El uribismo ataca al árbitro electoral en Colombia y lanza pólvora a la escena política a pocas semanas de las presidenciales: ¿qué puede pasar?

Los resultados de las legislativas terminaron de producir un hervidero en la esfera política colombiana, especialmente cuando el escrutinio oficial de la Registraduría Nacional reflejó cerca de 400.000 votos más al Pacto Histórico en el Senado que no estaban incluidos en el preconteo. Con el reajuste hecho, el partido consigue tres nuevos curules que le sacan ventaja del resto y posicionan en la delantera al candidato Gustavo Petro.

Prontamente, el expresidente Álvaro Uribe y líder fundacional de Centro Democrático, quien horas después de las elecciones había asumido su derrota, desconoció el resultado oficial: «Estas elecciones dejan toda la desconfianza. E 14 [formulario electoral] llenos de tachones, enmendaduras, firmas que no coinciden. A las inconsistencias se suma la abrumadora votación del petrismo en zonas de narcotráfico. No se puede aceptar este resultado».

El desconocimiento de los resultados por parte del líder de Centro Democrático supone elevar exponencialmente el grado de indeterminación sobre las elecciones presidenciales, cuya primera vuelta se celebrará el 29 de mayo. Es conocido por todos el poder de Uribe y el uribismo tanto en el plano institucional como su ascendencia sobre sectores conservadores y de derecha, que en Colombia tienen mucha capacidad de movilización y presión.

Lo que se teme en este momento es que las partes pongan en duda el próximo resultado de las elecciones presidenciales y, de haber un cambio político, la transición sea obstaculizada, negada, saboteada.

Dicha declaración de Uribe abre un nuevo escenario que no se vislumbraba, hasta ahora, en la campaña presidencial. Lo que se teme en este momento es que las partes pongan en duda el próximo resultado de las elecciones presidenciales y, de haber un cambio político hacia un gobierno de signo ideológico distinto, como sería un hipotético triunfo de Petro, entonces la transición sea obstaculizada, negada, saboteada.

Por ello, este primer acto de desobediencia de Uribe no hace sino recordarnos la forma como se produjo la transición en EE.UU., entre el Gobierno de Trump y el del actual presidente Joe Biden, cuando el primero no aceptó una transición pacífica con un costo político muy elevado para Washington.

Y esto ocurriría no en las calles de la apacible Washington, sino en la volátil e inflamable Colombia, en la que en los últimos 70 años han sido las guerras civiles y las masacres las que han signado la política de ese país, incluido el asesinato de candidatos presidenciales e innumerables dirigentes políticos.

Petro responde

Tras las declaraciones de Uribe, la Registraduría pidió un nuevo reconteo de los votos, por lo que Petro denunció que en una repetición del escrutinio no habría garantías para evitar el fraude: «En este momento no hay cadena de custodia transparente sobre los votos ya escrutados». Además, calificó de «golpe de Estado» el desconocimiento de Uribe.

Las discrepancias entre el primer resultado publicado (el del preconteo) y el escrutinio definitivo han aumentado el nivel de desconfianza sobre el árbitro y las reacciones percibidas de ambos bandos hacen dudar de la estabilidad institucional de cara a las presidenciales.

Desconocer un hipotético triunfo de Petro implicaría avivar a un nivel indeterminado el conflicto histórico que sufre Colombia y que se disparó desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948.

Así, las potencialidades de un conflicto extremo están sobre la mesa. Si el uribismo cuenta con maquinaria para elevar el conflicto a una situación agónica, la izquierda también posee ingentes movimientos que se han venido movilizando de manera contundente los últimos dos años provocando una desestabilización nacional por medio de fuertes protestas de todo signo.

Desconocer un hipotético triunfo de Petro implicaría avivar a un nivel indeterminado el conflicto histórico que sufre Colombia y que se disparó desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948, un líder progresista que prometía, como Petro, transformar el país.

Después que ambos líderes se acusan de robarse las elecciones, el evento presidencial cuenta con un pronóstico reservado por la magnitud de las fuerzas que están en diatriba y que ya en ocasiones anteriores han entrado de manera trágica al terreno de la violencia.

Finalmente, el martes, la Registraduría decidió no pedir un nuevo conteo de votos, lo que garantiza el nuevo resultado que otorga tres nuevos senadores al partido de Petro y lo que seguramente va a producir una respuesta de Uribe.

Nueva encuesta publicada aviva expectativa

En los últimos sondeos realizados y publicados después de las legislativas por La Gran Encuesta, Petro alcanza el 37 %; Federico ‘Fico’ Gutiérrez, 19 %; Rodolfo Hernández, 11 %, y Sergio Fajardo 10 %. Además, el voto en blanco se llevaría un 16 %.

Además, en caso de celebrarse una segunda vuelta, según la encuesta citada, Petro ganaría las elecciones independientemente de quién sea su contrincante.

Estos datos permiten entender el nerviosismo existente en el uribismo y hace preguntarnos, cada vez más cerca de los comicios, cómo actuará este movimiento populista de derecha, quien se declara abierto enemigo de la izquierda y además ahora duda de los resultados y del arbitro.

Con esta nueva diatriba, las elecciones presidenciales entran en un ambiente enrarecido y las dudas sobre un resultado pacífico cierran al alza.

Ociel Alí López es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.

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