En la cuerda floja: el coronavirus deja a los feriantes en una situación límite en España
El sector de los feriantes es uno de los olvidados por las autoridades en España, un país donde la pandemia sigue haciendo estragos en la sociedad y el futuro económico no es nada halagüeño.
La crisis sanitaria ha paralizado casi por completo la vida del circo. En Yuncos, Toledo, a una hora en coche de la capital, artistas circenses realizaron en marzo su última actuación, y aún siguen allí. Se entrenan para no perder sus destrezas, pero también se frustran porque ya no son los de antes.
Aris Zavetta no ha conocido otro oficio. Su familia es de tradición circense y creció en este mundo. Ahora teme que el coronavirus pueda llevarse por delante su trabajo y el de los suyos.
«Intentamos dejar oscura esa parte para que no nos funda el pánico o la depresión y caer enseguida. Es nuestra vida. No podría vivir sin el circo«, reflexiona.
Los ayuntamientos de España han suspendido la mayoría de los espectáculos circenses y un total de 10.000 personas se han visto afectadas. Desde hace siete meses, la vida nómada de los artistas del circo ha quedado estancada. Sus camiones, sus actuaciones. Ahora lo único que quieren es volver a trabajar.
«Es insostenible»
La ausencia de muchos mercadillos y ferias ha obligado a Francisco Javier Domínguez a colocar su noria en un almacén en Yeles, municipio que también se encuentra en la provincia de Toledo.
Este autónomo asegura que la situación actual es dramática y lo peor, según él, es la incertidumbre de no saber qué hacer. El mes pasado, se le terminaron los 700 euros de ayuda del Gobierno y manda un mensaje al Ejecutivo del presidente Pedro Sánchez.
«Catastrófico. Esto es insostenible. Primero que nos mientan en la cara, que no nos digan las cosas claras. Tanto que decían que nadie se iba a quedar en la estacada. Yo conozco a muchísima gente que se está quedando en la estacada», denuncia Domínguez.
En Madrid, los trabajadores de uno de los mercados al aire libre más antiguo de Europa también se muestran indignados. El Rastro es una de las señas de identidad de la capital española y lleva cerrado desde el inicio de la pandemia. Los comerciantes aseguran que necesitan una solución porque están asfixiados económicamente.
«Es la primera vez que tengo una situación tan crítica, caótica. Jamás había estado tanto tiempo sin trabajar, seis meses y sin ninguna entrada económica», afirma Antonio Olguín, uno de los feriantes.
Por ahora, Antonio ha guardado las prendas de su puesto en una furgoneta alquilada. Mientras, busca cualquier tipo de trabajo. En su cabeza está la posibilidad de regresar a su país, Chile. Si no cambia la situación, es consciente de que tendrá que cerrar y decir adiós a 32 años de sueños e ilusiones.