que se trataría de una farsa, que ambas partes iban a acordar de antemano quién saldría ganador y que los dos rivales únicamente iban a divertirse, y solo luego de llegar a Japón descubrieron que nadie estaba riéndose y que Inoki se entrenaba para la pelea como si fuera un duelo de gladiadores. Preocupado por el posible daño a la reputación del icónico púgil, el entorno de Ali se puso a revisar las reglas de la pelea, luego de lo cual fueron introducidos varios cambios que afectaron en primer lugar al japonés: por ejemplo, se le prohibía lanzar patadas estando de pie y solo podía recurrir a ellas desde determinadas posiciones, como por ejemplo cuando quedaba tumbado en el suelo.

Resulta que al enfrentarse ambos en el ring, el estadounidense no tenía ni idea de cómo actuar ni qué esperar, mientras que las posibilidades del nipón fueron tan limitadas que, para evitar ser noqueado, tenía que mantener distancia y atacar las piernas del boxeador. Sin embargo, pese a lo raro que terminó por ser la contienda, su inusual naturaleza y la cobertura mediática que recibió llegaron a ser claves para el nacimiento de la idea de celebrar combates a gran escala entre representantes de diferentes artes marciales, o sea, para introducir el concepto de las MMA, tal y como lo conocemos hoy en día.

Antes de pasar a otras figuras clave para los nexos entre las MMA y la lucha libre, hay que mencionar algunos datos importantes sobre Antonio Inoki. También conocido como ‘Moeru Toukon’ (‘El espíritu ardiente de la lucha’, en japonés), es fundador de la New Japan Pro Wrestling (NJPW), que actualmente es la empresa número uno del ‘puroresu’ en su país. Siendo una figura tan popular en Japón como Hulk Hogan en EE.UU., Inoki protagonizó innumerables combates contra varias leyendas de la lucha libre: entre otros, en 1995 se enfrentó en dos ocasiones a Ric Flair en Corea del Norte, espectáculos que batieron un récord de audiencia al congregar a 150.000 y 190.000 espectadores, respectivamente. A modo de comparación, el récord de publico del ‘show’ insignia de la WWE, WrestleMania, es de 101.763 personas y fue establecido en 2016.

Además de su carrera en la lucha libre, Inoki se dedicó también a la política: abogó por la normalización de las relaciones entre Japón y Corea del Norte, al punto de considerársele una figura que pudo ayudar a lograrlo debido a su amistad con Rikidozan, quien naciera en 1924, como ya quedó dicho, en territorio que ahora es parte de Corea del Norte, durante su ocupación por Japón. Inoki ha realizado más de 30 viajes a ese país comunista; además, en 1990 se reunió con el entonces líder cubano, Fidel Castro, y el mismo año viajó a Irak para negociar con Saddam Hussein la liberación de rehenes japoneses. Actualmente se encuentra retirado, tanto del deporte como de la política.

Siguiendo los pasos de los antiguos Juegos Olímpicos, pero con estilo único

A lo largo de los años, Japón ha logrado hacer muy finas las líneas que separan las artes marciales mixtas y la lucha libre. También es el país que albergó unas de las primeras empresas de MMA como las que hoy conocemos. Y un papel crucial en ello lo cumplieron dos personas: Minoru Suzuki y Masakatsu Funaki. Durante un evento de lucha libre, en 1992, se celebró un combate real entre el luchador Ken Shamrock y el campeón de kickboxing Don Nakaya Nielsen, y esa pelea tuvo tanto éxito que un grupo de jóvenes luchadores, entre ellos Suzuki, Funaki y el propio Shamrock, empezaron a dudar de la teoría, en aquella época popular, de que nadie pagaría por ver un combate real en lugar de un espectáculo.

Junto con varios de sus colegas, en 1993 dieron inicio a una empresa que celebraba combates reales, pero también incluía elementos de la lucha libre, tanto en las reglas de las peleas como en la actuación de los contrincantes en el ring. La firma recibió el nombre de Pancrase, en honor al pancracio, competición deportiva de los antiguos Juegos Olímpicos que mezclaba elementos entonces característicos del boxeo griego y la lucha.

Hay que admitir que varios reportes sugieren que, a pesar de la naturaleza ‘realista’ de Pancrase, algunos combates sí que tuvieron un resultado predeterminado, especialmente en la etapa inicial del desarrollo de la empresa. Como luchadores, Funaki y Suzuki entendían que para que la compañía se hiciera popular, necesitaba tener sus propias jóvenes estrellas, y con ese fin ciertos contrincantes de fama perdían intencionalmente en algunas ocasiones ante algún ‘nombre nuevo’.

