«El peronismo de Cristina»: el libro que analiza la inagotable centralidad de Fernández de Kirchner y el poder en Argentina
La polarización en la que está sumida Argentina suele entorpecer, distorsionar, simplificar las miradas. Las posiciones radicalizadas, los que más gritan a favor o en contra del oficialismo o de la oposición prevalecen en el debate social, en las redes y en los medios de comunicación.
El periodista Diego Genoud se aleja de estas premisas y de las presiones de las audiencias que solo buscan ratificar sus prejuicios. Así lo demuestra en «El peronismo de Cristina«, su más reciente libro editado por Siglo XXI, en el que analiza con especial énfasis el fracaso de la presidencia de Mauricio Macri y los desafíos del Frente de Todos, la alianza progresista que llevó a Alberto Fernández a la presidencia y que hoy transita una «dolorosa unidad», en medio de la escasez de recursos provocada por la combinación de una crisis económica y la pandemia, más la guerra interminable con un establishment que fue, es y será antiperonista. Y que a diario ejerce una oposición implacable.
En este escenario, destaca la figura de la expresidenta y actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, una de las líderes políticas más importantes en la historia argentina que, pese a tantos vaivenes y desgastes, no pierde centralidad. Al contrario. La aman o la odian, y cualquier palabra o silencio suyo alcanza para ratificar su inoxidable protagonismo.
Legitimidad K
RT: Fernández de Kirchner suele ser presentada como heroína o villana, sin matices, ¿cómo escapar a esa caricaturización para tratar de entender a una figura política tan trascendente?
D.G.: Es difícil. Primero hay que tener ganas de salir de eso. Hay un intento habitual de narrar, el más difundido, que intenta adjudicarle todos los males de Argentina, y eso, además de injusto, es estéril. No funciona para los analistas políticos ni para los opositores porque ella tienen una legitimidad importante. Uno lo que tiene que hacer es preguntarse por qué después de tantos años tiene la adhesión que tiene, es un piso muy importante.
RT: ¿Y por qué tiene esa legitimidad?
D.G.: Porque durante los gobiernos kirchneristas hubo medidas que efectivamente mejoraron el nivel de vida de gran parte de la población, eso me parece central. Después hay una serie de consignas que el kirchnerismo hizo taquilleras, ligadas a la batalla cultural, pero creo que eso prende más en una clase media progresista. La legitimidad de Cristina en los sectores populares es lo que más me interesa y lo que más le duele al peronismo no kirchnerista. También tienes mucha adhesión por contraposición. Fernández de Kirchner representa el reverso de las otras opciones políticas que hablan en nombre y a favor del mercado, de los dueños de la Argentina, y la ofensiva permanente de esos sectores en su contra afianza la lealtad de sus votantes.
RT: Cuando Fernández de Kirchner anunció que Alberto Fernández sería el candidato presidencial, se consideró una ‘jugada maestra’ de la política; hoy ambos están inmersos en confrontaciones públicas y la tensión al interior del Gobierno es permanente. ¿Cómo se pasó de un escenario al otro?
D.G.: Desde antes ya estaba previsto que suceder a Macri no iba a ser fácil. No solo era difícil ganarle sino gobernar, ponerse al frente de políticas que no tenían nada que ver con las que él llevó adelante. ¿Qué pasó? La pandemia, claro, pero también un desempeño de Alberto que no deja conforme a nadie hasta ahora, ni a los que se imaginaban que encabezaría un Gobierno de centro con Cristina como figura marginal, testimonial; y tampoco a Cristina. Creo que lo que más la deja disconforme es que Alberto no termina de resolver los problemas y estos se dilatan, se profundizan y no aparece una dirección clara. Hay que tomar en cuenta al frente empresario que hace una oposición muy fuerte.
Durante el primer año, es innegable que Cristina le dejó a Alberto la llave en mano de la administración del Gobierno. La conducción del Estado quedó en manos suyas, pero los resultados no conformaron a Cristina y ahora, con las elecciones cerca, están discutiendo más fuerte para no perder votos, para no perder la marca del kirchnerismo ni la legitimidad, porque una cosa es armar una fórmula exitosa y otra es gobernar la Argentina.
Los votos de Cristina
RT: Llaman la atención los permanentes vaticinios que hace la oposición sobre ‘el fin’ del peronismo o de Fernández de Kirchner en particular. Tantas veces la dieron por acabada y ahí está como vicepresidenta después de haber ganado todos los cargos de elección posibles y con un 30 % de apoyo inamovible, a pesar del desgaste de su figura y de sus errores…
D.G.: En realidad esas son expresiones de deseos de quienes las dicen, porque el peronismo tiene una inmensa capacidad de recrearse, por eso tiene 75 años de vida. Cada vez es distinto cómo se regenera. A través de la historia muchas veces se ha anunciado su muerte y muchas veces volvió al poder. Si uno mira 2016, parecía que el kirchnerismo era una fuerza marginal que había quedado atrás rápidamente. Se invirtió mucho tiempo, dinero y energía en general esa ficción. Obviamente estaba debilitado, pero no había desaparecido.
