El tablero militar vuelve a protagonizar la política estadounidense: ¿qué busca Biden elevando las tensiones en Ucrania?
Las altisonancias del anterior presidente de EE.UU., Donald Trump, y la forma como se expresaba sobre sus adversarios nacionales e internacionales hacía suponer que el mundo estaba en un claro riesgo. La frialdad del estilo republicano que recordamos en Reagan o Bush había trasmutado hacia formas de mayor belicosidad discursiva.
Su uso de sanciones económicas por doquier permitió pensar que la conflictividad mundial iría en aumento si se mantenía otros cuatro años en el poder.
A lo interno de EE.UU., sus proclamas racistas, clasistas y belicosas provocaron una inestabilidad social que hizo comparar a la gran potencia del norte de América con cualquier país ‘tercermundista’ debido a las violentas protestas, los saqueos y el nivel de confrontación, que se disparó mientras los decesos por el coronavirus se contaban por cientos de miles.
Una vez llegado Joe Biden a la presidencia, y cumplido su primer aniversario al mando, los resultados no son más tranquilizantes, especialmente en materia geopolítica. Con Biden volvió la frialdad estratégica del globalismo estadounidense, bajo su fase más guerrerista.
Han sido dos las grandes jugadas llevadas a cabo por su gestión que, en cuestión de pocos meses, han reubicado a EE.UU en el mapa geopolítico y han aumentado el riesgo de una conflagración de alto impacto.
Primero, en su afán de frenar a China, más bien con la intención de cercarla, logró, en septiembre del 2021, para sorpresa de Europa, una alianza militar con Australia y Reino Unido (AUKUS), con el fin de desarrollar una gran flota submarina de propulsión nuclear que cambia la correlación en el indopacífico, por donde China transporta un gran porcentaje de sus exportaciones.
Si con Trump las relaciones euro-estadounidenses pasaban por un mal momento, especialmente discursivo, con Biden se ha materializado la supresión de Europa como aliado de primer orden.
En ese momento, un portavoz chino advirtió que el nuevo pacto «amenaza con dañar gravemente la paz regional e intensifica la carrera armamentística».
Colocada la ficha en el tablero, la tensión bajó en la opinión pública, pero seguramente no en la industria militar.
De las sanciones al tablero militar
A diferencia de Trump, que se concentró en sanciones económicas que acompañaban su verbo exagerado, Biden llevó la disputa con China al tema militar y diseñó una política, ciertamente audaz, y ofensiva, que significó además relevar la importancia de Europa, especialmente de Francia.
A partir de allí, Francia (y en cierta forma la Unión Europea), con quien Australia canceló planes militares anteriores para desplegar la alianza con EE.UU. y Reino Unido, se va ubicando en la periferia de los planes geopolíticos del Gobierno de Biden.
Es decir, si con Trump las relaciones euro-estadounidenses pasaban por un mal momento, especialmente discursivo, con Biden se ha materializado la supresión de Europa como aliado de primer orden.
Es así como se llega al tema de Ucrania, hacia donde se ha trasladado la tensión militar una vez se desmonta la presión sobre Siria y Afganistán.
Ucrania
El segundo paso que ha dado Biden ha sido el de retomar un conflicto con Ucrania que amenazaría con la expansión de la OTAN hacia la frontera este europea. Este tema se ha convertido, durante el comienzo de año, en el tema candente de la geopolítica.
Aquí Biden y Trump han tenido la misma ‘preocupación’, pero el primero ha resultado mucho más ofensivo, llevando las consecuencias de un conflicto no ya a algún país de Oriente Medio o el este de Europa, sino a la propia Alemania y el propio corazón de Europa occidental.
La actual tensión se trata de la necesidad que tiene EE.UU de impedir que Europa, especialmente Alemania, dependa de manera tan exclusiva del gas que le provee Rusia.
Con el gaseoducto Nord Stream 2 no parece haber argumentos, desde la legislación internacional vigente, que sostengan el impedimento que tendría Alemania de comprar gas a Rusia. Sin embargo, y para tratar de aplacar el conflicto, el vicepresidente de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, señaló este lunes que la aprobación del gasoducto Nord Stream 2 ha quedado en suspenso, «sine die», y que la comisión está investigando el cumplimiento del proyecto con la política energética de la Unión Europea.