Pero no se puede culpar a Pancrase de ser simple entretenimiento: la empresa vio el alza meteórica de algunos de los nombres más importantes de la historia de las MMA: Wayne ‘Ken’ Shamrock, su hermano adoptivo Frank y el neerlandés Bas Rutten, todos futuros campeones de la UFC. Asimismo, los propios Funaki y Suzuki se convirtieron en varias ocasiones en campeones de Pancrase y participaron en combates de otras empresas. De otra parte, esa modalidad atraía a los fanes de lucha libre al participar en sus combates destacados representantes del ‘puroresu’, entre ellos el célebre luchador enmascarado Jushin Thunder Liger.

Jushin Thunder LigerEtsuo Hara / Gettyimages.ru

En el transcurso de los años, Pancrase abandonó cada vez más los elementos de la lucha libre y actualmente se concentra solamente en las artes marciales mixtas. Mientras tanto, Minoru Suzuki volvió a la lucha libre en el 2003, ganó varios campeonatos y actualmente es una de las principales estrellas de la NJPW. Por su parte, Funaki abandonó Pancrase en 1999, debido a lesiones sufridas, si bien años después participó en diversos combates. A finales de 2009 volvió también al ‘puroresu’, ganó varios campeonatos y hoy en día, siendo un ‘freelancer’, participa esporádicamente en eventos de lucha libre.

En la siguiente infografía mostramos los logros de las principales estrellas de Pancrase en las MMA.

‘El Emperador de la lucha libre’

Otra figura inolvidable que borró las líneas que separan la lucha libre y las MMA es Yoshihiro Takayama.

Exjugador de rugby y kendoka, Takayama debutó como luchador en 1992 y se especializaba en el estilo del ‘puroresu’, que usa golpes verdaderos y llaves de las artes marciales. De esta manera, a pesar de que el resultado de los combates era predeterminado (igual que ocurre con la lucha libre en Occidente), las peleas se parecían mucho más a un combate ‘real’. Y lo que siempre ha destacado en Yoshihiro Takayama es su capacidad de recibir golpes durísimos.

Yoshihiro Takayama durante un combate en 1995Yukio Hiraku / AFLO / www.globallookpress.com

Luego de pasar años como luchador, en el 2001 debutó en las MMA y hasta finales del año siguiente participó en cuatro combates. Aunque en todas las ocasiones terminó derrotado, mostró tanta dureza que sorprendió tanto a sus rivales como a los fanes y comentaristas, por lo que en 2002 protagonizó el célebre combate contra el estadounidense Don Frye. La pelea fue tan descaradamente violenta, que hasta ahora sigue siendo uno de los espectáculos más destacados de la historia de ese deporte y el más recordado de la empresa Pride.

En su momento, esa velada, bautizada como «el combate más masculino de la historia» de las MMA, puso todas las miradas sobre Yoshihiro Takayama, quien demostró lo duros que pueden ser los deportistas de la lucha libre, que a menudo son objeto de burlas al ser comparados con los peleadores de las MMA.

Luego de volver a la lucha libre, en el transcurso de los siguientes años protagonizó un sinfín de memorables combates y se convirtió en uno de tan solo dos luchadores (el otro es el famoso Kensuke Sasaki) que a lo largo de la historia han ganado los tres campeonatos principales de la lucha libre en Japón. En 2013 volvió a las MMA para enfrentarse con Hikaru Sato y por fin pudo conseguir su primera y tan esperada victoria en ese deporte.

Desgraciadamente, en 2017 el legendario ‘Emperador de la lucha libre’ sufrió durante un combate una grave lesión de la médula espinal, que lo dejó paralizado desde los hombros hacia abajo, y hasta el momento sigue recibiendo tratamiento.

‘El rey del estilo fuerte’

Pasemos a la actualidad. Uno de los deportistas cuyo éxito en la lucha libre hizo olvidar a gran parte del público que también participó en combates de las MMA es Shinsuke Nakamura. El apodado ‘rey del estilo fuerte’ –un estilo de lucha libre caracterizado por el uso de llaves de sumisión y de duros golpes, como rodillazos o patadas, y que se desarrolló bajo la influencia de las artes marciales mixtas– participó en un total de cinco combates entre los años 2002 y 2004. Aunque perdió en su debut ante el brasileño Daniel Gracie, siguió adelante con victorias sobre el sudafricano Jan Nortje y el estadounidense Shane Eitner. Pero los combates que más atención merecen durante su carrera en las MMA son sus dos últimos, en los que se enfrentó al bielorruso Alexey Ignashov.

