Héroes anónimos de Baikonur, personas que hicieron posible el primer vuelo del hombre al cosmos
Muchos saben los nombres de los primeros cosmonautas, pero pocos piensan en la labor clave de miles de personas para hacer realidad los vuelos espaciales. Los miembros de la familia Dubrovin, que trabajaron en el cosmódromo de Baikonur, estuvieron entre estos héroes anónimos.
En el álbum de fotos de Svetlana, el retrato de Yuri Gagarin, el primer hombre en el espacio, va al lado de las imágenes de sus padres. No eran cosmonautas, tampoco ella, pero sin personas como los Dubrovin la exploración del espacio habría sido imposible.
Cuando los padres de Svetlana fueron enviados a Baikonur en 1964, este nombre aún era secreto, al igual que la propia ciudad. «Baikonur es mi casa, es mi patria. Nací allí y esto significa mucho para mí. Pase allí mi infancia, mi juventud, y luego trabajé en el cosmódromo», relató Svetlana.
Su madre, Lidia, dijo que «primero era una ciudad exclusivamente de militares, y no había población civil». «Todas las tareas, como por ejemplo los servicios comunales o la limpieza de las calles, las realizaban soldados. Nadie podía entrar. Y los que estaban, tenían que firmar un compromiso de guardar el secreto«, relató.
Al llegar a la estepa de la entonces República Soviética de Kazajistán, los Dubrovin no sabían que su trabajo estaría vinculado con el espacio. En las cuestiones relacionadas con el servicio militar, no se hacen muchas preguntas. Lidia siguió a su esposo, a pesar de que las condiciones en esa región no le convenían para nada: allí las temperaturas varían entre 40 grados negativos en invierno y 40 positivos en verano.
«Ese clima no era para mí. Incluso los médicos me lo decían: tiene que cambiar de clima. Lo que para mí significaba abandonar a mi esposo. La cosa es que en el aire faltaba oxígeno. Las heridas se curaban muy mal allí. Las tormentas de arena eran otro desafío», relató Lidia.
A pesar de todas las dificultades, Lidia se formó como especialista y se encargó de los proyectos de las líneas eléctricas para las plataformas de lanzamiento. Su hija siguió la profesión y se quedó trabajando en el cosmódromo incluso cuando terminó el servicio de sus padres. En los años 1990 ella también se mudó de la ciudad tras la desintegración de la URSS, pero mantuvo las amistades para toda la vida.
«El vínculo no se rompe. Todo el mundo se trasladó a diferentes ciudades, diferentes países, las exrepúblicas soviéticas, pero muchos de los que vivieron allí viajan cada 2 de junio a la capital rusa para reunirse y celebrar el día de la ciudad de Baikonur juntos», dijo Svetlana.
60 años después del primer vuelo del hombre al cosmos, Baikonur sigue siendo la principal puerta de salida de la Tierra al espacio exterior. La gente que dedicó sus vidas a su construcción y su funcionamiento celebra el aniversario junto con todo el mundo, pero también sintiéndose muy orgullosos de poder haber aportado algo al proyecto que cambió la humanidad.