Humillación, torturas y violaciones: revelan cómo son las cárceles secretas para inmigrantes en Libia, hasta las que llega el dinero de la UE
Un grupo de periodistas de investigación que emprendió un viaje hasta el fondo de las prisiones secretas para inmigrantes en Libia, ha revelado al mundo la humillación, torturas, violaciones e incluso la muerte que esperan a aquellos que tienen la desgracia de acabar entre sus paredes en su desesperado intento de llegar a Europa, buscando una vida mejor.
Un joven de Guinea-Bisáu, Aliou Candé, fue uno de los muchos que nunca llegaron a cruzar el Mediterráneo y desapareció para siempre. The Outlaw Ocean Project, organización sin ánimo de lucro y especializada en rastrear los crímenes contra los derechos humanos que ocurren en el mar, dirigida por el periodista estadounidense Ian Urbina, se dedicó a reconstruir su historia y arrojar luz sobre el rol de la Unión Europea para mantener a los migrantes fuera de su frontera.
Instalación reconvertida en una cárcel secreta
Al Mabani, una construcción en Trípoli que antes servía de almacén de cemento, reabrió en enero de 2021 como cárcel secreta. El recinto está altamente protegido por muros altos coronados con alambre de púas y hombres armados con rifles Kaláshnikov. A la entrada del presidio, que se ubica en un barrio rodeado por talleres de reparación de automóviles y depósitos de chatarra, luce un letrero: «Dirección de Lucha contra la Migración Ilegal«. Su nombre, Al Mabani, se traduce del árabe como ‘Los Edificios’. La prisión está controlada por una milicia que se autodenomina como la Agencia de Seguridad Pública.
Sus instalaciones albergan miles de personas —hombres, mujeres y menores— que permanecen en condiciones precarias sin acusaciones formales, sin derecho a un abogado y con prácticamente nulas esperanzas de recuperar la libertad. Las celdas están tan llenas, que es difícil encontrar un hueco entre la multitud de cuerpos. Las luces permanecen encendidas toda la noche y la única fuente de luz natural es una pequeña rejilla en la puerta, de unos 30 centímetros. Mientras los pájaros crean sus nidos en las vigas y dejan caer las plumas y excrementos sobre los presos, quienes garabatean notas en las paredes: «Un soldado nunca se retira», «Con los ojos cerrados, avanzamos».
Hay un baño para cada 100 personas y los presos se ven obligados a orinar en una botella o defecar en las duchas. Los colchones tirados en el suelo, plagados de piojos y pulgas, no son suficientes para todos. Sin embargo, los migrantes se pelean no por conseguir uno, sino por poder dormir en la ducha, único lugar con ventilación. Dos veces al día salen al patio, donde se les prohíbe mirar al cielo o hablar. Asimismo, se les pone en el suelo un plato de comida para cada cinco personas.
Los migrantes reciben castigos físicos tanto por desobedecer las órdenes como sin aparente motivo; una simple sonrisa o hablar en su idioma, pueden ser la excusa de los carceleros para tomar represalias. Los guardias golpean con cualquier objeto que tengan a mano: una pala, una manguera, un cable, la rama de un árbol, etc. «Golpeaban a cualquiera sin ningún motivo«, reveló Tokam Martin Luther, un migrante camerunés que pasó por Al Mabani, pero logró abandonarla con vida. Las violaciones, los abusos y las torturas forman parte del día a día de los reclusos.
Existen pocas posibilidades de salir del centro, pero los guardias ofrecen la libertad a cambio de 2.500 dinares libios(unos 500 dólares). Los vigilantes proponen a los migrantes llamar a los familiares y pedir el dinero para ser salvados. Sin embargo, esto no quiere decir que el pacto proporcione alguna garantía y que no vayan a ser vendidos a otras cárceles donde pasarán por el mismo proceso.
¿Qué le pasó a Aliou Candé?
«Aliou era un joven de 28 años originario de Guinea-Bisáu, que se encuentra en África Occidental. Él cultivaba mandioca, ñame y mangos en una parte bastante remota del país. Y su granja tenía problemas. Las sequías fueron más largas. Las lluvias fueron más duras. Tenía varios hijos, y varios de sus hermanos ya habían hecho este viaje por el Sáhara y habían llegado a España e Italia y les estaba yendo bien. Entonces decidió emprender un viaje similar para tratar de mantener a su familia», resumió el inicio de su historia Ian Urbina durante la entrevista con NPR.
Sin embargo, el hombre no tuvo la misma suerte que sus hermanos y nunca llegó a Europa. Partió de su casa el 13 de septiembre de 2019 y en 2020 llegó hasta Trípoli, donde vivía de manera indocumentada su tío abuelo, Demba Balde. El hombre advirtió a su sobrino que no intentara ir a Europa, ya que el mar Mediterráneo era «la ruta de la muerte«, pero Candé no abandonó su idea.
Junto a otros migrantes, fue capturado el 4 de febrero por la Guardia Costera libia, a setenta millas (112 kilómetros) de Trípoli y fuera de las aguas del país, devuelto a la costa y enviado a Al Mabani. En el segundo mes de su detención estalló una pelea dentro de su celda entre unos migrantes que querían escapar y otros que consideraban que era «peligroso, la perdición y una idea terrible, que probablemente provocaría violencia severa por parte de los guardias«.
