«EE.UU. es el mejor país del mundo solo si eres rico»: Helena Villar retrata en su libro el envés del sueño americano con la voz de sus ‘esclavos’
Este no es un libro antiestadounidense. ‘Esclavos Unidos: la otra cara American Dream’ es el retrato sin oropel detrás de las marquesinas del «mejor país del mundo», que se teje con datos duros y las voces de sus protagonistas.
«Este país es excepcional por muchas cosas, pero no para lo bueno, que es lo que vengo a mostrar en el libro», apunta su autora, la periodista española y corresponsal de RT en Washington, Helena Villar, quien tiene varios años cubriendo la realidad política, económica y social de un país sostenido por un sistema lo suficientemente astuto para enarbolar la libertad sin que se noten los grilletes.
Que en EE.UU. los pobres tengan que recurrir a antibióticos para peces por no poder costear esos medicamentos, que la educación pública esté en crisis por un sistema que apuesta a su deterioro, que la venta de sangre en los barrios desfavorecidos sea la opción para los más pobres, o que los universitarios vivan endeudados toda la vida para pagar su título, son algunos de los trazos más contundentes de este retrato americano a contraluz.
«Uno de los objetivos de este libro –sostiene Villar– es intentar exponer que este es el sistema que se pretende exportar a otras naciones ricas. Es un aviso de la realidad cruenta del capitalismo y una advertencia para poner en valor las estructuras o los cimientos que todavía hay en otras sociedades y que a mí me parece muy importante defender, como es la comunidad, el sindicalismo y el sentido de clase».
«Un libro donde salga la gente»
Este ensayo –publicado el año pasado por la editorial Akal en una colección dirigida por el periodista español Pascual Serrano– ha sido construido, en buena parte, durante los años de Villar como corresponsal de RT en EE.UU. El contraste de numerosos datos, informes y estadísticas le permitieron tener una mirada libre de edulcorantes y escrita por la voz de quienes rara vez aparecen en las portadas de la prensa hegemónica.
Por eso, al momento de enfrentarse con la redacción, el trabajo de investigación estaba lo suficientemente adelantado para que los retos ante la página fuesen otros: «Decidir qué contaba y qué no para hacer una radiografía más o menos completa y buscar una forma de cómo relacionar todo, eso me obsesionaba», comenta Villar. Lo otro fue insistir en dejar las voces de la gente.
«Yo tenía muy claro que quería meter las voces de los ‘esclavos’ porque estoy acostumbrada a que la gente sea la protagonista, no yo. Se supone que esto es un ensayo, pero Pascual no lo veía. Sin embargo, insistí en que no iba a escribir un libro en el que no saliera la gente«.
Así, por ejemplo, al crudo relato estadístico de los 43 millones de analfabetas que EE.UU. contabilizaba en 2013, se suma la voz de Brittani Bellami para contar cómo fue el día en que se dio cuenta que no sabía leer ni escribir. Ante la cifra de 530.000 familias declaradas en bancarrota por no poder pagar los gastos de salud, el testimonio de la doctora voluntaria Colleen Madigan sobre un hombre que prefirió renunciar a su prescripción y usar esos 4 dólares extra de la nueva receta para llevar comida a la mesa.
«Empecé con la sanidad porque fue una de las cosas que más me impactó de este país, pero luego puse el ejemplo de una ONG que se organizó para dar ayuda a países en desarrollo y de repente advirtió que no tenían que ir a ningún sitio». El país en desarrollo estaba a la vuelta de la esquina y sin salir de ninguna frontera.
Sin embargo, como bien advierte la autora, esa suma de tragedias cotidianas y testimonios en primera persona sobre la podredumbre del sistema no basta para entender sobre qué pilares se sostiene el ideal de exportación. La paradoja «inabarcable y a la vez tremendamente simple» de EE.UU. –como escribe Villar– solo puede explicarse por el poder del aparato ideológico.
