La frustración de tener el mayor supercomputador de América Latina y no poder aprovecharlo
La frustración de tener el mayor supercomputador de América Latina y no poder aprovecharlo
Imagina tener un súper computador capaz de realizar mil billones de operaciones matemáticas por segundo, el más potente de América Latina.
Y ahora imagina no poder usarlo porque consume demasiada energía.
Ese es el problema prosaico e inesperado que enfrenta desde hace meses en Brasil el Laboratorio Nacional de Computación Científica (LNCC), vinculado al gobierno federal de Brasil.
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La máquina llegó hace un año a ese laboratorio ubicado en Petrópolis, la «ciudad imperial» del estado de Río de Janeiro, y fue bautizada con el nombre de Santos Dumont en honor al inventor e ingeniero brasileño pionero de la aviación.
Fue comprado a Francia por cerca de US$18 millones y recibido con expectativa en el país suramericano.
«El súper computador debe impulsar todavía más el sector de investigación, causando un gran impacto en el desarrollo científico y tecnológico nacional», señalaba un comunicado del laboratorio en julio del año pasado.
Sólo en la primera llamada a interesados para usar el Santos Dumont se presentaron cerca de 75 proyectos de investigación en diversas áreas cruciales para Brasil, como el virus zika o la industria de petróleo.
Una treintena de esas iniciativas fueron aprobadas.
Pero el entusiasmo fue dando paso a otros sentimientos para las autoridades del lugar, que dejaron la máquina funcionando en su mínima capacidad para evitar sus altos costos, y los riesgos de apagarla por completo.
«La sensación es realmente de frustración», admitió el director del LNCC, Augusto Gadelha, a BBC Mundo.
«Stand by»
El Santos Dumont tiene una capacidad de procesamiento de 1,1 petaflops y según Gadelha figura en una lista de los 500 mejores supercomputadores del mundo.
«¿Qué ocurre? El supercomputador consume una cantidad elevada de energía», explicó ese ingeniero eléctrico con experiencia en las áreas de probabilidad y estadística.
La cuenta de luz con semejante máquina funcionando a pleno ascendía a unos US$150.000 dólares por mes, pese a que tiene tecnología avanzada de eficiencia energética.
Y eso puede ser demasiado en un país como Brasil, que sufre su peor recesión económica en décadas, recortes de gastos y una crisis política que provocó un cambio de gobierno en mayo, tras la suspensión de la presidenta Dilma Rousseff para juzgarla por presunta manipulación presupuestal.