Es muy difícil robar o desmantelar a un auto eléctrico

Es muy difícil robar o desmantelar a un auto eléctrico

Robar o desmantelar a un auto eléctrico. El auto eléctrico es más seguro ante los robos y la vandalización que sufre un vehículo a combustible por su ingeniería y diseño. Si tienes alguna inquietud recuerda contactarnos a través de nuestras redes sociales, o regístrate y déjanos un comentario en esta página. También puedes participar en el WhatsAppSi usas Telegram  ingresa al siguiente enlace.

Un beneficio muy importante en tiempos con una fuerte delincuencia como la que se vive en este momento en Ecuador.

Es muy difícil robar o desmantelar a un auto eléctrico

“Fue una situación surreal —relata María Angélica (identidad protegida). Fui a almorzar con unos familiares en el Valle de los Chillos. Ellos viven en un multifamiliar que no obstante tiene el parqueadero de visitas expuesto hacia la calle en la Transversal 14. Como tantas otras veces dejé mi carro ahí (un Suzuki Grand Vitara SZ), y entré; eran las 12:00 del mediodía.

Luego de un rato, minutos en verdad, mi prima que estaba en el segundo piso empezó a gritar “¡¡¡Ladrón!, Ladrón!!!”.

Una camioneta blanca en la que había al menos 4 individuos se había parqueado detrás del auto, y había abierto su capó para dar la impresión de que estaban pasando energía de un auto a otro.

Salimos corriendo al parqueadero, y estos cobardes fugaron.

La policía llegó en breve pero no alcanzó a capturarlos. Quedaron sí grabados por las cámaras de seguridad del conjunto y estamos en las diligencias legales ante robar o desmantelar a un auto eléctrico.

De todos modos, es increíble como en un tiempo tan corto pueden causar tanto daño. Rompieron una ventana, forzaron el capó, robaron los airbags, descalabraron la guantera, cortaron el cableado de la batería y del cerebro, pero al parecer no tuvieron tiempo de robárselo. Según la casa matriz, el perjuicio rebasa los 4000 USD.”

El robo de autos no es un delito nuevo, pero sí uno de los que más se expande en el país.

Los principales blancos del estruche siguen siendo las marcas más vendidas como Chevrolet o Kia, pero en la medida que los autos chinos se han vuelto más populares, son ahora la nueva predilección de los delincuentes.

Acorde a cifras del portal especializado en seguridad automotriz carsync.com las denuncias por substracción han aumentado sostenidamente en Ecuador, de 4541 en 2017, a 4714 en 2018, y 5653 en 2019.

Los periodos de confinamiento por pandemia en el año 2020 lograron torcer la curva a 4578. Pero desde entonces, este tipo de delitos ha recuperado el ritmo, cuando sólo en enero 2021 se produjeron 516 robos, convirtiéndolo en el mes más funesto de los últimos 5 años.

Sin embargo, estos números representan apenas una fracción de las llamadas recibidas al ECU-911 por emergencias relacionadas a fechorías contra automotores.

Esto ocurre porque el desvalijo y tráfico de autopartes, es un delito para el cual las víctimas usualmente consideran inútil presentar una denuncia. Es por ello que al respecto no hay estadísticas fiables, pero basta observar el mercado negro de repuestos que se pueden conseguir con facilidad en internet.

“Nadie roba un airbag para ponérselo en la cabeza antes de entrar a la ducha, ni lo compra por que le hacía falta otra almohada —asevera indignada María Angélica— la compra/venta se hace por precios muy por debajo de los del concesionario.”

Es un círculo vicioso que permite a los ladrones hacer dinero rápido, pero termina afectando a la sociedad en su conjunto.

No obstante, el proceso de recambio hacia la movilidad ecológica que se está gestando a nivel mundial, está acarreando como uno de sus beneficios extra una verdadera revolución en materia de seguridad automotriz.

El auto eléctrico recurre a un modelo de locomoción más sobrio y eficiente; si un motor térmico tiene 10.000 partes móviles, el eléctrico apenas tiene 20. Su chasis está acoplado de tal manera a la batería, que hace virtualmente imposible que el contacto entre el sistema de energía y el módulo o “cerebro” pueda ser separado.

Lo mismo impide que el cableado de alarmas pueda ser cortado, y por lo tanto silenciado.

El diseño es tan compacto e integrado, que incluso asumiendo que algún osado dispusiere de horas para desmantelar un eléctrico, debería tener a su alcance herramientas complejas, y ser un especialista en electrónica, capaz de maniobrar entre el cableado de alto voltaje, pues no saber hacerlo fácilmente podría electrocutarlo hasta la muerte.

Pero si el desmantelamiento se halla descartado, las probabilidades de substraer el vehículo entero son igualmente remotas.

El bloqueo de los autos eléctricos es su principal fortaleza en materia de seguridad, si no está prendido (y resulta imposible prenderlo si no es del modo regular), el vehículo simplemente no se podrá mover.

Además, como el sistema informático está siempre activo y en comunicación, el monitoreo ante cualquier vulneración se envía al dueño en tiempo real al robar o desmantelar a un auto eléctrico.

En todo caso, como todo cambio de paradigma, la nueva tecnología arrastra también nuevas vulnerabilidades. En países donde la movilidad eléctrica ha calado, son los sistemas de recarga públicos los que empiezan a despertar la preocupación de las autoridades, ya que, aunque poseen un aseguramiento en la conexión al automóvil, el cableado a las electrolineras sigue siendo susceptible de ser cortado.

La guerra de formatos entre los conectores, el tiempo que toma cargar un automóvil eléctrico, y la necesidad de instalar más cargadores domésticos son algunas de las causas de este vandalismo de nuevo cuño.

Empero, la principal razón por la que los antisociales se arriesgan a sufrir descargas potencialmente letales, suele ser el valor de los componentes chatarrizados, que en algunos casos puede superar los 200 USD.

De esta forma, es evidente que mientras persistan irresueltas las causas sociales que llevan a los individuos a delinquir en primer lugar, no habrá avances tecnológicos que podrán erradicar por sí mismos el robo. Resta por ello perfeccionar tanto las políticas de seguridad, como las de progreso social.