En consecuencia, los vigilantes, que pasaron más de dos horas filmando e incitando la masacre, abrieron fuego contra los reclusos. Aliou Candé, que intentó esconderse en el baño, recibió un disparo en el cuello y murió poco después. El 30 de abril fue enterrado en el cementerio de migrantes Bir al-Osta Milad de Trípoli por su tío abuelo y otras 20 personas. El equipo de The Outlaw Ocean Project visitó el lugar, donde se estima que son enterrados muchos migrantes que fallecen en Libia, y lo grabó con un dron. Las imágenes revelaron «miles de tumbas, muchas sin marcar, casi todas toscas y aparentemente construidas a toda prisa».
¿Qué tiene que ver la UE con las detenciones de migrantes en Libia?
En 2015 estalló la crisis migratoria y una cantidad incalculable de personas se lanzó a cruzar el mar Mediterráneo. Sin embargo, sus planes no fueron bien recibidos por los funcionarios europeos, quienes con el tiempo decidieron confiar su detención a los libios antes de que logren pisar sus territorios. De acuerdo a otro informe proporcionado, la Unión Europea no solo equipó y entrenó a la Guardia Costera libia, sino que también acordó con la organización marítima de las Naciones Unidas para que la guardia pueda operar en una zona ampliada frente a sus costas.
Dicha colaboración dio sus frutos y se registró un importante descenso en la inmigración proveniente de la ruta del Mediterráneo central. Se calcula que durante los primeros seis meses de este año llegaron 20.000 migrantes en comparación con los 70.000 correspondientes al mismo período de 2016.
Cabe mencionar, que la balsa en la que viajaba Candé fue rastreada por un avión de reconocimiento equipado con una cámara. Un guardacostas libio recibió estas imágenes y de este modo pudo alcanzar a los migrantes, a pesar de que estaban fuera de las aguas libias.
¿Cómo se da esta situación?
Para que los miembros de la Guardia Costera no tengan que operar con ‘los ojos cerrados’, reciben una valiosa ayuda por parte de Frontex, la agencia de fronteras de la Unión Europea. En 2015, Frontex encabezó el llamado «esfuerzo sistemático para capturar» a los migrantes que cruzaban el mar y hoy en día vigila el Mediterráneo con drones y aviones privados.
«Cuando detecta un barco de migrantes, envía fotografías e información sobre la ubicación a las agencias del Gobierno local y otros socios en la región, aparentemente para ayudar con los rescates, pero normalmente no informa a los barcos humanitarios», reza la publicación de The Outlaw Ocean Project. Actualmente, la agencia dispone de un presupuesto de más de 500 millones de euros y su propio servicio para las operaciones fuera de las fronteras de la UE.
A pesar de que Frontex ha negado su «cooperación directa con las autoridades libias», una investigación de una alianza de medios de comunicación europeos documentó veinte casos de detención de barcos por la Guardia Costera, después de que Frontex rastreara a los migrantes. Su captura en el mar y la devolución a tierra es aclamada por los funcionarios de la UE, quienes aseguran que se trata de una alianza exitosa con Libia para el «rescate humanitario» en todo el Mediterráneo. Sin embargo, muchos expertos sostienen que su verdadero objetivo es evitar que los migrantes lleguen a las costas europeas.
¿Ayuda a las cárceles o las personas?
Los reportes de Ian Urbina sostienen que a pesar de que la Unión Europea no financie directamente los centros de detención y su personal, destina el dinero «a todo lo demás en el sistema inhumano donde los migrantes son torturados, violados, detenidos ilegalmente y, a veces, asesinados de forma rutinaria«.
La Unión Europea paga tanto los colchones (y su fumigación ocasional) donde duermen los migrantes encerrados en prisiones como las bolsas para los cadáveres que quedan tras las detenciones. También destinó 1,75 millones de euros a la compra de 30 Toyota Land Cruisers para que las autoridades de migración libias puedan atrapar con facilidad a los reclusos que escapan de las prisiones o a los que entran en el país a través del desierto del Sáhara, además de barcos nuevos, uno de los que cuales se utilizó para capturar a Candé.
La UE también se comprometió a comprar ambulancias para poder trasladar inmigrantes enfermos y heridos a los hospitales; así como a enseñar al personal libio a manejar los cuerpos de una manera religiosamente respetuosa cuando estos fallecen. Había proporcionado autobuses a Libia, que se utilizan para transportar a los migrantes. Pagó los contenedores de envío que hacen de oficinas portuarias para el personal de la Guardia Costera junto a las tabletas que se usan para contar a los migrantes durante el desembarco.
«Gran parte de esta financiación tiene buenas intenciones e incluso salva vidas. Pero es innegable que la UE y sus estados miembros sostienen financieramente el sistema en Libia por el cual miles de migrantes están siendo capturados y retenidos en condiciones espantosas«, asevera The Outlaw Ocean Project. Asimismo, señala que a pesar de que estas acciones hacen que las cárceles «sean más humanas», se deja en evidencia que «en conjunto, también ayudan a mantener un sistema brutal, que existe en gran parte debido a las políticas de la UE que envían a los migrantes de regreso a Libia».
«Con el tiempo, pudimos demostrar que desde el momento en que la Guardia Costera libia lleva a los migrantes a tierra, el dinero de la UE se utiliza prácticamente en cada paso del camino para pagar la forma en que se manejan», concluye el informe.