Fotos de huellas dejadas por icebergs en el fondo del mar hace más de 30.000 años muestran cómo estos se desplazaron del Atlántico Norte a Florida
El nuevo estudio de Alan Condron, de la Institución Oceanográfica Woods Hole de Massachusetts y Jenna C. Hill, miembro del Servicio Geológico de EE.UU., revela que hace aproximadamente 31.000 años los icebergs fluyeron a lo largo de 5.000 kilómetros de la costa oriental de EE.UU. hasta alcanzar Florida.
Las imágenes de alta resolución del fondo del mar indican la presencia de más de 700 rastros de icebergs desde el Cabo Hatteras, en Carolina del Norte, hasta los Cayos de Florida a profundidades de entre 170 y 380 metros. Las simulaciones numéricas del movimiento de capas glaciares indican que su traslado a esos sitios ocurrió en períodos de corta duración, como resultado de la descarga elevada de agua de deshielo. «Estas inundaciones crean una corriente costera fría, de flujo rápido hacia el sur que lleva los icebergs hasta Florida», comentó Condron en un comunicado difundido esta semana.
Este descubrimiento tiene implicaciones directas para comprender las interacciones entre la criósfera, el océano y el clima, ya que sugiere que una corriente limítrofe costera estrecha y flotante debe haber fluido desde las capas de hielo del hemisferio norte directamente al giro subtropical del Atlántico Norte, y que al sur de Cabo Hatteras esta corriente se movía en dirección opuesta a la Corriente del Golfo, que fluye hacia el norte.
Las investigaciones realizadas durante los últimos 30 años han demostrado repetidamente que los aumentos en la descarga de agua dulce a causa de vertidos masivos de agua de deshielo al Atlántico podrían debilitar la Circulación Meridional de Vuelco.
A su vez, el movimiento del flujo es crítico para controlar la cantidad de calor que el océano transporta hacia el norte, a Europa. Si las regiones frente a la costa atlántica de EE.UU. reciben abundantes cantidades de agua dulce, la cantidad de calor transportada hacia el norte por el océano podría cambiar significativamente, aumentando las posibilidades de que las temperaturas en Europa se enfríen de manera considerable.
El estudio fue publicado en la revista Nature.