Badaraco: «Mi mayor error fue hacer expulsar a Luis G. Rivera»

Félix Badaraco no esconde la cicatriz de 10 centímetros que tiene en la mano derecha. La marca, que se encuentra entre los dedos índice y medio, tiene su historia propia.

El exárbitro ecuatoriano de 55 años la ve como una “marca de batalla” y la forma como la adquirió, en 2007, no se aleja de aquello.

Existen versiones que aseguran que Badaraco recibió un machetazo durante un altercado con hinchas y dirigentes del Deportivo Imbabura, en el estadio Olímpico de Ibarra, después de un partido ante El Nacional. Pero no fue así. La herida, por la que necesitó 10 puntos de sutura, se la ocasionó un golpe de puño que impactó en los dientes de un dirigente.

Ese día, Badaraco, José Espinel, Carlos Herrera y Segundo Jackson Díaz -los otros tres árbitros que lo acompañaron en ese partido- salieron del estadio en un carro antimotines de la Policía Nacional que los condujo directo a la terminal terrestre y que escoltó al bus que finalmente los sacó de Ibarra. Badaraco pensó que moriría.

Empecemos hablando de ese episodio. Los medios de comunicación publicaron que se había tratado de un machetazo y que si usted no ponía la mano hoy estuviera muerto…

El partido entre el Imbabura y El Nacional había terminado sin goles. José Luis Espinel era el árbitro central, Segundo Jackson Díaz era el cuarto árbitro, Carlos Herrera y yo éramos los asistentes de línea. El cotejo había finalizado sin novedades, pero en partidos anteriores otros árbitros se habían equivocado en perjuicio del equipo local, provocando el malestar de la hinchada. Estábamos a punto de abandonar la cancha cuando nos percatamos de que la puerta que conducía directamente al camerino de árbitros estaba con candado. Desde ese momento advertimos algo raro. Al pie de la única puerta que estaba abierta había unas 20 personas y cuando nos dirigíamos hacia allá yo le dije a Díaz que nos estaban esperando para agredirnos. “Vamos mi Félix, que si toca tirar puñete, toca”, me dijo Jackson.

Cuando nos acercamos nos dimos cuenta de que era un dirigente acompañado por hinchas. “Hoy se mueren, hijos de puta. Estamos cansados de que perjudiquen al equipo”, nos dijo uno de ellos. Todos nos pusimos los bolsos atrás en la espalda y empezamos a dar puñete. Poco a poco nos fuimos librando de los agresores, pero no nos habíamos dado cuenta de que a Carlos Herrera le estaban dando duro dentro de un puestito de comida que estaba cerca. Dimos golpe hasta que lo sacamos a Herrera, pero inmediatamente después apareció un negro como de dos metros con un machete y le pegó un planazo (golpe con el machete acostado) a Herrera en la espalda. La Policía llegó y tomó el control de la situación e identificamos a los agresores. Yo me le acerqué a uno de los agentes y le pedí de favor que me deje pegarle al dirigente que había iniciado todo. Me dio un minuto y yo empecé a darle puñete hasta cuando le di justamente en los dientes superiores y se me abrió la mano. La herida se me infectó y se me hinchó el brazo varios días.

¿Sintió miedo esa vez?

No. Me divertí tirando harto puñete cuando era árbitro.

Como aquella vez en el estadio de Aucas cuando se enfrentó a un grupo de hinchas que lo insultaban desde un taxi…

Aucas enfrentaba a Barcelona y yo iba caminando por la calle hacia la puerta por donde ingresan los árbitros. El taxista manejaba despacio para que los hinchas pudieran insultarme. Dos cuadras más adelante se les dañó el carro, me acerqué y en tono desafiante les pregunté: “¿Y ahora?”. Los seis que iban en el carro se hicieron los locos y hacían como si no estuvieran dirigiéndome a ellos. Avancé unos metros y cuando miré hacia atrás vi que venían hacia mí. Yo puse el bolso en el suelo y uno de ellos cometió el error de amagarme que me iba a pegar. Yo reaccioné y le partí la nariz y la boca. Nadie más se metió.