Hoy el peronismo está en una situación inédita, no es tan sencillo decir por dónde es la salida, porque la crisis económica no le estalló a Macri, le estalló al peronismo y enseguida se sumó la pandemia. Y si bien el peronismo sigue siendo una fuerza electoral competitiva, el centro de los votos sigue estando en manos de Cristina. Ahora, definir el modelo del país, cómo evitar el ajuste, la inflación, la recesión, la deuda, los problemas estructurales de Argentina ya no es tan fácil porque no sabemos hasta dónde se puede mantener la legitimidad política.
RT: ¿Hay peligro de que se rompa el Frente de Todos?
D.G.: No lo veo en este momento. Creo que hay un esfuerzo por mantener la alianza a como dé lugar. El principal esfuerzo está en Alberto, que es el que más recibe las críticas, y en Cristina, aunque a veces aparece cuestionando a los funcionarios que no funcionan pero luego baja un cambio. Otros son (el diputado) Máximo Kirchner y (el presidente de la Cámara de Diputados) Sergio Massa, que tienen una alianza fuerte y sorprendente. Todos los altos mandos están haciendo un esfuerzo para mantener la unidad. Al mismo tiempo están las discusiones públicas, es un ida y vuelta permanente pero siempre recomponen.
Eso se va a sostener mientras la paciencia social se estire y no haya desbordes, mientras las transferencias económicas del Gobierno a los sectores más vulnerables le permitan subsistir a parte de la población y el oficialismo no pierda las elecciones. Si hay desborde social y además pierden, será otra la discusión.
Subestimaciones
RT: Tengo la impresión de que las y los líderes políticos suelen ser subestimados en Argentina. Muchos pensaron que Macri jamás ganaría la presidencia, otros que Fernández de Kirchner ya estaba jubilada, o que Fernández sería ‘manejado’ por ella…
D.G.: Son dirigentes distintos. Lo de Macri es realmente muy sorprendente, pero hay que entender que a nivel social encarnó una serie de ideales y de aspiraciones sociales, fue el mejor vehículo para expresar el rechazo a Cristina. En el caso de Alberto han hecho una caricaturización de su figura, a lo que él contribuye con el uso desmedido que hace de su palabra, hablando demasiado y no cuidando su rol de presidente. Ya no es más el jefe de Gabinete, el amigo o el operador político que quiere dejar conformes a todos. En la trastienda política eso es muy útil, pero en la presidencia es un déficit, es como una trampa. Las próximas elecciones serán el momento de la verdad que terminarán definiendo su legitimidad, si el Gobierno gana, Alberto saldrá fortalecido.
También hay que entender que le ha tocado una situación muy difícil. Alberto venía con el chip de lograr una recuperación económica como la que vivió Argentina con (los expresidentes) Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner, después de la crisis de 2001, pero se dio cuenta de que no es así y el golpe con la realidad fue muy fuerte. Y además vino la pandemia.
Y no hay que olvidad que Alberto y Cristina son personas que han dedicado toda su vida a la política. A Cristina le costó mucho asumir la presidencia en 2008 y de eso casi nadie se acuerda, el que tenía marcado el ejercicio del poder era Kirchner, por eso se ponía impaciente con ella, y ahora Cristina se impacienta con Alberto. Hay elementos que se repiten porque gobernar Argentina siempre es difícil y porque en el peronismo siempre conduce uno.
Macrismo
RT: En el libro explicas bastante cómo fueron los años macristas, ¿tiene futuro como proyecto político, más allá de Macri?
D.G.: Sí, creo que es una fuerza política que vino para quedarse. Ya tiene casi dos décadas de actuación. Logró que la derecha tenga una adhesión social importante, impregnó a las capas medias su visión de la política, la historia, la economía, la cultura. Hoy el macrismo conduce la estrategia de la oposición. A su favor tiene que sintoniza muy bien con las idea de los grandes medios de comunicación. Pueden creer, asumir o aceptar que se equivocaron con Macri, pero no con su idea de país, por eso le auguro larga vida, tienen muchos dirigentes y votos. Si le alcanzan o no para ganar, hay que esperar a las elecciones de octubre y luego ver si el macrismo vuelve al poder o no en las presidenciales de 2023. Después del desastre de su gestión, flota la duda de cómo harían para volver a gobernar.
RT: Alberto Fernández dice que solo es un ‘presidente de transición’, ¿no lo debilita ese concepto que se autoimpone?
D.G.: Sí, es cierto que él se presenta así. Pasa que Néstor Kirchner fue un animal político que construyó poder minuto a minuto. Alberto no, él era un brazo político, un operador que siempre trabajó para otros: para Kirchner, Cristina, (el excandidato presidencial Daniel) Scioli, Massa, (el exministro del Interior, Florencio) Randazzo, y terminó como candidato a presidente sin haber tenido nunca esa ambición. Eso le pesó. Además, a poco de comenzar a gobernar empezó la pandemia, que al principio le dio una popularidad fenomenal, pero luego se le terminó volviendo en contra. Se le complica más mostrarse como un paréntesis en la historia y se pone a sí mismo como un puente que permitió que el peronismo volviera al poder, pero las diferencias internas siguen pensando, por más que se intenten minimizar los choques.