«El excepcionalismo estadounidense es lo que enarbolan las élites para decir que este país está construido sobre unas bases diferentes a las del resto, y que eso lo hace cualitativamente superior. Esta premisa sirve no solo para avanzar en la propaganda imperialista exterior, sino la propaganda interior. Al final, la gente acaba creyendo en realidad que este es el mejor sistema posible, con lo cual, no disputan esa narrativa hasta un punto en que esto genera un individualismo enorme. Y si este es el mejor sistema del mundo y a mí me va mal, la culpa es mía».
En uno de los episodios del libro, una mujer sin techo llamada Dolores, violada y atacada varias veces viviendo en la calle, pone su esperanza en que se libere una plaza en los programas de ayuda psicológica de alguna ONG. Para ella, el Estado no existe ni como mera posibilidad.
Al respecto, argumenta Villar: «Este es un país con unos altos índices de propaganda y uno de los ejemplos que pongo en el libro es el enorme porcentaje de pobres que creen en el sistema y que, pese a estar en una de las peores situaciones o directamente en la calle, creen que su país es el mejor que hay».
El refugio frente al desamparo, para muchos, termina siendo la religión. «Los altos índices de religiosidad en este país no se dan en otras economías avanzadas. En el libro también explico que eso no solo sirve de catalizador del descontento, sino de contrapeso a un Estado cada vez menos existente. Lo que han hecho la iglesia y los cultos es crear comunidad en un país en el que no hay colchón social y estatal que provea de eso. La fe les salva en su día a día y se establecen comunidades basadas en la caridad, que al final en sí misma es un parche que perpetúa esa desigualdad».
En el libro, de hecho, esa misma mujer sin techo dice: «Hoy me han dado los resultados de VIH y son negativos, así que Dios es bueno, ¿verdad? No importa lo que me pase. Él todavía me cuida». El lema nacional de ‘In God we trust’ jamás tuvo tanta vigencia.
¿Un sistema sin fisuras?
Pero mientras los ‘esclavos’ aceitan la maquinaria que los oprime, los encargados de mover el engranaje abultan sus bolsillos sin reparos y en perfecta alianza con la clase política. Desde los empresarios que cobran 140 dólares por un dial de insulina que solo cuesta 5 producir, hasta los beneficios que obtienen las empresas por tener gente tras las rejas (como reos o mano de obra casi gratuita), Villar hace un recorrido por los escandalosas realidades que, solo a veces, ocupan los titulares de la prensa estadounidense.
«Este es el país más desigual del G7 y eso es porque hay dos caras: está la gran masa trabajadora y explotada, y luego está esa élite. Recordemos que EE.UU. es la nación del mundo con más millonarios y eso no se puede esconder, pero a la vez es la que registra mayor desigualdad entre las naciones ricas y avanzadas. Por ejemplo, en los años 60 este país era el de mayor esperanza de vida del planeta y ahora mismo eso está en retroceso, casi al mismo nivel que naciones en desarrollo, y todo esto viene a explicarse por los efectos de ‘reaganismo’, de apretar las tuercas a la clase trabajadora para que cada vez haya menos reparto y justicia social. Las tendencias están ahí y es cierto que este es el mejor país del planeta si eres rico«.
Aunque la frontera entre el ‘lado a’ y el ‘lado b’ parezca infranqueable y la vigencia del sueño americano pareciera enquistarse con el tiempo, Villar sostiene que hay fisuras evidentes, más allá de la innegable capacidad que tiene el sistema para mutar y reinventarse. La postura de la clase política, incluso la más conservadora, es una de esas señales.