Según lo que me cuenta, para ser árbitro hay que saber pelear…

Una vez terminamos de dirigir un partido sin novedades entre Liga de Quito y Aucas en el estadio Atahualpa. Cuando salíamos, a un costado de ese escenario, en una tienda, estaban tomando unos 10 hinchas de Aucas. Empezaron a insultarme y a acusarme de ladrón. Mientras caminábamos nos seguían. Cuando nos dimos cuenta de que la cosa era grave, cruzamos la calle y paramos un taxi. Mis compañeros alcanzaron a subirse y yo no. Tiré otra vez mi bolso al piso y al primer hincha que se me acercó le saqué los lentes y se los boté a la calle. Yo pensé que sin lentes iba a detenerse, pero no fue así. Me levantó y cuando intentaba lanzarme al piso le di un manazo en la cara y empecé a darle puñete. Mis compañeros se bajaron del taxi y gritaron: “Nadie se mete”. Le partí la nariz, me subí al carro y nos fuimos.

Hay que ser escapista además…

En 2005 acabamos de dirigir un partido entre el Manta FC y Barcelona en el estadio Jocay y Byron Moreno tuvo que llamar al presidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol para que nos autorice a los árbitros regresar a Guayaquil en el vuelo chárter de Barcelona porque la hinchada del Manta nos quería linchar. Su equipo había terminado en inferioridad numérica por expulsión. Los hinchas rompieron las mallas e invadieron la cancha con palos y piedras en las manos. La Federación nos autorizó regresar con Barcelona, la Policía nos sacó con cascos y chalecos antibalas directamente del estadio al aeropuerto. Si nos quedábamos en Manta nos mataban.

¿Cuál es la cancha más difícil para dirigir?

El estadio de Calceta, en Manabí. Ahí juega el Deportivo Calceta. Yo dirigí ahí una vez en 1994 un partido contra el Esmeraldas Petrolero. Había 8 policías en todo el estadio. Ahí viví un verdadero infierno cuando expulsé a un jugador del equipo local. Tuve que parar el partido por lanzamiento de objetos, se metió un borracho a la cancha a intentar pegarme. Para mi mala fortuna, Petrolero hizo un gol faltando un minuto para el final y ganó el cotejo. Ese día también nos tocó salir del estadio en un patrullero del Grupo de Intervención y Rescate (GIR) que llegó de Manta.

El partido terminó a las 18:00, pero recién a las 21:00 pudimos salir. Había gente fuera del estadio con cartucheras. El jefe del operativo dio la orden de disparar a cualquier persona que lance algún objeto contra el carro donde íbamos nosotros. Ese día sí sentí mucho miedo.

Como cuando en 1999 lo invitaron a dirigir la final del fútbol peruano entre Alianza Lima y Melgar…

Yo era el único árbitro libre porque el resto tenía partidos asignados. La Comisión de Árbitros me designó a mí, pero yo pensaba que era un partido amistoso de poco riesgo. Me enteré que se trataba de la final cuando llegué al aeropuerto de Lima, donde me estaba esperando más de una decena de periodistas para entrevistarme. En los registros de la FIFA yo constaba como asistente, pero en Ecuador cumplía también la faceta de árbitro central. La prensa amarillista de Perú armó una novela por eso. No concebían que un juez de línea pitara la final del campeonato peruano.

Cuando llegué a Lima los medios hablaban más de mí que de los equipos y sus figuras. Allá me recibió el secretario de la Comisión de Árbitros de Perú. Me informó que se trataba de la final y me puso al día de todo lo que habían dicho los periodistas. Yo le dije que no tenía problemas en regresarme en ese mismo momento a Ecuador, pero me señaló que no había vuelta atrás. Luego de eso me comentó que debía viajar a Arequipa y que no consiguieron asistentes profesionales, por lo que mis acompañantes iban a ser dos líneas del fútbol amateur.

El día del partido llegué solo al estadio, me cambié y empecé a calentar. Cuando faltaba media hora para el inicio los asistentes no aparecían. Diez minutos antes del arranque aparecieron dos indígenas con moño y se presentaron como mis asistentes. Yo me quería morir, pero ya estaba embarcado.

