¿Es posible cuidar el ambiente sin la minería? La conciencia ecológica de la sociedad ha progresado mucho en los últimos decenios. Para las generaciones de nuestros padres y abuelos, temas como el calentamiento global, el reciclaje de la basura, o la conservación de especies animales y vegetales, no eran todavía preocupaciones significativas. Si tienes alguna inquietud recuerda contactarnos a través de nuestras redes sociales, o regístrate y déjanos un comentario en esta página. También puedes participar en los grupos de WhatsApp. Si usas Telegram ingresa al siguiente enlace.
Al contrario, hoy en día, todos entendemos que la actividad humana puede generar impactos que podrían poner en riesgo la reproducción de los ciclos naturales, de los cuales, la vida humana también depende.
Así, es frecuente escuchar en los medios de comunicación y en las conversaciones cotidianas que la industria minera, el petróleo o las hidroeléctricas son actividades contaminantes, que podrían causar daños importantes a los ecosistemas.
Hay quienes, ven en el abandono de la minería y el cambio hacia “tecnologías verdes”, la única esperanza para el planeta. ¿Pero qué es la tecnología verde y por qué es ventajosa?
Sin embargo, un aspecto menos conocido de la tecnología verde es cómo logra desempeños más amigables con el medio ambiente en comparación con las anticuadas tecnologías “no- verdes”.
Veamos. Al igual que otras herramientas avanzadas (celulares, pantallas planas o computadoras portátiles) la tecnología verde alcanza prestaciones que antes parecían imposibles: mejor rendimiento, mayor ahorro energético y de insumos, mayor capacidad de almacenamiento, más resistencia, mayor ligereza y portabilidad, y desde luego menor contaminación.
Esto se ha logrado, sin duda, a partir de las innovaciones en la arquitectura de los dispositivos; pero también, y sobre todo, por las características de los nuevos materiales con los que son fabricados, y aquí ocupan un lugar protagónico una serie de minerales dotados de capacidades especiales, las llamadas “tierras raras”.
Aunque su nombre pueda sugerir que son pocas y escasas, no es así. Existen en la tabla periódica 17 elementos clasificados como tierras raras, y algunos son tan prevalentes en la corteza terrestre como el cobre.
La aplicación de los minerales raros en la tecnología de frontera está dada por las posibilidades que abren frente a materias primas tradicionales, y luego por su extraordinaria capacidad para la contención de efectos.
El Neodimio, por ejemplo, es un metal altamente magnético empleado para hacer, entre otros usos, parlantes más pequeños y con mejor sonido, pero también es imprescindible para los poderosos generadores de los molinos eólicos que producen energía a partir del viento. El Lantano y el Litio se aplican en la construcción de baterías más eficientes, livianas y duraderas que potencian tanto nuestros celulares, como los motores de los autos eléctricos.
Un mineral sumamente útil por su versatilidad es el Cerio, con él se elaboran catalizadores que depuran el dióxido de carbono y el hollín de las emisiones de fábricas, y de la combustión de los motores a gasolina; igualmente se utiliza en filtros de agua que garantizan mayor salubridad para la gente que no tienen acceso al agua potable, e incluso es empleado en detergentes y jabones inocuos, que no afectan el agua o los suelos.
Las tierras raras reciben, por igual, aplicaciones en otros diversos campos que van desde la benevolente medicina hasta la repudiable industria militar.
No obstante, de momento sólo nos interesa establecer que entre las innovaciones para conservar el medioambiente ninguna máquina, ningún dispositivo, ni ningún producto que se etiquete como “tecnología verde”, puede ser fabricado sin tener en el inicio de la cadena productiva la minería de tierras raras que, como todos los metales, deben ser encontrados, explotados y refinados conforme a procesos minero-metalúrgicos.
Cabría entonces preguntar a quienes abogan por la tecnología verde, cómo al mismo tiempo promueven campañas para suprimir la minería.
Mucho más, los depósitos de las tierras raras son particularmente dispersos, y pocas veces superan el umbral de la sostenibilidad económica, lo que determina que la explotación de tierras raras sea típicamente a cielo abierto, precisamente el tipo de instalación minera más satanizado por los activistas.
Pero no es falso que la extracción de minerales raros sea una tarea compleja, que demanda de estándares técnicos y de seguridad muy altos, incluso más que los requeridos para el aprovechamiento de otros metales.
Las tierras raras frecuentemente aparecen asociadas al Torio, un elemento radioactivo, que mal manejado puede ser potencialmente dañino para la salud de los trabajadores, así como generar costos ambientales elevados.
Otra dificultad es que pocos países cuentan con minas de tierras raras. Por lo que existe un oligopolio de pocos países sobre el recurso, lo que ha generado crecientes tensiones en el comercio internacional.
Pese a estos obstáculos, es claro que la relación entre impactos ambientales focalizados en los sitios de explotación de las tierras raras, frente a su utilidad para combatir problemas ambientales en todo el mundo; su relevancia para producir energía limpia (solar, eólica, etc.); y finalmente la capacidad de las tierras raras para ser recicladas, hacen de su explotación una alternativa válida para el medio ambiente y para la humanidad.
Tomemos en cuenta que ningún desafío ambiental puede ser adecuadamente encarado, sin observar tanto la integralidad de la problemática, como la integralidad de las soluciones.
Solamente así comprobaremos que, lejos de los prejuicios, la minería es una actividad razonable que también contribuye con alternativas para un medio ambiente sustentable, así como para promover un desarrollo humano pleno.