«El ‘american dream’ es una construcción que la conoce todo el planeta, porque es lo que se ha exportado. Es la cara de la élite, pero no es la única. La importancia del libro en sí es mostrar cómo el ‘lado b’ se ha ido deteriorando cada vez más.Si en un momento dado este país podía ser el modelo por muchos motivos, hoy no es así. Sin embargo, se sigue poniendo como ejemplo y se siguen intentando importar las dinámicas que aquí se están demostrando fallidas. El propio Joe Biden, que es uno de los demócratas más conservadores que ha habido, confirmó esos niveles de desigualdad y la necesidad de restablecer lo que yo llamaría ‘el contrato social’, porque el que hay ahora mismo está roto. El libro intenta explicar esa realidad. Ahora, si hay un contrato social, hay dos partes, pero yo creo que como medio, como corresponsal, con quien hay que identificarse es con la gran masa social, con los trabajadores, no con la élite. A no ser que trabajes en el Wall Street Journal».
Otra de los signos de resquebrajamiento del modelo pueden notarse puertas afuera. En esa línea, argumenta la corresponsal: «En términos de geopolítica internacional, China se dio cuenta de que una de las formas de abrir una fisura era tomar ese fallo del capitalismo –que busca obtener beneficios sin importar a qué precio– para ganarle la partida de manufacturas a EE.UU. De manera que esa perversión del sistema, que quiere conseguir más invirtiendo menos y desmoralizando a sus trabajadores, terminó haciendo fuerte a su rival, así que ahora este país es cada vez más dependiente de China».
Del sueño al espejismo
«El sueño americano se está convirtiendo en la ilusión estadounidense». La frase, citada en el libro, pertenece al enviado especial de Naciones Unidas para investigar la pobleza, Philip Alston, y resume la sensación que le queda al lector al culminar el ensayo.
Y no es gratuito. A lo largo de sus páginas es evidente la pérdida de beneficios para la clase trabajadora, cada vez más precarizada y explotada; la lacerante desigualdad económica y social que oprime a las comunidades negras; el callejón sin salida para los migrantes despojados de su propia humanidad y llamados ‘aliens’; y la constante reinvención de un modelo que cada vez se endeuda más para financiar armas, pero baja los impuestos a las grandes fortunas. Por eso, lo natural es que salte una pregunta: ¿qué tan cerca está el colapso?
«Si yo lo supiera, no escribiría el libro», bromea Villar. Más que una tarea de predicción, su ensayo es una radiografía de las grietas y los resquicios por los que podría colarse la deriva del capitalismo estadounidense. «Quiero que sirva de advertencia y que, a la hora de apostar por determinados modelos, sepamos exactamente hacia dónde vamos. Porque todo, desde el sistema económico, social, de gustos, de relaciones, se está intentando copiar de EE.UU. sin conocer la realidad. Sobre todo basado en la propaganda, en las ficciones o en lo que creemos que es este país. No podemos seguir viviendo de ese ‘american dream’ que podía haber sido en los años 60. Es básicamente es eso: un libro para que nos demos cuenta hacia dónde vamos y pensemos si realmente es hacia donde es que queremos ir».
Este no es un libro antiestadounidense. Sus páginas, llenas de datos y realidades incontrovertibles, también están habitadas por la gente que sostiene al país, aunque este no siempre les agradezca. «Sí que hay un movimiento, hay personas con una dignidad enorme. A mí una de las cosas que me impactan de EE.UU. es cómo en estas condiciones, aún hay gente que se levanta, que lucha y que crea conciencia, pero sé que cambiar el sistema es muy difícil».
De hecho, uno de los peligros es que, ante el malestar interno, el sistema recurra a la estrategia de buscar enemigos externos. En ese sentido, Villar advierte: «A Biden no le vendría mal una guerra en estos momentos, esa posibilidad siempre ha sido una constante histórica: cuando los imperios internamente tienen problemas o no se ve ninguna esperanza puertas adentro, lo que hacen es echar balones fuera. Y, como explico en el libro, no hay que perder de vista que la maquinara de guerra de EE.UU. es uno de los pilares que el modelo lucha por sustentar y la salida de las grandes masas pobres de este país, que sirven en el Ejército como carne de cañón para obtener todos los servicios sociales de los que el Estado les priva. Por eso, insisto, estamos en un momento muy peligroso«.
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