El Estadio Nacional de Arequipa estaba lleno, la mayoría de los aficionados eran hinchas de Alianza Lima, que con un empate era campeón. Melgar tenía que ganar para forzar a un tercer partido. Nunca había visto tanta gente en un estadio y la gente no paraba de putearme porque no se explicaban cómo un asistente iba a pitar.

El director técnico de Alianza Lima era Jorge Luis Pinto y la dupla de ataque estaba conformada por Claudio Pizarro y Tressor Moreno. ¿Alguno de ellos le comentó algo?

Tressor Moreno se me acercó antes del partido y me dijo que mi designación era una burla para el fútbol peruano. Yo no le respondí nada. Los jugadores de Melgar me saludaron bien.

¿Qué pasó después?

Tressor Moreno fingió una falta dentro del área y como no se la pité se levantó y le metió una zancadilla violenta a un adversario. No dudé y lo expulsé porque fue una acción violenta. Los hinchas de Alianza Lima me querían matar, pero esa demostración de personalidad hizo que pudiera manejar mejor el partido. Los jugadores empezaron a colaborar.

¿Cuál fue el desenlace?

Después de esa tarjeta roja no amonesté a nadie más. Cuando el partido estaba por terminar Melgar marcó un gol y ganó.

¿El encuentro entre Alianza Lima y Melgar fue el más difícil que le tocó dirigir?

No, fue un partido entre Deportivo Quito y El Nacional, por la liguilla de 1999, en el estadio Olímpico Atahualpa. Cada equipo tenía un jugador conflictivo. Por el Quito estaba John Cagua, le decían el “Niño viejo” porque su edad estaba en duda. Era medio equipo, pero reclamaba durante todo el juego. Y por el Nacional estaba Jairon Zamora, que pegaba fuerte. Yo sabía que iba a tener problemas con los dos jugadores, por eso conversé con ellos en lugar de hacerlo con los capitanes. A Cagua le dije que no le iba a aguantar ni sus berrinches ni sus reclamos y a Zamora le advertí que lo iba a expulsar si no controlaba su fuerza. Los dos me respondieron que los estaba condicionando y me repetían que me limitara a hacer mi trabajo.

No habían pasado ni 5 minutos cuando Cagua elevó de una patada a un rival, no me quedó otra alternativa que mostrarle amarilla. Dos minutos más tarde Zamora le puso los pupos en la canilla a Cagua, también le saqué amarilla. Quince minutos después Cagua le dio un manazo a un delantero de El Nacional y lo expulsé. Inmediatamente después Zamora cometió otra entrada fuerte y también lo boté. De allí en adelante el partido no tuvo alteraciones, El Nacional ganó 1-0. Siempre comparto esta experiencia con los chicos que se están preparando para ser árbitros. Botar a los dos jugadores problema fue una estrategia para que los otros se dediquen a jugar. Y funcionó.

¿Hay ese tipo de jugadores actualmente en el campeonato ecuatoriano?

Ariel Nahuelpán, de Barcelona, que reclama más que las opciones de gol que genera. Yo les he dicho a los árbitros de primera que a ese jugador deben pararle el carro de entrada.

¿Y directores técnicos?

Fabián Bustos, de Delfín, reclama a los árbitros más de lo que dirige.

Carlos Sevilla es conocido por tener un fuerte temperamento, ¿cómo le fue con él?

A él lo hice expulsar 13 veces mientras fui árbitro asistente. Molestaba e insultaba mucho a los árbitros. Yo jamás se lo permití. Una vez estaba como asistente y delante mío insultó a uno de sus jugadores. “Yo puedo insultar a mis jugadores cuando me dé la gana”, me respondió. Estaba equivocado, no se puede insultar a nadie. Me lo gané de enemigo, donde me ve no me saluda y me saca la mirada.

Recuerdo que también tuvo problemas con referentes de la selección nacional, como Agustín Delgado y Álex Aguinaga…

Aguinaga jugaba en Liga de Quito. El problema ocurrió en un partido en Casa Blanca ante El Nacional. Álex cometió una falta clara junto a la banda en la que yo estaba y no estuvo de acuerdo con que haya levantado la banderola. “Qué pitas, estás loco y viejo”, me dijo. Ya iba a pedir que lo boten, pero preferí responderle. “El viejo eres tú, ya arrastras las patas. Tú ya fuiste, le estás robando la plata al equipo”. Fue solo un cruce de palabras.

