Detectan la presencia de coca y ayahuasca en las momias de dos niños sacrificados por incas hace 500 años en Perú
Los estudios químico-toxicológicos de los restos de un niño y una niña sacrificados hace más de 500 años por los incas durante el ritual de la ‘capacocha’ en el monte Ampato, en el sur del Perú, mostraron que en las últimas semanas de vida habían ingerido coca y ayahuasca, según un artículo publicado en el Journal of Archaeological Science.
La ‘capacocha’ fue una de las ceremonias más significativas realizadas en el imperio inca. Durante el ritual, los incas sacrificaban niños y mujeres jóvenes que consideraban hermosos e inmaculados. La ‘capacocha’ se llevaba a cabo, por ejemplo, a raíz de la muerte de un gobernante, la victoria en una guerra o después de un desastre natural.
Antes de la ceremonia llevaban a los niños y a las niñas, que eran minuciosamente seleccionados, a la ciudad de Cusco, donde los sacerdotes les hacían participar en ciertos rituales para prepararles de cara al sacrificio. La culminación del macabro ritual tenía lugar cuando los niños, previamente drogados con bebidas alucinógenas, eran conducidos a la cima de los volcanes para ser entregados a los dioses.
Dagmara Socha, junto con colegas de la Universidad de Varsovia, sometieron el cabello y las uñas de las dos momias halladas en la cima de Ampato a análisis de cromatografía líquida con espectrometría de masas (LC-MS/MS).
La tecnología permitió detectar la presencia de alcaloides y metabolitos de la coca y, por eso, concluyeron que, durante las últimas semanas de vida, las víctimas masticaron hojas de coca y fueron intoxicados con ayahuasca, una bebida alucinógena usada por muchos pueblos amazónicos.
La bebida tiene tales propiedades que actualmente la medicina moderna la usa en ciertos tratamientos para la depresión.
Dada la importancia del estado de ánimo de las víctimas durante el ritual que mencionan los cronistas de la época, los incas pueden haber utilizado conscientemente las cualidades antidepresivas de la ayahuasca para reducir la ansiedad y los estados depresivos de las víctimas, sugieren los científicos.