Shinsuke NakamuraEtsuo Hara / Gettyimages.ru

Estas dos peleas son interesantes para la trayectoria de Nakamura por dos motivos: la segunda –de la que salió con la victoria–, por marcar el fin de su carrera en las artes marciales mixtas, y la primera –que terminó sin resultado, cuando el árbitro lo detuvo tras propinarle Ignashov un fortísimo rodillazo en la cabeza al japonés– porque en cierto sentido ese golpe sigue ‘acompañándolo’ hasta ahora. En concreto, porque llevó a Nakamura a usar su emblemático rodillazo ‘Kinshasa’ (o ‘Bomaye’, como era conocido en Japón), con el que suele acabar con sus rivales en el ring. «Todos pensaron: ‘Nakamura está muerto, el combate ha acabado’, pero yo no, yo me levanté'», recordó el luchador en un episodio del documental ‘WWE Chronicle’ en 2018. «Luego [de ese golpe] decidí: necesito esto, necesito el ‘finisher’ más peligroso. Por eso uso la ‘rodilla a la cara'», contó.

Y aunque no lamenta en absoluto su paso por las MMA, desde su último combate decidió concentrarse solamente en la lucha libre y en su carrera en la empresa NJPW, en la que ganó varios títulos y se mantuvo leal. De hecho, en una entrevista con The Hindustan Times, en 2017, reveló que en 2005 la UFC le había ofrecido un contrato, pero lo rechazó. «Fue una buena oportunidad, pero no lamento mi decisión», dijo el luchador, que en 2016 debutó en la WWE y también allí ha ganado varios campeonatos, introduciendo su ‘estilo fuerte’ ante un público cada vez más amplio.

Otros luchadores que no se asustaron de pasar por las MMA

En general, son innumerables los luchadores japoneses –tanto hombres como mujeres– que en algún momento de sus carreras se han probado también en las MMA. En la siguiente infografía vamos a echar un vistazo a algunos de esos ejemplos.

Gladiadores que lo arriesgan todo por divertir al público

Como se aprecia en esa gráfica, no todos han tenido éxito. Pero el constante interés de los peleadores japoneses por agregar elementos de lucha real a los combates ha jugado un papel clave en el desarrollo de un estilo propio del ‘puroresu’: así, con el transcurso de los años, los luchadores del país del sol naciente han ido aplicando cada vez más golpes y llaves propios de las artes marciales y desarrollando su propio estilo del ‘wrestling’, caracterizado por su brutalidad. Aunque a menudo se perciben como mucho más impresionantes que los que se ven, por ejemplo, en la WWE, en verdad todos los golpes y cada vez más arriesgadas maniobras en el ring conllevan muchísimos riesgos para la salud y hasta la vida de los deportistas.

Minoru SuzukiNew Japan Pro-Wrestling / AFLO / www.globallookpress.com

A manera de ejemplo acerca de lo trágica y brutal que puede ser la lucha libre en Japón, recordemos algunos de los casos más destacados y lamentables:

  • en 2009, Mitsuharu Misawa, uno de los más respetados luchadores del país y también conocido como Tiger Mask, cayó sobre su cabeza y cuello al recibir una derribada, perdió de inmediato la consciencia y, pese a los esfuerzos de los médicos, fue declarado muerto poco después;
  • en 1997, un accidente similar le quitó la vida a Plum Mariko: la joven luchadora cayó sobre la cabeza, lo que le habría provocado una hemorragia interna, y falleció poco después con tan solo 29 años de edad;
  • en 2017, Yoshihiro Takayama, considerado uno de los luchadores más duros de la historia, recibió en pleno combate una grave lesión en la médula espinal, que lo dejó paralizado;
  • el mismo año, durante una velada de lucha libre, el entonces luchador de MMA Katsuyori Shibata le conectó un cabezazo tan brutal a su rival, Kazuchika Okada, que se provocó a sí mismo una hemorragia interna y colapsó después de terminar la pelea; aunque pudo recuperarse, la lesión básicamente puso fin a su carrera;
  • en 1990, en un combate contra Vader, Stan Hansen accidentalmente le sacó a su rival un ojo de la cavidad ocular; a pesar de la gravedad de la lesión, que dejó en ‘shock’ al público, Vader empujó el ojo de vuelta a su lugar y siguió luchando como si nada; posteriormente tuvo que ser operado.

Pese a todos los riesgos, el interés por el ‘puroresu’ es enorme en Japón, y cada vez más nuevas estrellas –tanto hombres como mujeres– dedican su vida al divertimiento del público en el ring. No hay dudas de que cada aspirante a superestrella del ring quiere hacer algo más asombroso y arriesgado que los demás, pero ojalá que esas aspiraciones no terminen con su salud y sus vidas.

Anatoly Sumskoy