Con Agustín Delgado ocurrió un tema similar. Él jugaba en Barcelona y yo estaba de asistente en un partido en Quito por la liguilla. La pelota salió y volvió a entrar, yo lógicamente levanté la banderola y me reclamó con insultos: “Hijo de tal, hijo de cual”. Lo hice botar, le dije al central que lo insultó a él porque si le decía que fue a mí no le sacaba la tarjeta roja. Se armó un problemón en la Federación porque el “Tin” era el goleador de Barcelona. Apelaron, pero se le ratificó la sanción.

¿Cuál fue el jugador más problemático con el que tuvo encontrones?

John Cagua. Siempre jugaba al límite del reglamento. Esa vez que lo expulsé en el partido entre el Deportivo Quito y El Nacional, antes de salir de la cancha, me gritó: “Algún día te he de ver en Esmeraldas. No des papaya”. Yo le respondí: “Cuando quieras, yo soy más esmeraldeño que tú; y si quieres, nos vemos en Barrio Caliente”. Yo soy guayaquileño, pero viví muchos años en Esmeraldas.

Con Alfaro Moreno también tuvo varios encontrones…

Todo empezó en un partido en el Monumental. Yo estaba de (árbitro) central y Barcelona enfrentaba a Audaz Octubrino. Alfaro trataba de sorprenderme lanzándose en el área y me reclamaba insistentemente. A la primera le hice una advertencia, la segunda vez que se lanzó le saqué tarjeta amarilla y le dije que si lo volvía a hacer lo expulsaba. En la tercera, a dos minutos del final del partido, le pegaron una patada fuerte y dictaminé penalti. Barcelona ganó 1-0 ese día, pero Alfaro Moreno estaba acostumbrado a hacerle lo mismo a todos los árbitros. Era sorprendedor. También le gustaba llevarse la pelota con la mano en jugadas rápidas. Yo le anulé así un golazo que hizo en Ambato.

Hablemos ahora del famoso “Badaracazo” de 1997. Tuvo problemas con Omar Quintana, que era el dirigente más mediático de la época y tenía peso en la Ecuafútbol.

Todo empezó en un Clásico del Astillero en el estadio Monumental. (Anthony) El “Pipa” de Ávila y Agustín Delgado eran los delanteros de Barcelona y Carlos Luis Morales era el arquero de Emelec. Yo era asistente internacional. En ese partido, en el segundo tiempo, hubo una jugada muy apretada en la que Delgado rompe la trampa del offside, queda mano a mano con Morales y este tumba al “Tin” en el área. El árbitro central pita penalti. Yo le sugerí que expulsara a Morales y así lo hizo. Barcelona ganó 3-1. El comisario de árbitros me calificó con malo porque supuestamente Delgado había estado en fuera de juego. La prensa me dio duro porque de mi decisión había llegado el penal, la expulsión y el gol. Un diario tituló “Badaraco 3, Emelec 1”. Pero en las imágenes de televisión no aparecía Byron Tenorio, que era quien lo habilitaba. Así que para defenderme le solicité a Viatecsa, que era canal 12 en ese tiempo, las imágenes de una cámara que colocaba casi que en el techo del estadio. Y efectivamente ahí sí aparecía Tenorio habilitando al “Tin”. Apelé la calificación y cuando Omar Quintana se enteró de que había apelado se volvió loco y llevó más de 300 hinchas de Emelec afuera de la Federación Ecuatoriana de Fútbol. Pese a esas presiones la Federación me dio la razón. Cuando Quintana se enteró de eso se declaró enemigo mío. Decía que la mejor contratación de Barcelona ese año había sido Félix Badaraco. Jamás me tomaría un café con él.

¿Cuál fue su error más grave?

Cuando hice expulsar al colombiano Luis Guillermo Rivera, de Emelec. Él es uno de los jugadores más correctos que ha venido al fútbol ecuatoriano. Yo estaba de asistente uno de Alfredo Intriago en un partido en el Capwell, cuando Rivera disputó un balón dividido con un rival que cayó al piso y se revolcaba de dolor. Yo me dejé llevar por el teatro de ese futbolista y pedí la expulsión de Rivera. Yo sabía que el colombiano no pegaba y cuando revisé los videos efectivamente no le había pegado. Me había equivocado. Emelec apeló la expulsión y yo reconocí mi error ante la Comisión de Arbitraje y al jugador le levantaron la sanción. Pedí disculpas, me había equivocado.