Mientras tanto, el precio del gas se ubica entre las principales preocupaciones a presente y futuro de muchos países europeos, sobre todo de Alemania.
Nord Stream 2
El problema central es que con el nuevo gasoducto se resta importancia al tránsito del gas que pasa por territorio ucraniano, que llevaba una dirección similar (de Rusia hacia Alemania) y con el que Ucrania saca rédito económico y también puede presionar en las relaciones entre ambos países.
En cambio, el Nord Stream 2 no toca territorio ucraniano, sino que pasa por el Báltico.
Mientras tanto, en Europa el gas se vuelve escaso, sube de precio y nadie sabe de dónde saldrá el que podría sustituir al que les provee Rusia.
Esta crispación parece más bien el soporte discursivo del nuevo escenario en el que se presiona a Europa para que no abra el nuevo gasoducto que una amenaza de guerra real que estuviera por ocurrir.
Biden ha declarado que pondrá su empeño en buscar nuevas fuentes de suministro en otros países, pero el sistema europeo no estaría del todo preparado para ello.
Por eso, la presión de Washington y los medios occidentales, quienes han comenzado el año hablando de una inminente invasión de Rusia a Ucrania, cuando tanto Moscú como Kiev han descartado esa posibilidad. Así que esta crispación parece más bien el soporte discursivo del nuevo escenario en el que se presiona a Europa para que no abra el nuevo gasoducto, que una amenaza de guerra real que estuviera por ocurrir.
Un alto porcentaje del gas europeo viene de Rusia. Especialmente Alemania es dependiente en tanto no tiene un sistema fortalecido de gas licuado, que le permita buscar de manera rápida nuevas fuentes de abastecimiento. Esta debilidad hace que Alemania y Francia traten de no echar leña al fuego.
Alemania se ha negado a vender armamento a Ucrania y se han escuchado voces críticas de su Ejército, como el caso del almirante y máximo jefe de la marina alemana Kay-Achim Schönbach, quien tuvo que renunciar la semana pasada después de plantear, en una conferencia en India, la necesidad de aliarse con Rusia para ubicar a China como principal contendor.
A Europa, y especialmente Alemania, no le interesa este conflicto, pero a Biden sí.
Trump se burlaba de los europeos y los abandonaba. No le interesaba Europa. Y el primer ministro británico, Boris Johnson, le garantizaba la interlocución mínima necesaria.
Pero con Biden, Washington viene a ganarse su lugar a codazos en Europa. Y si los alemanes tienen que pagar un alto precio para calentar sus casas, es problema de ellos.
Hasta que Europa no tenga fuentes fiables que sustituyan el gas ruso, la paralización del Nord Stream 2 implica un fuerte riesgo interno, que hay que ver por cuánto tiempo pueden correr.
A este escenario energético de Europa hay que sumar que por razones ecológicas y de seguridad, hay planes de disminuir la producción energética nuclear y la proveniente del carbón.
Biden y el mundo
Así, Biden ha logrado rescatar el mapamundi para los EE.UU. después que Trump más bien se había tratado de concentrar en el desarrollo interno de su país.
Hablamos que se ha levantado de nuevo la estrategia mundial globalista que pasa por realinear, ahora de una nueva manera, a países tan importantes como Alemania, Francia, Reino Unido y Australia, después de algunos años de cierta pérdida de importancia en el tablero mundial en el que Siria, Afganistán e Irak ya comenzaban a ser escenarios que estorbaban, debido a las imposibilidad de conseguir victorias para EE.UU.
La forma como Biden está reposicionando su país en el marco geopolítico está poniendo en suspenso la paz mundial, porque además pone en riesgo por un lado el comercio chino y, por ende, su crecimiento, y por el otro genera dudas sobre el consumo energético europeo con todo lo que eso puede significar a mediano plazo.
Muchos flancos abiertos en menos de seis meses hace recordarnos que las formas de Trump, si bien eran exageradas y grandielocuentes, restaban presión militar a los conflictos que se encontraban abiertos.
Esto se está invirtiendo y ya las amenazas militares van ganando protagonismo nuevamente. Es la era de Biden.
Ociel Alí López es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.
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