Científicos buscan aprender a inmunizar activamente el organismo contra el alzhéimer mediante experimentos en ratones
Una técnica de inmunización activa «podría brindar la posibilidad de retrasar o prevenir el inicio de la enfermedad de Alzheimer», afirmó un equipo de farmacólogos y fisiólogos estadounidenses en un estudio publicado en abril.
Detrás de este optimismo científico hay una serie de ensayos en ratones transgénicos inyectados con una proteína rica en un compuesto de metionina, que es una sustancia orgánica que el organismo humano no produce, pero necesita y normalmente recibe con distintos alimentos. La respuesta inmunitaria a estas inyecciones mejoró en los roedores, modeló sus capacidades de memoria corta y larga durante varios meses de observación.
Es clave para entender este mecanismo preventivo que los anticuerpos contra el componente con metionina de la proteína inmunizante funcionen igualmente contra el mismo componente de la beta-amiloide, otra proteína que es tóxica para las células cerebrales, y que es considerada una huella distintiva del alzhéimer.
La proteína curativa se extrajo del maíz, y luego se oxidó in vitro para producir el antígeno, mientras que la proteína objetivo se genera en el cuerpo humano y es muy evasiva ante los tratamientos probados previamente.
«A medida que envejecemos, tenemos más estrés oxidativo, y luego la beta-amiloide y otras proteínas se acumulan, se oxidan y se agregan; estas proteínas son resistentes a la degradación o eliminación», comentó el investigador principal Jackob Moskovitz, profesor asociado de farmacología y toxicología en la Universidad de Kansas, cuyas palabras recoge un comunicado emitido este martes.
En última instancia, la presencia de los anticuerpos reduce los niveles de formas tóxicas de beta-amiloide y proteínas semejantes en el cerebro, estiman los investigadores. Esto funcionó en los ratones que tenían 4 meses de edad para el día de la inyección, y que habían sido modificados genéticamente, precisamente para desarrollar los síntomas degenerativos propios del alzhéimer. Cuando cumpleron 10 meses, los roedores inmunizados fueron en un 50 % más capaces de pasar con éxito la prueba cognitiva aplicada a su especie, un laberinto.
«Medimos la capacidad de la memoria a corto plazo a través de un laberinto en forma de ‘Y’, relató Moskovitz, quien lo calificó de «muy importante en la enfermedad de Alzheimer, porque cuando las personas contraen la enfermedad, su memoria a corto plazo desaparece, mientras que los viejos recuerdos siguen presentes».
Al ser colocado en un laberinto, el animal puede ir por el brazo izquierdo o derecho, pero luego se les abre un tercer camino en el medio y, si lo reconocen como nuevo, gastan más tiempo explorándolo por motivos de curiosidad. Si ni siquiera notan que hay un tercer brazo porque lo olvidan tan pronto como lo ven, pasan más tiempo en otros dos, explicó el científico.
En opinión de los autores, este método de inmunización activa significa una mejora respecto a la inserción directa de los anticuerpos en el organismo, la cual puede tener efectos secundarios tóxicos graves como la encefalitis cerebral o el rechazo por parte del sistema inmunitario.
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