¿Están pasando realmente un mal momento los árbitros ecuatorianos o sus últimos errores son hechos aislados e involuntarios?

En las últimas fechas hubo errores graves. Pero son inevitables considerando la instancia que se está jugando, la presión, y las exigencias que son mayores. Pero son errores involuntarios. Es un bache del que los árbitros van a salir porque los errores son humanos. De esto solo se sale trabajando con más fuerza.

¿A qué se debe ese bache?

Es parte del fútbol. Si a los jugadores les ocurre, ¿por qué no les va a pasar a los árbitros? Nuestro papel como instructores es llamarles la atención y hacerles ver en qué se equivocaron para que vuelvan a cometer los mismo errores.

¿Pero qué significa que en una sola fecha (la 16) se hayan equivocado cuatro árbitros, quienes después fueron suspendidos y enviados a una clínica de arbitraje?

En un hecho histórico, negativamente hablando. Byron Romero, Omar Ponce, Edwin Bravo (A1) Roddy Zambrano, José Luis Espinel y Cristian Lescano recibieron una calificación regular y fueron suspendidos por la Comisión de Arbitraje de la Ecuafútbol. Pero al margen de la calificación, debemos preocuparnos porque están fallando los mejores: Omar Ponce es el mejor árbitro de Guayas y uno de los más destacados del país. Roddy Zambrano es el mejor de Pichincha y también uno de los referentes del arbitraje nacional.

¿Es descabellado empezar a pensar en un recambio en el arbitraje nacional?

El recambio será inevitable cuando los que están cumplan el máximo de edad. Omar Ponce, Daniel Salazar, Diego Lara, José Luis Espinel, entre otros, están en la curva de deceso. Ellos están viviendo su última etapa en el arbitraje, dos años más y deberán retirarse para dejar su espacio a jóvenes como Marlon Vera, quien tiene 24 años y está en Primera A. En primera B tenemos a un grupo de jóvenes réferis que están esperando ascender. Tenemos mucho talento por pulir.

¿Tiene que ver ese bache del que habla con la tan anhelada profesionalización del arbitraje o ese es solo una parte del problema?

Ese es un ofrecimiento viejo que no se cumple. La FIFA sugiere aquello, pero la Federación Ecuatoriana de Fútbol no lo hace porque supuestamente no hay dinero. Los árbitros deberían dedicarse únicamente a entrenar y a prepararse. Pero en nuestro medio eso es imposible, nuestros árbitros la mayoría son profesores de educación física en centros educativos.

¿Cuánto gana un árbitro en Ecuador?

El sueldos de los que pitan de segunda categoría para abajo no llega a los $400 mensuales. Los de la serie A ganan $ 500 por partido más lo viáticos. Los pasajes los pagan los equipos. La profesionalización es necesaria y se puede empezar con los árbitros FIFA, para que ganen un sueldo digno.

Los árbitros no tiene un espacio físico permanente para entrenar, dependemos de la buena voluntad de los clubes o de otras instituciones. La FIFA recomienda a los árbitros entrenar en cancha, pero nuestros árbitros se preparan en pista porque no hay más. La técnica arbitral se ensaya una vez por semana cuando la recomendación es que se lo haga 5 días por semana.

Los instructores son los peor pagados de Sudamérica, ganan $460 cuando en otros países un instructor no gana menos de $ 3000. Ese dinero alcanza apenas para movilizarse a los entrenamientos y a monitorear a los réferis en las diferentes canchas donde actúan.

¿Qué necesitan los árbitros?

Una cancha para entrenar, una sede social que preste las condiciones para analizar videos. Nada de eso tenemos. Además de mejores condiciones laborales. Necesitamos un seguro social que nos permita acceder a mejores beneficios cuando nos jubilemos. Por ahora solo tenemos un seguro de accidente que cubre hasta $ 5000 y una operación por lesión no cuesta menos de $ 7000. (I)